Amor a domicilio, es una historia de romance que se centra en Lya, una chica pobre, pero trabajadora que tiene el sueño de superarse a sí misma. Para esto, ella toma cualquier trabajo para ahorrar dinero para la matrícula de la universidad donde ella quiere estudiar. También, está William un joven millonario egocéntrico que cree que todas las personas tienen un precio cuando están necesitadas. Accidentalmente, las vidas de estos dos se cruzan y viven una encrucijada hasta descubrir que son el uno para el otro.
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VIII.
LYA CAMPOS
Encontré un trabajo en un restaurante como mesera. La paga era muy buena, el único detalle que era a la misma hora en la que trabajaba en la tienda. Así que tuve que renunciar a la tienda y me quedé solo como mesera.
WILLIAM VON BRAUN
Llegó el día sábado, el día del mentado compromiso. Me replantee mi existencia misma, pensé mucho en Lya. En mi vida jamás me había sentido traído así por una mujer, me sentía atraído por Lya, siento que la amo. Aunque ese sentimiento no es mutuo.
Tenía mis pensamientos desordenados y mis sentimientos claros por Lya. ¿Cómo se me ocurrió molestarla desde un inicio? Ahora veo lo infantil que fui con ella.
— Recuerda a las 8 empieza la ceremonia. Tienes que venir de smoking negro— mi madre hablaba y hablaba y mis pensamientos bloqueados por Lya.
— Está bien— le colgué.
Me congelarán las tarjetas, me quitaran el auto y el departamento, mi último año de la universidad lo tirarán a la basura, y me van a desheredar, solo si no me caso con Marisol. Detesto a esa mujer.
Llevé mi mano a mi cara, froté mi frente varias veces hasta que por la fricción se puso caliente, hacia eso cada vez que me sentía estresado.
Mi cerebro solo pensaba en Lya, y lo repetía como tratando de memorizar su nombre.
Me vestí de smoking, tal como me pidió mi madre. Llegué a casa de mis padres a las 8 de la noche. Ya estaba la familia de Marisol y algunos invitados de la alta alcurnia.
— Al final, veniste— Marisol tenía una sonrisa en sus labios— Vamos a saludar.
— Ve tu sola. Por favor no me molestes.
— Eres mi prometido.
— Aún no, así que aún no me molestes.
Me quedé paralizado viendo hacia un rincón de la sala, aquí estaba Lya, vestida de mesera a un lado de la mesa de los postres.
Caminé hacia ella. Ella muy seria, nos miramos uno al otro, sin decir nada. Ella sirvió un postre y me lo entregó.
— Disfrute del postre — hizo como si no me conocía.
— Si te digo que salgamos de esta estúpida fiesta de compromiso, saldrías conmigo.
— Vas a huir de tu fiesta de compromiso. Eres un cínico. Ve y disfruta de tu fiesta.
La tomé de la mano y la arrastré al jardín. No me importó quien nos veía.
— Huyamos.
—¿Por qué lo haría?
— Yo te amo.
— Yo no siento nada por ti. Eres solo un acosador que me hacía bullying. ¿Por qué escaparía contigo?
— Por qué yo te amo. Perdóname por todo. No te gustó ni un poco— ella no me contestó.
— Debo regresar. Estoy en horas de trabajo.
— Contéstame. ¿Te gusto un poco? — solo esperaba que dijera que le gustaba un por ciento para tomarla de la mano, y huir de ese lugar.
Mi corazón quería correr el riesgo.
— Si me gustas o no, en qué va a cambiar que hoy es tu compromiso. Tendré consecuencias por huir contigo. Apenas llevo un par de días en este trabajo, me van a despedir.
— ¿Te gusto un poco si o no? Contéstame por favor— la tomé de la cintura y la besé— no sientes nada al sentir mis labios, mis besos.
Ella estaba un poco sonrojada.
— No entiendes que somos de diferentes clases. Si por eso me molestaba, por ser pobre.
— Perdóname. Solo quería molestarte un poco. Quería llamar tu atención.
La besé de nuevo, la besé un par de veces más.
— Dime qué te gusto. Por favor. Dímelo.
Le tomé las manos, ella quería pegarme en la cara.
— Suéltame, ya es suficiente.
— Dime qué te gustó por favor. Solo dilo.
— Está es tu fiesta de compromiso.
—No, no lo es. No ves que me están obligando a casarme con alguien que no quiero.
— Y yo solo soy esa excusa.
— No eres la excusa. Yo siento amor por ti.
—Si te digo que me gusta un poco, me vas soltar.
— Si.
—Suéltame entonces, me gustas un poco.— bastó solo eso, aunque fuese mentira para huir de mi fiesta de compromiso.
Llevé a jalones a Lya, al auto. Pasé por un cajero y saqué todo el dinero de mi tarjeta. Llegamos al aeropuerto.
— No voy a viajar contigo.
— Por favor, hazlo.