Una Esposa Para El Ceo

Graciela estaba realmente asustada, ese hombre le daba temor. Más le hubiera valido no haberse dado cuenta de nada.

Estaba muy concentrada en ese problema que no se dio cuenta de que Rosaura entró al cuarto.

¡Por Dios, mamá, toca la puerta!

Perdón, hija, no quería asustarte. Estás muy frágil, ¿qué te sucede?

No me sucede nada, mamá, todo está bien solo me asustaste porque no te esperaba.

Solo vine a decirte que ya está la comida, mi vida.

Gracias, mamá, enseguida voy.

En el comedor Graciela estaba muy pensativa, nunca hubiera imaginado que a tan solo dos semanas de trabajar ya se encontraba en una gran disyuntiva.

Tenía que resolver ese problema, pero no quería poner en riesgo a su familia.

Ahora más que nunca estaba completamente segura de que Katy y Heliodoro actuaban juntos.

Por eso Katy le tenía odio porque al quitarla de ese lugar ya no iba a ser tan fácil seguir haciendo sus porquerías.

Cuando terminó de comer fue a su cuarto y abrió el cajón donde tenía escondido el papel que evidenciaba lo que estaba haciendo Heliodoro.

Al día siguiente, antes de ir a trabajar Graciela fue a una papelería y le sacó dos copias, el original lo guardó en su bolsa en un doble fondo que tenía para cualquier emergencia.

La primera copia la guardó en un cajón del despacho de José Augusto y la otra se quedó con ella para entregársela a su dueño. No se la iba a poner tan fácil.

Luego, agarrando mucho aire entró a su pequeño despacho que estaba justo al lado de la oficina de José Augusto.

Al verla llegar, Heliodoro, inmediatamente fue a su despacho.

Hola lindura, ¿trajiste lo que te pedí?

Sabes que esto que estás haciendo no está nada bien, José Augusto se enterará de todos modos.

Para cuando José Augusto se entere tal vez yo ya no esté aquí y más te vale mantener la boca cerrada si no quieres que tu familia pague las consecuencias.

Por favor, Heliodoro, mejor entrégate y no hagas las cosas difíciles, yo no sé cómo han estado las cosas, pero sé que don Gael te dio la oportunidad de trabajar aquí y te acogió en su empresa. Y tú le pagas de esta manera, ¿por qué?

¿Tú me preguntas por qué? ¿Acaso no vives en la miseria?, yo he vivido muchos años en la miseria. Mi tío lo único que hizo fue darme mucho trabajo y me pagaba muy poco. Yo soñaba con ser el CEO y después de unos años de trabajar aquí pensé que eso sería posible hasta que no sé de dónde llegó ese José Augusto.

Es el hijo de don Gael, ¿se te hace poco?, hasta donde yo sé su padre le pagó la carrera por eso no estaba aquí.

A mí eso no me importa yo quiero tener mi propio dinero.

Sí, un dinero que no te pertenece.

Ahora ya me pertenece y no pienso regresarlo me voy de este maldito lugar.

En eso, Katy se acercó al verlos platicar.

Y ustedes, ¿qué se traen?, ¿acaso me quieres quitar a mi hombre, Graciela?

¿Qué te pasa, Katy?, respétame y vete inmediatamente a tu trabajo y tú, Heliodoro, también vete a trabajar.

Al decir esto Graciela checó su reloj faltaban 2 minutos para las 9.

Veo que llegaste puntual, Katy, bien hecho y ahora a trabajar.

Katy le hizo una seña con la mano como diciendo, sí jefe.

¿Qué tanto platicabas con Graciela?, le dijo Katy a Heliodoro mientras se alejaban. Exijo una explicación.

Heliodoro fue muy tajante con su respuesta: ¡Tú a mí no me exiges nada!, Ni que fueras mi esposa, y ni aun así, fíjate.

Eres un majadero, todo esto me saco por querer ayudarte en tus malditos planes.

Eso es lo único que debe importarte, nuestros "malditos planes" como tú los llamas.

Heliodoro, también me importas tú, quiero que tú y yo vivamos juntos para siempre.

Tal vez vivamos juntos, pero, ¿para siempre?, eso sí no lo sabemos.

¡Imbécil!, dijo ella y se alejó a su lugar de trabajo.

Heliodoro la observó irse con una sonrisa en sus labios, "estúpida", pensó.

Así las cosas, José Augusto llegó tarde ese día porque antes de irse a su trabajo se pasó por una dulcería y compró unos chocolates para Graciela.

Tenía que ir preparándose para su plan de conquistarla, aunque su padre le había dado un año.

Después de todo la chica no se le hacía indiferente. Muy guapa e inteligente y sabía hacer muy bien su trabajo.

Estaba pensando cómo hacerle para casarse con ella.

Se pasó un buen rato en su escritorio pensando la manera de pedirle a Graciela que fuera su esposa hasta que de pronto se le ocurrió una idea muy interesante.

Hizo una llamada a un amigo que tenía tiempo de que no lo veía.

Moisés, necesito que me hagas un favor.

Claro que sí, amigo, ¿de qué se trata?, contestó Moisés del otro lado de la línea.

Es algo muy delicado, necesito que hablemos en persona, ¿estás en tu despacho?

Sí, además, tengo un tiempo libre para atenderte.

Bueno, en media hora estoy ahí, dijo José Augusto cortando la llamada.

Graciela, voy a una entrevista con un cliente, tal vez no regrese por el día de hoy. Te encargo mucho el changarro y haz lo que creas conveniente.

Sí, señor.

Entonces, no estás dispuesta a tutearme, ¿verdad?

Ya le dije que no podría es usted mi jefe, solamente le guardo respeto.

Bueno, como gustes. Nos vemos hasta mañana.

Rato después...

¿De manera que tu jefe se fue?

¿Qué quieres, Heliodoro?

Tranquila, solo quiero platicar contigo un contigo.

No tengo que hablar contigo, además, tengo mucho trabajo así que, por favor, retírate.

Pues no me voy a ir hasta que no te diga lo que vine a decirte.

De acuerdo, habla ya.

Esto que está pasando no es tan grave, es como quitarle un pelo a un gato. Mi tío es el hombre más rico de toda la región. No se va a dar cuenta del desfalco.

Como sea, es una cantidad exorbitante, tarde o temprano se dará cuenta; Graciela no se sentía bien por todo eso.

Ya te lo dije, cuando Augusto se dé cuenta yo ya no estaré aquí. Si quieres te doy una parte, así acallo un poco tu conciencia.

No seas estúpido, jamás aceptaré algo semejante.

Pues aunque no quieras eres mi cómplice desde que lo sabes y no le has dicho nada a Augusto.

¿Cómo puedes decir eso?, tú me tienes amenazada.

¿Acaso te estoy poniendo una pistola en la cabeza?, ¿crees que Augusto te va a creer eso?

¡Eres un...!

¿Qué soy?

Un miserable.