Patricia Silva una abogada intachable, decide llevar un caso que le puede traer problema en su vida, ¿qué pasará con esta abogada? les invito a leer la historia.
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Capitulo 8
— ¡Maldición!.— dijo con frustración.
Me acarició el cabello mirándome a los ojos, se levantó y se fue. Corrí al baño, necesitaba quitarme su perfume y sudor de la piel. Todavía siento los latidos de su corazón en mi pecho, ¿qué demonio le pasa a este hombre?
Después de darme una larga ducha, salí del baño, encima de la cama había una bata blanca, supongo que es de Loli. No creo que pueda dormir por ahora, una sensación recorre todo mi cuerpo.
Víctor
Maldición, maldición, ¿qué diablo me pasa? ¿Por qué no la mato de una vez y dejo de estar pensando en sexo? La traje aquí para hacerla sufrir, no precisamente para tener relaciones íntimas con esa mujer. Salí de esa habitación hecho un pendejo, debí tenerla a la fuerza, carajo.
— Víctor, ¿por qué estabas en esa habitación?—preguntó Loli.
— No necesito sermones, llévale una bata a esa mujer, me voy a mi casa. —le contesté molesto.
Regreso a mi casa, siento mi corazón agitado, estoy sudando y tengo una erección que no logro bajar. Me voy a dar una ducha, tal vez me recupere de esta ola de sensaciones y deseo.
— Amor, ¿qué tienes? Estás muy sudando y te ves cansado. —preguntó Carla.
— Llegó una mercancía y tuve que ayudar a descargarla, me voy a bañar.
— ¿Te puedo hacer compañía?—dijo coqueta.
Asentí con la cabeza, pero en realidad no quería que me acompañara. Me desnudo completamente, ella nota mi erección, joder.
— Amor, estás superexcitado. —dijo acercándose.
No podía aguantar más, la empecé a besar desesperadamente, necesitaba saciar mis ganas. La coloqué de espalda y empecé a penetrarla, cerré los ojos y en cada estocada la veía, y la sentía a ella, a la abogada. La imaginaba pidiéndome más, con esos pensamientos tan explícitos, llegué rápido al orgasmo.
— Víctor, estuviste salvaje, me encantó. — me da un beso.
Ahora me siento un cínico, tuve sexo con ella y todo el tiempo pensé en otra, ella no se merece eso.
Siguiente día
Estoy en la agencia, con un pésimo humor.
— Pensé que no ibas a venir a la agencia, ¿qué pasó con la abogada?—pregunta Albín.
— Tengo que dar la cara a todo este desastre. La abogada está viva, si es que te preocupa. No me dijiste que esa mujer es hermosa, ¿te gusta?
— Joder, Víctor, ¿te gusta la abogada?
— No me gusta esa mujer, simplemente reconozco que es bella.
— A mí me agrada en buen sentido, me parece una mujer impresionante. Me hubiera gustado tener una hermana así.
— ¿Así de arrogante, altanera, y terca? Gracias a Dios que no tuvimos hermana.
— Noto cierto cambio en tu rostro cuando hablas de ella.
— Ideas tuyas, odio a esa mujer y la voy a hacer sufrir.
———
Patricia
Otro día más aquí, encerrada en estas cuatro paredes, secuestrada por hacer bien mi trabajo. Las horas no pasan, siento que el tiempo se detuvo aquí adentro.
— Buen día, Lic.— Loli entró a la habitación, sacándome de mis pensamientos.
— Buen día, Loli.
— Aquí está el desayuno, trate de comer algo, por favor. Veo que somos de la misma taya. —dijo al mirar la bata.
— Sabía que había sido usted, ¿él le pidió que lo hiciera?
— Sí.
— Gracias. Una pregunta, Loli, ¿desde cuándo trabajas para los Torres?
— Tengo más o menos treinta años trabajando para ellos.
— ¿A cuántas mujeres ha traído Víctor aquí para abusar de ella? Anoche estuvo a punto de tomarme a la fuerza.
— Lic. Le puedo asegurar que son buenas personas. Es la primera vez que Víctor trae una mujer aquí.
— ¿Le parece buena persona un hombre que secuestre a una mujer?
— No me gusta interferir en esos asuntos, pero mi muchacho no es mala persona.
— Tenemos diferentes maneras de distinguir a las personas buenas. ¿Víctor está en la casa?
— No, Lic. Se fue anoche. Me retiro, ¿necesitas algo?
— No, gracias, Loli.
Necesito hablar con mis padres, seguramente están preocupados.
Horas después
Me estoy cansando de estar encerrada, soy una mujer libre. Me gustaría salir afuera y tomar aire fresco, siento que me estoy enfermando.
Alguien tocó la puerta, y mi corazón automáticamente se acelera.
— Lic. Aquí le dejo estas bolsas.
Es Loli, con unas bolsas de ropa. Maldita sea, este estúpido no tiene planes de dejarme ir, y por lo visto tampoco de matarme, al menos por ahora.
— ¿Quién trajo esas bolsas?
— Moncho, uno de los hombres que trabaja para Víctor.
— Uno de sus matones.
Víctor
Le compré ropa a la abogada, no fue difícil saber su taya, tengo su cuerpo grabado en mi memoria. Salí de la agencia, voy a la cabaña. Otra vez le inventé una excusa a Carla para no llegar a casa.
Estaba trabajando, pero Patricia no salía de mi mente, quiero verla. Llego y subo a la habitación. Ella está sentada frente al espejo, por lo menos se puso uno de los vestidos que le compré.
— ¿Me estaba esperando?
— Sí, ¿dime cuándo piensas matarme, oh dejarme ir?
— ¿Tan mal te estoy tratando? No tengo planes de dejarte ir, te voy a matar, así que te aguanta.
— Eres una basura, Víctor Torres.
Víctor
Estoy cansado de escuchar sus malditos insultos, joder. Salgo de la habitación, le digo a Loli que le lleve la cena, y yo me fui a bañar. Esa mujer ejerce un poder sobre mí que jamás otra mujer había ejercido.
Le digo a Loli que le suba cena, y cómo siempre empieza a cuestionar.
— ¿Cuánto tiempo más la vas a tener encerrada?
— Hasta borrarla del mapa.
Ella me mira y sonríe, no entiendo el chisme, pero mejor no pregunto.
— ¿Qué quieres para cenar?
— Lo mismo que le hagas a ella.
Después de un rato volví a la habitación, estaba dormida, pero quería interrumpir su plácido sueño.
— Despierta, no te traje aquí para que la pases bien.
— Por favor, déjame en paz, ¿por qué no me matas de una vez, maldito, infeliz?
— ¿A qué le temes? Estás secuestrada y actúas como si estuviera de vacaciones.