Los Hoffmann son una familia muy temida en todo California, están llenos de oscuros secretos. Por mala suerte, Helen una muchacha de 19 años que salió del orfanato al cumplir la mayoría de edad, cae en las garras de dicha familia, obligándola a casarse con el menor de los Hoffmann, quien la desprecia por parecerse a su prometida.
- ¿Por qué no entras? – escuchó la voz de Leonardo de tras de ella.
Levemente se dio la vuelta y lo vio, su rostro no le decía nada, era un cuerpo sin alma.
- Quiero observar la lluvia. – respondió ella abrazándose así misma.
- ¿Sabes cuánto tiempo y dinero hemos invertido en ti para que te vengas a enfermar? – preguntó él con el semblante duro, hundiendo sus ojos en los de ella.
- No. – Helen dejó de verlo y prefirió observar el jardín inundado por la tormenta que cada vez se hacia mas fuerte. – Ni quiero saberlo.
Leonardo llevó la mano a su frente. Qué carajos había pasado por la cabeza de su madre, pensó. Caminó hacia donde ella y tomándola del brazo para que lo vea le dijo.
- Quiero que subas a tu habitación y te quedes ahí. No pienso perder más dinero en una persona tan deplorable como lo eres tú. – esas palabras salieron de sus labios como si escupiera lava. Mirándola fijamente a los ojos decidió llamar a Claudia, a la vez que un gran relámpago se escuchaba en todo el lugar. - ¡Claudia! – gritó con fuerza y el sonido del relámpago volvió a escucharse.
Para Helen esa escena fue terrorífica, escucharlo gritar al mismo tiempo que el estruendo, se asemejó mucho al llamado del demonio. Contuvo su miedo, mirándolo fijamente a los ojos y sin parpadear se mantuvo seria ante él.
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Leonela Hoffmann
Helen sentía que estaba en un callejón sin salida, donde no había pared que escalar. Una señora quería obligarla a casarse con su hijo y por el otro lado estaba su hermano Abraham.
- No lo hagas, Helen – dijo Abraham tomando algo de fuerza en su voz, voz que fue apagada cuando la señora ordenó que lo golpearan para silenciarlo.
- Acepto. – dijo Helen recordando la vez que él la había salvado, estaba en deuda, no podía dejar que su hermano vaya a la cárcel.
- Perfecto. – volvió a mover sus manos, mientras sonreía y ordenó a los guardaespaldas que lo soltaran. Helen se apresuró en tomar a Abraham del suelo con mucho cuidado. – tienes 5 minutos para despedirte. – comenzó a caminar y antes de salir dijo. – no pienses en escapar, ni siquiera lo intentes, toda la zona está vigilada.
Helen la miró con mucho odio, era la mujer más despreciable que ella haya visto en toda su vida. Utilizó a Abraham para armar su perverso y malevo plan y después la estaba utilizando a ella para ser parte de sus planes.
- No lo hagas Helen, no lo hagas. – dijo él al sentir las manos suaves y delicadas de Helen recorrer su rostro. – ella no puede obligarte, no pienses en mí y huye. Yo estaré bien, no te preocupes.
- No puedo, ya le di mi palabra. – respondió ella derrumbando gruesas lágrimas sobre él. – tú una vez me defendiste, ahora yo haré lo mismo. No puedo dejarte a tu suerte, ni mucho menos que vayas a la cárcel por delitos que no son tuyos.
- No es la forma, te estás metiendo en la boca del diablo ¿Tienes idea de quién es ella o al menos quien es su hijo? - Abraham trataba que Helen entrara en razón.
- No, nunca la he visto y tampoco conozco a su hijo.
- Leonela Hoffmann. – dijo sin más y las pupilas de Helen se hundieron al escuchar ese apellido que le provocaba escalofríos. – No te cases con ninguno de ellos.
- ¿Por qué dices que con ninguno de ellos? ¿Cuántos hijos son? – preguntó de inmediato cuando mencionó a más de un hijo.
- Dos y son igual o peor que la madre. – los ojos de Abraham buscaban en la mirada de Helen algo que le dijera que no lo iba a hacer, pero lo único que encontró fue dudas. – Helen, escúchame, tienes que irte de aquí de inmediato. Esa familia es peligrosa y están locos todos ellos. Te repito, no te preocupes por mí, yo estaré bien.
Helen estaba en un punto ciego, si huía, ellos iban hacerle algo a Abraham y era lo menos que quería. Sus pensamientos fueron interrumpidos, cuando uno de los hombres de Leonela llegó y dijo.
- Los cinco minutos terminaron. - llevó sus dedos al reloj para que Helen se diera prisa.
Helen miró a Abraham y sonrió para él. Depositó un tierno beso sobre su frente, después le dijo.
- Prometo pronto visitarte. – ella no iba a permitir que le hicieran daño y para eso estaba decidida a casarse con uno de los hijos de Leonela. Se puso de pie y comenzó a caminar junto a aquel hombre que la esperaba en el marco de la puerta.
Abraham sintió un gran pesar por esa fatal decisión, ya había perdido una hermana y ahora pierde a Helen. El mismo dolor volvió a su cuerpo, manteniendo fresco ante aquel recuerdo.
…
Helen caminó junto al hombre, quien la desposó hasta uno de los coches donde esperaba Leonela sentada esos asientos traseros.
- No entiendo, porque sería yo quién se case con su hijo. Su clase siempre desposan a las de su mismo nivel. – dijo ella tomando asiento, su rostro estaba triste, pero trataba de ser fuerte ante Leonela.
- Ya te lo dije, es por tu parentesco. – respondió ella en cuanto el coche arrancó. - No tengo de otra y esta fue la única opción que pude encontrar para resolver todos nuestros problemas.
- Sí su hijo no me acepta ¿Podré irme? - preguntó Helen como una esperanza de salir de su calvario.
- Te va a aceptar quiera o no, es por el bien de todos y él lo sabe. - fue lo último que dijo Leonela y cerró sus ojos, estaba algo cansada.
Helen también guardó silencio, manteniendo su mirada fija en las calles de la gran ciudad. El resto del camino nadie dijo nada, ambas mujeres estaban en sus propios pensamientos, donde la tormenta de dudas las amenazaba.