Continuación de la historia "Una vida llena de misterios y fantasías".
Feng Bao-Liang una pequeña princesa fue bendecida por un misterioso ser sobrenatural que los hombres apodaron el "Gran Dios Fénix". Y así un pequeño pueblo se convirtió en un gran imperio, abasteciendo a los ciudadanos de toda la fertilidad de la tierra.
pero...¿Por qué? nadie lo sabía...
Cuando la princesa nació, el gran fénix se presentó y la nombró como tesoro imperial.
El tiempo pasó y la princesa creció junto a su hermano mayor.
Todo parecía ir de maravilla hasta que la guerra se desató; entonces las cosas cambiaron...la vida de la pequeña princesa cambió completamente.
Ahora ella debe proteger a su imperio, buscar el porqué ese fénix la cuida y le enseña a controlar su maná espiritual sin pedir nada a cambio...¿Logrará Bao-Liang encontrar respuestas antes de lo inevitable? Porque después de todo un destino cruel le espera..
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Capítulo 7: Un zorro y una espada oxidada.
El sol brillaba en lo más alto del cielo, pero débil incapaz de quemar o lastimar los ojos, el viento movía los copos de los árboles mientras el gran ejército Feng seguía su camino.
La pequeña Bao-Liang caminando al lado de su caballo observando el paisaje, árboles, pájaros, ardillas y un zorro.
Un pequeño zorro rojo observándolos desde la distancia.
— Abuelo, ¿Los zorros realmente son demonios? —
El general Wei se gira y la mira antes de asentir.
— Nunca he visto uno transformarse, pero es mejor estar en alerta por cualquier cosa. —
Bao-Liang asiente sin preguntar más, creyendo que podría ser solo coincidencia. Aunque aquella pequeña bola de pelos era idéntico al del día anterior.
En el largo viaje, la pequeña princesa de vez en cuando bajaba de su caballo para recoger flores silvestres que guardaba aclarándole a su padre y abuelo que eran recuerdos de que una vez habían cruzado esos lugares.
Y en cada momento cuando se preparaba para subir a su caballo nuevamente, ahí estaba ese pequeño zorro observándola a la distancia, inmóvil por unos segundos entre los árboles y cuando el general la llamaba él desaparecía.
En todo el camino los mismos acontecimientos, el pequeño zorro dejándose ver solo por ella. A veces cruzando el camino con rapidez, trepándose a los árboles, jugando con los pajaritos pero siempre su mirada encontrándose con la de ella. Como si quisiera decirle algo con esa mirada, pero ella no entendía qué.
Al caer el sol, el general ordenó nuevamente que levantaran un campamento para descansar pues ya estaban más cerca de la frontera y debían recuperar energías antes de llegar.
— Bao-Liang, vamos a recoger leña para la fogata. —
La llama el emperador, ella asiente y va rápidamente por su espada y lo sigue, adentrándose en el bosque.
— Debes asegurarte de encontrar madera seca. —
— A la orden padre. —
Responde la pequeña corriendo entre los árboles, recogiendo pequeñas maderas y reuniendolas en el lugar indicado por su padre.
Después de un rato la madera recogida ya era bastante y algunos de los soldados empezaban a llevarlas hacia el exterior, en dirección al campamento levantado.
— Xiao-bao, es hora. —
— Ya voy, padre. —
— Me adelantaré para ayudar al general. —
— Si padre, voy enseguida. —
Los soldados desaparecen con el emperador, mientras Bao-Liang sigue rastreando una pequeña huella que descubrió al encontrar madera seca debajo de algunos árboles. Aunque al principio pensó que podría ser de alguien, pero al darse cuenta de lo descabellado que era esa idea optó por recoger la madera sin antes pedírselo a cualquier ser que lo había recogido para que no la vieran como una ladrona de madera.
Ahora ella rastreaba esas pequeñas huellas que había dejado quizás un animal silvestre al pasar cerca de aquella madera.
Y en ese momento lo volvió a ver cuando levantó la mirada, una pequeña bolita de pelos observándola detenidamente a unos metros de ella sin mostrar gestos de temor.
— Hola, pequeño. —
Saluda Bao-Liang con una sonrisa amistosa mientras se acerca al pequeño animal, este se queda quieto y cuando ella estaba a solo un metro de distancia retrocede unos pasos atrás. Se da la vuelta y comienza a correr internándose en lo más denso de ese bosque.
— ¡Oye! No iba a hacerte daño. —
Expresa con desilusión mirando al pequeño desaparecer entre los árboles, se da la vuelta para volver con su padre... pero un quejido de dolor la detiene, pensando que el zorro estaba en peligro corre por donde había huido olvidando en el proceso su espada.
— Ya voy, amigo, no temas. Nadie podrá lastimarte. —
Dice la pequeña corriendo a toda velocidad.
Pronto en ese gran cielo azul aparecieron nubes rojizas dando por sentado que el sol estaba desapareciendo, los minutos parecieron correr y por fin el bosque se empezó a sumir en la oscuridad. Siendo la luna, la única alma en el centro de esa oscuridad manteniendo el lugar en penumbras.
Bao-Liang con los latidos de su corazón desenfrenados, se detiene en medio del bosque observando la oscuridad en la que se encontraba y escuchando los revoloteos de los murciélagos sobre los árboles, buscando comida o mordiendo frutas silvestres.
Se dio la vuelta y se percató de que se había adentrado demasiado en el bosque, olvidándose ahora del camino de regreso al exterior. Por un momento creyó ver una sombra moviéndose en las penumbras.
La pequeña se armó de valor y siguió avanzando al recordar el quejido del pequeño zorro al haber sido posiblemente atacado.
En cada paso sentía como los árboles crujían, un fuerte viento sopló y su cabello terminó alborotándose y cubriéndole los ojos. Cuando acomodó los mechones rebeldes, observó un hermoso lago en medio de gigantescos árboles. Con una luz que iluminaba alrededor, parecía salir del interior del lago.
Bao-Liang solo sonríe y camina hacia la orilla, se agacha y mete las manos en el agua como cualquier niña, disfruta de lo fría que era y siente una extraña tranquilidad olvidando por unos momentos su objetivo al llegar ahí.
— No, ¿A qué venía? ¡Oh! Cierto. —
Exclama y se da un pequeño golpe a la cabeza por olvidar su propósito, se endereza y busca alrededor alguna señal de que el zorro estuvo ahí. Es entonces cuando sus ojos se desvían hacia el interior del lago, justo en el centro. Una espada oxidada en el fondo de ese lago.
— Mi espada. —
Murmura recordando que la había olvidado.
— Al menos esta podría ayudarme para defenderme. —
Dice mientras mete su mano hacia el agua intentando alcanzar la espada, pero al percatarse de que esta se encontraba lejos de su alcance. No tiene otra opción más que entrar al agua helada. Sin embargo, al siguiente segundo aquella espada oxidada se eleva en el agua y empieza acercarse hacia la orilla donde la pequeña princesa se encontraba.
— ¡Oh! eres bastante inteligente. —
Murmura alcanzando la espada y sacándola del agua. La observa bien y se da cuenta de que a pesar de estar oxidada tiene un grabado interesante.
— Te mandaré al herrero y quedarás como nuevo. —
La pequeña sonríe volviendo a pararse para seguir con su búsqueda.
Apenas le había dado la espalda al lago cuando el agua se elevó.
— ¡Insolente! ¿Te atreves a tomar algo mío? ¡Buscas la muerte! —
Una voz lleba de molestia se escua a sus espaldas, cuando vuelve a girarse observa a una gigantesca serpiente blanca sobre el aire mirándola.
— Yo, pido disculpas señor. No sabía que esta espada le pertenecía. Se la devuelvo. —
Bao-Liang hace una pequeña reverencia como disculpa y extiende la espada con sus dos manos. La criatura la mira y luego a la espada en sus manos sin creer que esa humana había logrado domar la sagrada espada del antiguo Dios.
— Aunque si usted desea, puedo enviarla al herrero para que la arregle. Está un poco oxidada —
Agrega la pequeña mirándolo.
— ¡¿Cómo te atreves a menospreciar la sagrada espada de mi señora?! —
Bao-Liang solo baja la cabeza haciendo una mueca de desagrado, ya que ese anciano serpiente estaba dándole mucho valor a una simple espada oxidada y en sus últimos momentos.
— Ya que has logrado domar esta espada sagrada, no puedo arrebatartela. pero por tu insolencia, te reto a una batalla. si ganas te la puedes llevar, si pierdes se queda y yo reclamaré tu vida como ofrenda de disculpa. —
La niña levanta la cabeza mirándolo con desinterés, levanta la espada y la lanza devolviendola al fondo del lago dejando boquiabiertos a los dos desconocidos que veían la situación escondidos detrás de unos arbustos. Pero esto enciende la furia de la serpiente.
— No la quiero, quedate con ella entonces. —
— ¡Tu! ¡Te atreves a ser altanera en este lugar! ¡Humana insolente! —
Un fuerte viento mueve cruelmente los árboles alrededor.
— Es solo una espada oxidada ¿Por qué tanto drama? —
Expresa la pequeña con desinterés cruzándose de brazos, se da la vuelta para irse pues ese anciano la ha puesto de malas, y aún debe buscar a ese pequeño zorro para asegurarse de que esté bien.
— NO IRÁS A NINGUNA PARTE. —
Bao-Liang siente como el agua la rodea como grandes cadenas y levanta su cuerpo al aire. La serpiente blanca la observa con clara molestia animal.
— Hoy conocerás mi furia humana insolente. —
...