Noveno libro de saga colores.
El reino se tambalea con la llegada de la nueva reina proveniente de una tierra desconocida, Sir Levi, ayudante del rey, emprenderá un viaje para hacer un trato con el gobernante, Eudora, la aspirante espía, insistirá en acompañarle, una tentación a la que el sir no podrá resistirse.
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7. El extraño sir
...EUDORA:...
No comprendía este entrenamiento, no tenía sentido vendar mis ojos, encadenar mis manos y pies. Me daba con algo que sonaba como un látigo, sentía un pequeño picor cuando me daba, repitió una y otra vez, en mi hombro, mi brazo, mi abdomen y mis muslos.
Su voz y sus pasos aceleraban mi corazón, mi mente trataba de prepararse para el siguiente ataque y mi respiración se sentía más atorada cada vez.
Logré bloquear el primero al sentir sus pasos.
Pero usó su arma para rodear la cadena, dejándome inmóvil.
Sentí su olor y su calidez, ese olor me perseguía día y noche gracias a la ropa prestada, pero agregarle la calidez de su cuerpo masculino le agradaba más realismo.
Me sentía nerviosa, temblaba y trataba de ver a través de la venda.
Sentí un cosquilleo cuando la punta de lo que parecía ser cuero rozó mi mandíbula y mi cuello.
Tenía escalofríos extraños.
¿Qué rayos era esto?
No parecía un entrenamiento.
— ¿Qué hará al respecto? — Preguntó, su voz era muy gruesa, muy inquietante, hacía eco en mis oídos.
Me sentí más inquieta, traté de zafar, pero sostenía firme.
— Sir Levi... ¿Es esto un entrenamiento? — Pregunté, quería quitarme la venda de los ojos.
— Por supuesto, es usted mi presa, no es un juego — Su voz ronroneó en mí.
Me dijo que le gustaba jugar, a mí si me parecía un juego.
¿Quién rayos era él?
El cuero me rozó en las mejillas y me aparté.
— Basta, usted no se está tomando esto en serio ¿Con qué clase de raptor estoy tratando? — Preguntó y me soltó, apoyé las manos del suelo.
Sus pasos se alejaron.
— Señorita Eudora, debe estar preparada para tratar con cualquier rata.
— Lo sé, pero esto no es...
Gemí en alto cuando sentí un latigazo en mi trasero, estaba apoyada de manos y rodillas.
Sentí una extraña sensación entre mis piernas.
Maldición, esto ya no me parecía gracioso.
— Sir Levi, basta — Mi voz salió lastimera, así que cerré la boca.
Tenía que levantarme.
Temblorosa, me coloqué en pie, tambaleándome por el Vaivén del barco.
Me quedé quieta, jadeando.
— No puede darme órdenes, soy su raptor — Dijo, estaba detrás de mí.
— Déjeme en paz.
— ¿En serio? — Me estremecí cuando susurró contra mi oído.
Lancé mi codo hacia atrás.
Se alejó.
— Agresiva — Dijo y siseé cuando me pegó en la mano con el cuero — Debería domarla.
Otro azote en los muslos.
Me arqueé.
Sentí espasmos.
Me quité la venda.
Sir Levi tenía una fusta en la mano, su expresión era extraña, como si disfrutara de lo que estaba haciendo, de una manera perversa que no alcanza a comprender.
— ¿Qué rayos le pasa? Esto no me parece gracioso — Gruñí, quitándome las cadenas.
— El entrenamiento no termina — Pareció disgustarse, me lanzó una mirada severa — Nada de abandonar esto sin mi consentimiento.
— No es un entrenamiento, si su objetivo es burlarse de mí y ser su entretenimiento, no seré parte de esto — Lancé las cadenas e hice ademán de marcharme.
— No es una burla, no se atreva a irse así.
Lo fulminé con la mirada.
— ¿Qué rayos le pasa?
Se aproximó.
— Es mi aprendiz, debe obedecer en todo.
— Esto no me parece coherente, me hace sentir incómoda — Fruncí el ceño y se detuvo demasiado cerca — Siento que es perverso y que usted solo lo hace para su disfrute.
— ¿Sabe lo qué es? — Rozó la punta de la fusta en mis dedos, sus ojos estaban muy brillantes y sentí un cosquilleo más abajo de mi abdomen.
— No, no quiero ni saber — Aparté la mano — No vuelva a someterme a algo así.
Parecía haber decepción en su postura.
— Le gusta.
— No... usted está loco...
Se estremeció.
— ¿Cómo se atreve a llamarme así? — Jadeó.
— Deje de portarse como lunático entonces — Me indigné, le di la espalda.
Volvió a darme en el trasero con la fusta.
El cosquilleo casi me hace gemir en alto.
Me giré muy enojada y le lancé un puñetazo.
Lo bloqueó, tomando mi muñeca.
Mi rostro se sentía caliente.
Nos observamos detenidamente.
— Creí que podía domarla — Sus ojos parecían melancólicos, siempre tenían un aire soñoliento.
No comprendí nada, retrocedí espantada y salí de la bodega.
...****************...
Seguía lloviendo, así que me quedé en el camarote, observando por la ventana.
Tal vez no fue buena idea perseguir al sir hasta el barco. No sabía si podría verlo o tratarlo nuevamente como si no hubiese pasado nada extraño.
Mi mente le daba vueltas al asunto y no hallaba ningún sentido a su comportamiento.
¿Domarme? Ni que fuera una bestia.
Estaba loco.
Decidí acostarme un rato.
Las partes de mi cuerpo que recibieron los azotes seguían sonrojadas, pero sin lesión.
Sentí el cosquilleo y me cubrí el rostro con la almohada.
No quería saber más.
...****************...
Me tensé al ver al sir en la cocina, seleccionando la comida que el cocinero le ofrecía, parecía ser quisquilloso con la comida. No le gustaba la carne de pollo, prefería la de mar y también descartaba algunos tubérculos, los vegetales eran los más preferidos.
Por fortuna, el capitán Albert estaba presente y me senté en la mesa, en una de las sillas desocupadas.
— Albert.
— Hola, señorita Eudora ¿Descansó bastante?
— Sí, un poco — Suspiré.
La ropa que llevaba el sir era ligera, una camisa holgada oscura, desabotonada, revelando su piel blanca del cuello y pecho, tirantes y unos pantalones del mismo tono.
Se aproximó con el plato y se sentó frente a mí.
Ni siquiera me evaluó, empezó a comer de forma tan refinada, picando la carne y tomándola con el tenedor con delicadeza.
Me quedé perdida en sus manos blancas, tenía anillos de plata.
El cocinero me sirvió el almuerzo.
— Gracias.
— La reina de la embarcación merece la mejor atención — Me guiñó un ojo, el sir dejó de masticar por un segundo, luego continuó como si nada.
— La futura reina, aún es una princesa — Dijo Albert y me reí.
— ¿Por qué me dicen así? Solo soy una doncella aspirante a espía.
— Porque cuando se case conmigo, será mi reina — Dijo él, con expresión seductora.
Me sonrojé.
— Es usted muy directo.
— Siempre debo ser sincero — Albert elevó su barbilla.
El sir siguió comiendo como si nada.
— Debe ser un hombre bastante frecuentado.
— Se equivoca — Dijo, masticando una aceituna — Desde muy joven fui un irresponsable, me gustaba las fiestas, las mujeres y mi reputación era una mierda en la sociedad, la primera mujer a la que intenté cortejar terminó casada con el duque más temido del reino.
— No se equivocó al elegirlo a él — Dijo el sir y Albert le lanzó una mirada desdeñosa.
— Luego, me fijé en una señorita rubia de Hilaria, pero el conde Lean Roster que es por cierto cuñado de ese duque, también se me adelantó y después ya no lo quise intentar más.
— El problema no son las mujeres — Dijo el cocinero, soltando una carcajada — El capitán tiene mala suerte, debe hacer un ritual de purificación y llevar más amuletos — Señaló los collares con conchas marinas que tenía colgando del cuello.
— Me gustaba una amiga de mi hermana, su nombre era Ana, ya ni recuerdo, pero solo la pude ver una vez, la chica se marchó a su tierra y no supe más — Suspiró, sacudiendo la cabeza — Pasé tiempo en el mar así que ya no tenía mujeres cerca, hasta que volví a tierra y me topé con la duquesa Pepper al llegar a la capital, pero ella ya tenía un hombre en su vida y de paso estaba embarazada.
El sir continuaba indiferente.
— Es una pena.
— Usted podría ser la afortunada, pero no quiero que piense que la estoy presionando, no me voy a disgustar si elige a otra persona u otro camino — Dijo, con despreocupación.
— En estos momentos no pienso en ello, solo quiero ser espía y ser útil para el reino, me gustaría hacer lo correcto siempre y que sea motivo de orgullo, quiero aportar al reino para mantener la paz — Confesé con sinceridad.
— Busca un propósito y es de admirar — Me elogió y empujó su hombro contra el del sir.
Él le lanzó una mirada asesina cuando su trozo de zanahoria cayó fuera del plato.
— No me provoque mientras como.
— Está muy callado, Sir Levi, debería estar orgulloso de tener una aprendiz tan dedicada — Dijo y lo observó de reojo.
— No es recomendable que una aprendiz sea elogiada.
— ¿Por qué? — Exigió Albert — A veces el reconocimiento sirve de motivación.
— No ha demostrado ganarse un elogio, no aún — Gruñó él, observando hacia mí de forma severa.
— No necesito elogios, ni reconocimientos — Corté, tomando el tenedor para empezar a comer.
— Bien — Se encogió de hombros.
— Bien.
Comí, sin volver a prestarle el mínimo de atención.
Era increíble que estuviese enojado cuando fue él quien se portó extraño como lunático disfrutando de una tortura.
Los demás marineros entraron para recoger sus platos y en la mesa no hubo espacio para más discusiones, ni para sentarse cómodamente.
...****************...
Los días pasaron, estuve aprendiendo un poco con los marineros, pasé penurias cuando mi ciclo llegó, en pleno mar era difícil lidiar con la incomodidad, pero todo estuvo normal.
Las lecciones de combate eran lo que menos disfrutaba, el sir solo me hablaba para darme órdenes y criticar mis posturas de ataque. Aunque debía de aceptar que estaba funcionando, me sentía más fuerte, más ágil y podía responder a golpes sin ninguna dificultad.
Eso me daba un poco de entusiasmo.
Después de los entrenamientos no había más acercamientos entre el sir y yo, él se reunía en el camarote con el capitán, iba a la cubierta de noche o a su propio camarote.
Otra mañana en el mar y fui a la cubierta para tomar aire.
Las palomas volaban en círculos.
Una se acercó, aterrizando en la mano del sir.
Voló nuevamente, agitando sus alas.
La mirada de sir Levi se encontró con la mía.
Lucía tan misterioso, sus ropas, su postura y su expresión.
Bajó las escaleras del puente y se aproximó.
— ¿Qué lección tendré hoy?
— No necesita aprender mucho para ser Escucha, sabe defenderse ya, sus habilidades igualan bastante a las de los espías — Dijo, sereno, con su capa mostrando autoridad e imponencia.
— ¿Mis habilidades?
— Las que su padre le enseñó.
— Ah, entiendo — Me desanimé un poco.
— Solo debe poner en práctica lo que sabe, necesitaré que haga algo en Polemia, si tiene éxito será parte de la hermandad de espías — Se tornó muy serio.
— ¿Qué debo hacer?
Sacó algo de su bolsillo, parecía un medallón, pero sin cadena. Lo abrió, había un retrato de un hombre muy pálido dentro.
— Encuentre este hombre.
— ¿Cómo haré eso? — Pregunté.
Observó a todas partes.
Esto parecía ser muy privado.
— Le daré las indicaciones cuando llegue el momento, guarde esto, no lo pierda — Dijo, tendiendo el medallón, dudé — Por favor haga lo que pido.
Lo tomé de su mano.
— ¿Quién es ese hombre?
— No importa, es alguien que debe ser encontrado.
— Entiendo.
Guardé el medallón en mi bolsillo.
— No lo mencione a nadie, ni al capitán.
— ¿Por qué no puedo? — Me sentía desconfiada.
El sir era extraño, tal vez quería usarme para hacer algo que no era una orden del rey, no quería pensar que era malvado.
— Haga lo que diga, su superior soy yo, no el capitán o el resto de la tripulación — Fijó sus ojos en los míos — Escuche, si menciona algo olvídese de su puesto.
— De acuerdo — Protesté.
— Este atenta al anochecer, iré a su camarote.
Me estremecí, nerviosa.
— ¿Para qué irá? — Pregunté.
— Eudora, sus preguntas no son de mi agrado, solo obedezca — Siseó y mi corazón empezó a latir rápido, mis mejillas se sentían cálidas.
Me observó con curiosidad.
— Entiendo — Bajé mi mirada.
— ¿Qué pasa por su mente? — Elevó una comisura.
— Nada... No es nada...
— ¿Entonces por qué se pone así? — Sonrió pícaramente.
— No sé de que habla.
— Nos vemos luego.
Se alejó con pasos firmes.
Estuve todo el día con los nervios de punta, no me sentía bien del estómago y el sir se mantuvo lejos de mi presencia.
Llegó la noche y me inquieté más.
Caminé de un lado a otro en el camarote, después de la cena.
Observé el medallón, el hombre era un poco mayor, tenía cierto parecido al sir y eso me desconcertó más.
La puerta sonó y guardé el medallón.
Abrí.
El sir entró haciéndome a un lado.
Mis nervios aumentaron, cerré la puerta.
— ¿Qué se le ofrece?
— Le explicaré lo sucedido en la bodega — Noté que también estaba nervioso.