¿Quién podría enamorarse de un misterioso hombre que solamente lo ve por las noches?
Rocío Martínez, una joven que se sacrifica día a día por su humilde familia. Con un primer amor que solamente le dejó inseguridades.
Sam Warren, un hombre que creció con todo el dinero del mundo, mujeriego y solitario. Que jamás a recibido afecto y amor de su familia.
Cómo estas dos personas tan diferentes pueden llegar a amarse incondicionalmente y enfrentarse a todos con tal de proteger su amor y a su familia.
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El seguro médico.
_¡Perdón!_ digo mientras me separo de Net.
_No tienes que disculparte, me imagino que necesitabas un abrazo, así que tranquila porque eso no tiene nada de malo._ me dice Net mientras pasa su mano por mi mejilla para secar mis lágrimas.
_De igual forma, me quiero disculpar, pero la angustia que siento por no saber nada sobre la salud de la esposa del señor Carlos me tiene muy preocupada.
_Ven, toma asiento un rato en esta banca del parque, para que me cuentes qué sucede.
Yo tomé asiento y le conté sobre la esposa del señor Carlos y cuánto cariño les tengo, ya que ellos siempre han sido muy buenas personas conmigo.
_Ahora entiendo tu preocupación._ me dice mientras mi estómago comienza a gruñir porque el único alimento que comí hoy fue mi desayuno.
_¿Tienes hambre?_ me pregunta dando una pequeña carcajada al escuchar mis tripas sonar nuevamente.
_No te rías de mí, es que hoy no pude comer nada en todo el día, ya que en el trabajo no tengo tiempo ni para almorzar.
_Espérame aquí un minuto, iré al carrito de hotdog que ves en aquella esquina, y te traeré algo de comer._ mientras yo me quedé en silencio pensando, ¿cómo podría traerme algo de comer si él hace unos minutos me pidió comida a mí porque tenía hambre?
Net volvió de inmediato con dos hotdogs y una gaseosa en sus manos, donde yo le pregunté de dónde sacó dinero para comprar si no tiene ni para comer él.
_No pienses mal, ese señor que vende los hotdogs es un buen amigo mío, ya que antes de trabajar con ese carrito, él vivió en la calle al igual que yo.
_Perdón, no te quise ofender.
_No te preocupes, es normal tener prejuicios, pero el no tener dinero no significa que una persona no pueda tener buenos amigos._ me responde mientras yo comía ese delicioso hotdog.
Platicamos a gusto sentados en esa banca del parque, hasta que caminamos hasta mi casa, donde esta vez Net se despide estrechando su mano.
(Donde volví a tocar esa mano cálida y muy suave que si no supiera que Net es un vagabundo sin hogar, juraría que esas manos jamás han tocado el polvo en toda su vida.)
Al entrar a casa, platiqué con mi madre sobre el señor Carlos y afortunadamente ella me prometió que iría al hospital para ver qué tan grave fue la caída de su esposa. Después me fui a dormir porque se me cerraban los ojos solos del cansancio.
Al otro día...
Llegó antes de mi hora de ingreso al piso de servicio donde el señor Augusto nos dice a todos que debemos ir al gran salón porque surgió una reunión de imprevisto con el alto directivo de la empresa y que todo el personal de servicio debe asistir.
Con Addison fuimos de inmediato, donde tomamos asiento mientras iban llegando los gerentes y gerentas de diferentes áreas del edificio.
Hasta que en el centro de esa mesa toma asiento el señor Warren, mientras solo se dispuso a escuchar al gerente de relaciones públicas que nos dice:
_Sean todos muy bienvenidos, hoy tenemos el agrado de comunicarles que pensando en el bienestar de nuestros empleados, que día a día se preocupan de que este gran edificio se vea reluciente.
Les tenemos el agrado de informarles que se les otorgará un seguro médico gratuito a cada uno de ustedes y que cubrirá a cada miembro de sus familias, para que la salud de nuestros empleados sea siempre la mejor."
Al escuchar esa gran noticia, yo me levanté y comencé a aplaudir, (mientras todos me miraban como bicho raro), ya que esa noticia era la mejor noticia que podía haber escuchado porque con ese seguro médico podría llevar a mi madre al médico y hacerle el mejor tratamiento para su cáncer.
_Y hay más... Cada uno de ustedes tendrá un día libre más en la semana, ya que sabemos que ustedes son los que más trabajan en este edificio y que necesitan más descanso, que nosotros mismos.
Todos en la sala nos levantamos de nuestro asiento y comenzamos a aplaudir, porque por primera vez alguien piensa en el que se saca la mugre trabajando para llevar un plato de comida a diario a sus casas.
Al terminar la reunión, el señor Augusto me envía a limpiar el piso del jefe. Donde muy feliz fui, ya que gracias a él y a este trabajo mi madre se podrá curar de su enfermedad.
Entré como de costumbre por el ascensor y la puerta de servicio. De inmediato, comencé a preocuparme por la limpieza de su gran oficina y luego seguí por su suite privada. Al otro lado de la puerta, comencé a escuchar gritos.
_¿Me estaré volviendo loca?_ me dije a mí misma, creyendo que era mi imaginación. Pero no, volví a escuchar unos gritos cada vez más fuertes.
Abrí la puerta de la suite y los gritos provenían de la habitación prohibida del señor Warren. Claramente, era una mujer la que gritaba exageradamente como una loca.
No pude evitar reír, porque esa mujer parecía que la estaban torturando, pero a la vez pedía más. Parecía una gata en celo que no sabía si lloraba o disfrutaba el momento.
Como había escuchado rumores que el señor Warren era un mujeriego, pensé que debería acostumbrarme a escuchar esos sonidos que provenían de esa habitación.
Donde debe de ser alguna habitación de esas que salen en las películas donde se producen placer torturando a la mujer.
Así que seguí trabajando, volviendo a limpiar la suite que me llevó casi una hora. Hasta que la dejé más radiante de lo que estaba, como forma de agradecimiento por el seguro médico.
Ordené mi carrito y abrí la puerta de la suite, mientras veía que la puerta de enfrente también se abría al mismo tiempo.
Solo agaché mi cabeza y salí caminando como si yo no existiera, mientras salía de esa habitación el señor Warren junto a una de las gerentas piernas largas que estaban en la reunión. Al verla, toda una gran dama, ignorando mi presencia, solo atiné a morderme el labio inferior para no reír a carcajadas al recordar que gritaba como una gata en celo hace un momento.
En cambio, el señor Warren se puso rojo cuando me vio, caminó y se subió muy rápido al ascensor, como sintiendo mucha vergüenza.