Tras sacrificarlo todo para preservar la vida de su hija, se ve obligada a ocultar su supervivencia para enfrentarse a una de las mayores batallas de su existencia: la lucha contra un ejército de no muertos que ansían la muerte de su propia hija.
Decidida a obtener la victoria, Genevieve se embarca en una peligrosa misión para recuperar la corona de su abuelo, el último rey de los tritones, arrebatada por el hombre que la mantuvo prisionera y la sometió durante años. En su odisea, se cruza nuevamente con el padre de su hijo por nacer, cuya muerte lo dejó desolado.
¿Logrará Genevieve reclamar la corona perdida y garantizar la seguridad de su familia frente a las fuerzas de la oscuridad?
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CAPÍTULO 7
El pequeño, quien había estado oculto y no se había percatado de la masacre que había hecho Anisha, correspondió su abrazo aun cuando esta mostraba claras manchas evidentes de sangre en su cuerpo y ropa.
UN MES DESPUÉS
El cuerpo cristalizado de una mujer sirena, se encontraba siendo transportada por una corriente subterránea, a punto de entrar al mundo de los vivos. Mientras era llevada de manera inconsciente, el alma de la sirena se encontraba en sueño profundo, recordando en sueños cada uno de los momentos más crueles que vivió en su pasado.
Fue así que el primer recuerdo que la invadió en aquel profundo letargo, fue el momento en que lo perdió todo por culpa del mayor verdugo que tuvo en su vida. La media noche era iluminada con una luz escarlata, mientras en una isla ubicada entre dos reinos en guerra, se desataba una masacre a un pueblo entero. El emperador, con ayuda de su anillo imperial, había logrado derrumbar las defensas del territorio y hacer que su ejército entrara.
El último rey de los tritones, quien sabía que no podía hacer nada ante el inmenso poder que el anillo en su mano le daba al emperador, había caído en batalla por las mismas manos que ahora sostenían su usurpada corona. Su nieta, una pequeña niña de cabello plateado, cuya edad era engañosa, lo estaba observando hecha un mar de lágrimas mientras daba su último suspiro.
—¿Qué hacemos con la princesa?—preguntó el comandante de la flota.
El emperador, quien observaba con codicia la preciada corona de quien había sido uno de los reyes más poderosos en la tierra, observó la belleza sin igual de la princesa y con una sonrisa maliciosa ordenó llevarla a su harén para ser convertida en su concubina más joven.
Mientras era arrastrada fuera del palacio real, el cual estaba siendo consumido por las llamas, al igual que los cuerpos de todos sus familiares y conocidos, la pequeña princesa pataleaba intentando regresar al lado de su abuelo, se negaba a aceptar que lo había perdido en cuestión de minutos.
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Una semana después de la destrucción de su reino, los gritos de una niña se escuchaban por lo alto en la habitación del emperador, los guardias, quienes custodiaban el pasillo exterior, se mordían los labios impotentes por lo que estaban escuchando. Aunque quisieran ayudar a la princesa, no podían hacer nada.
Con las manos atadas, el cuerpo desnudo de la princesa se encontraba ensangrentado bajo las sábanas de seda roja, en la cama del emperador, mientras el hombre, quien le doblaba la edad, se encontraba durmiendo a la par que sus ronquidos se escuchaban por lo alto.
—Abuelito—dijo en un susurro—¿Por qué dejaste a Genevieve sola? ¿Por qué no me llevaste contigo?
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Tres años después de la primera vez que el emperador la hizo suya, la princesa, de ahora once años, se encontraba dando a luz sola en una de las cabañas abandonas en el ala del palacio del harén. Fue así que, en medio de la noche, terminaría recibiendo a la hija del bastardo que le había destruido su vida.
Mientras aún tenía el cordón umbilical unido al ombligo de la pequeña bebé, la princesa caída tomó de una mesa aledaña un cuchillo a punto de matar a la recién nacida y luego quitarse la vida; sin embargo, sin saber cómo, la pequeña quien lloraba, detuvo un momento su llanto y se la quedó observando con los mismos ojos que una vez vio en su abuelo.
—¿Cómo puedo ayudarte?—preguntó a la bebé—¿Si yo ni puedo ayudarme?
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Siete años después, Genevieve se encontraba atada de manos mientras veía como la princesa Fiona, la hermana mayor de su hija, quemaba su cuerpo con piedras infernales. La tercera princesa se encontraba furiosa, puesto que había asesinado a su maestro, un hechicero bastante capaz, al cual quería como su aliado para ser la heredera del trono de su padre a cambio de darle su cuerpo.
No obstante, la princesa caída, al observar cómo su pequeña hija era usada por medio de engaños, haciendo que su cara se cambiara por la de Fiona y así el maestro abusar de ella, en un arranque de ira terminaría por quitarle la vida; sin embargo, al ser descendiente del primer rey tritón, tanto las sirenas como tritones tenían prohibido matar o, de lo contrario, su naturaleza espiritual haría que la sangre derramada se convirtiera en veneno para su cuerpo y reclamara su vida como pago de la que arrebató.
—Mami—dijo su hija—duele...
Cargándola en sus brazos, de regreso a su pequeña y podrida cabaña, Genevieve intentaba aguantar el llanto con su alma y corazón desgarrados, todo lo que había sufrido ella de niña, ahora su hija lo estaba padeciendo.