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Nuestro Desastre Perfecto

Nuestro Desastre Perfecto

Status: Terminada
Genre:Romance / Comedia / Amor eterno / Completas
Popularitas:824
Nilai: 5
nombre de autor: HopeVelez

🌆 Cuando el orden choca con el caos, todo puede pasar.

Lucía, 23 años, llega a la ciudad buscando independencia y estabilidad. Su vida es una agenda perfectamente organizada… hasta que se muda a un piso compartido con tres compañeros que pondrán su paciencia —y sus planes— a prueba.

Diego, 25, su opuesto absoluto: creativo, relajado, sin un rumbo claro, pero con un encanto desordenado que desconcierta a Lucía más de lo que quisiera admitir.

Carla, la amiga que la convenció de mudarse, intenta mediar entre ellos… aunque muchas veces termina enredándolo todo aún más.
Y Javi, gamer y streamer a tiempo completo, aporta risas, caos y discusiones nocturnas por el WiFi.

Entre rutinas rotas, guitarras desafinadas, sarcasmo y atracciones inesperadas, esta convivencia se convierte en algo mucho más que un simple reparto de gastos.

✨ Una historia fresca, divertida y cercana sobre lo difícil —y emocionante— que puede ser compartir techo, espacio… y un pedacito de vida.

NovelToon tiene autorización de HopeVelez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 7 – A un respiro de distancia

El día había sido un caos: la cerradura seguía rota, el internet se había caído en plena partida de Javi (provocando una tragedia doméstica) y Carla había arrastrado a todos a una tarde de limpieza general del piso. Nadie se salvó. Ni siquiera Diego con sus excusas creativas.

Lucía, agotada, terminó sentada en el suelo del salón, recogiendo libros y revistas que parecían multiplicarse. El piso estaba patas arriba, y aún así, ella no podía soportar verlos desordenados. Diego se dejó caer a su lado con un suspiro exagerado, doblando mal una manta que parecía resistirse a toda logica.

—Eso no se dobla así —dijo Lucía, quitándosela de las manos.

—Ah, claro, la reina del orden en acción —bromeó él, observándola de cerca mientras ella se concentraba en alinear los bordes con precisión quirúrgica.

Cuando levantó la vista, se dio cuenta de lo cerca que estaba. Demasiado. podía distinguir las pequeñas pecas en su nariz, la curva despreocupada de su sonrisa y el olor a café que parecía seguirlo a todas partes.

—¿Qué? —preguntó ella, notando el calor en las mejillas.

—Nada. —Diego sonrió con esa expresión ladeada que la volvía loca—. Es solo que, cuando frunces el ceño, te salen estas arruguitas aquí… —Se inclinó un poco más y señaló suavemente la comisura de su frente.

Lucía tragó saliva.

—Eso no es un cumplido.

—Claro que sí. —Su voz bajó, casi un susurro—. Significa que piensas demasiado. Y que eres real.

El silencio cayó sobre ellos. El reloj del salón marcaba los segundos como si fueran más lentos que de costumbre. Solo se escuchaba el murmullo lejano de la lluvia ligera contra la ventana, parecía marcar un ritmo íntimo, como si el mundo entero se hubiera apagado para dejarlos ahí, solos, en medio del salón.

Diego no apartaba la mirada. Sus ojos bajaron a sus labios. Lucía lo sintió, lo supo, lo anticipo. Contuvo el aliento, inmóvil, como si moverse fuera a romper el hechizo.

Intento pensar en algo sarcástico, algo que la protegiera, pero las palabras no llegaban. Solo podía pensar en la absurda cercanía de sus rodillas rozándose, en el calor que irradiaba el cuerpo de Diego, en el impulso traicionero de cerrar ella misma la distancia.

Diego inclino un poco más la cabeza, casi tanteando el terreno.

—Lucía... —susurró, yy el sonido de su nombre en esa voz grave la desarmó.

Ella contuvo el aliento. Un centímetro más, y habría sido inevitable.

El piso entero pareció guardar silencio. Y justo entonces:

—¡Chicos! —Carla irrumpió en el salón con un cubo y una fregona—. ¿Alguien quiere turnarse para el baño?

Lucía se apartó como si hubiera visto un fantasma, agarrando la manta como escudo.

—¡Yo! —dijo demasiado alto.

Carla los miró con suspicacia, pero no dijo nada. Solo dejo el cubo en la esquina y salió como si nada, aunque su sonrisa escondida decía lo contrario.

Lucía prácticamente huyo hacia el pasillo, sintiendo todavía el corazón acelerado en la garganta.

Diego se dejó caer de espaldas en el sofá, riendo por lo bajo.

—Un día no habrá interrupciones —murmuró para sí, quedándose recostado en el sofá con una sonrisa victoriosa que se le escapa a cada vez que Lucía intentaba escapar y negarlo todo.

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