La Niñera

Aún en shock mis manos seguían cerradas agarrando el coche de los pequeños Sasha y Dante.

- Suelta el coche, los niños ya están a salvo por favor estás lastimada.

Con mucho cuidado toma mis manos y las comienza a abrir poco a poco, mientras él hace eso los demás hombres sacan a los gemelos.

- Vamos a la casa, esto no lo debe de saber nadie y menos el jefe, por ahora tenemos que curar tus heridas.

Le sonrió a César, pero sé que no es de lo más normal, mientras me levanto comienzo a sentir un dolor punzante en mi pecho.

- No puedo.

Un grito de dolor se apodera de mí y César sin mediar palabra me lleva en sus brazos, es tan fuerte que en este mismo momento parecemos una pareja de recién casados.

Él llevándome en brazos y yo acostada en su pecho, sería algo muy bonito, ojalá algún día pueda llegar a casarme y formar una familia, una de la cual no me alejaría nunca.

- Puede que tengas algunas costillas rotas, ese dolor es muy característico. Apenas lleguemos a la casa vamos a limpiarte la cara y tenemos que llamar al médico.

- Si lo llamas él le contara al jefe y ahí si vamos a tener problemas, por favor solucionemos esto nosotros.

- Mujer porque todo tiene que ser tan complicado contigo, pero está bien lo haremos a tu modo.

Mientras llegamos a casa los niños se quedan dormidos y yo por poco, con mucho cuidado César me ayuda a bajar y una Gloria muy desesperada sale corriendo de casa.

- Porque le dijiste.

- No llame al médico, ella puede hacer algo para cuidarte.

- ¿Que fue lo que pasó?, César me llamo que estabas herida pero no así.

- Hablamos después, por ahora sube a los niños.

- Pero ella...

- Ella va a estar pendiente de los niños yo puedo cuidar de mi misma, solo llévame a la cocina y pásame por favor el botiquín.

Sabía que César iba a protestar pero ahora yo no estaba de ánimos como para aguantarlo, ya tenía suficientes problemas como para que el añadiera uno más a la lista.

Una mirada mordaz lo hizo entender de qué no había que discutir más y de qué lo más importante en ese instante, era que los niños estuvieran bien y a salvo.

- Te dejaré en esta silla. Por favor no vayas a moverte si lo haces puedes causar un daño más grave.

- Esta bien.

Muchas cosas se pasaron por mi cabeza, la cual empezaba a dolerme, ya no tenía control de nada sentía que me iba a caer, el shock se me había pasado y las consecuencias de mis actos estaban empezando a cobrar factura. Minutos después llegó César y con mucho cuidado empezó a limpiar las heridas de mi rostro.

- Lo lamento mucho.

- Tú no me lastimaste, fueron esos hombres.

- Pero si yo hubiera ido contigo, nada de esto hubiera pasado.

- Porque mejor no dices que si ustedes no hubieran desobedecido mis órdenes mis hijos no hubieran estado en peligro.

Que dolor ni que mierdas, ahora yo tenía miedo no quería ver el rostro de ese hombre nada más y nada menos Rodrigo Santo Domingo estaba detrás de mi.

De un solo salto César se pone de pie y se coloca completamente recto, bajando la cabeza, yo ni siquiera soy capaz de mover un maldito músculo.

- Quien fue el que desobedeció la orden, de que mis hijos no salen de esta casa a menos que se encuentren conmigo.

- Lo lamento fue...

- Fui yo. - grito, nadie tiene por qué pagar las consecuencias de mis actos y si tiene que regañar y despedir a alguien esa soy yo.

- Estúpida niña, siempre supe que ibas a ser un maldito dolor de cabeza, no sirves para nada, lo único que tenías que hacer era estar pendiente de sus clases y seguir sus horarios.

Cómo se atreve a hablarme de esa manera si el ni siquiera está con ellos, puede irse dos o tres meses y los deja al cuidado de sus empleados, y habla de estar pendientes y cuidarlos.

Mientras trato de ponerme en pie, el dolor punzante de mi pecho vuelve, César muy amable trata de acercarse a mi para ayudarme pero lo detengo con un gesto de mi mano.

Me giro con cuidado para darle la cara, y que entienda que no está hablando con cualquier persona, que por mucho dinero que tenga el tiene que respetar.

- Usted habla de cuidados, de seguir unos malditos horarios en los cuales sus hijos se aburren siempre de hacer lo mismo. - su cara se puso pálida al verme, pero eso no me contuvo para continuar. - Usted un hombre que se la pasa viajando, dejando a sus hijos al cuidado de los demás, un hombre que en vez de disfrutar de sus hijos los pone a estudiar tan pequeños, un hombre que les está robando la niñez. Que hipócrita que es usted, y si me tengo que ir lo voy a hacer pero antes quiero que sepa que esos niños merecen disfrutar de su vida, no estar encerrados en estas cuatro paredes.

A pesar de mi dolor, no tanto del cuerpo si no del corazón logré caminar delante de él e ir hasta mi habitación.

- Y otra cosa, mañana mismo me largo de esta casa, no es necesario que me pase una carta de despido.

Continúe con mi camino, y nadie dijo una sola palabra, solo al estar dentro de la habitación fue que las lágrimas inundaron mis ojos.

No sé cuánto tiempo había pasado, estaba cansada y sucia lo único que quería era ducharme y olvidarme de este maldito día. Poco a poco y con malabares comencé a quitarme la ropa, quería meterme en la tina, sé que eso me podría ayudar a relajarme un poco.

- Hola papá. - tenía que hablar con él.

- Hola mi pequeña, te estuvimos esperando.

- Lo siento mucho papá, se me presento un problema, también lamento mucho no avisarte.

- ¿estás bien?. - que le iba a decir, que acababa de renunciar y tendríamos que pasar de nuevo necesidades.

- Estoy bien, solo un poco cansada. Sabes que papá hablamos luego.

Explicarle la situación en la que me encontraba no iba a ser fácil, y sé que él podría ir a esa casa a recogerme, no era justo para el ponerlo en esa situación.

Mientras más pensaban y pensaba en lo que tenía que hacer el cansancio y el sueño se apoderó de mí, mis ojos se cerraron lentamente, llevándome a un profundo sueño.