SOY EL AMOR DE TU VIDA

Gustavo no sabía como tener noticias de Ivette, pensó si ella estaba enferma y se sentía mal ese día que él la llevó no debía vivir tan lejos de ese domicilio, aun así era un lugar donde había muchas viviendas y edificios cercanos, podía llegar a pensar que estaban cerca el uno del otro, pero no necesariamente era fácil encontrarla.

Tuvo una idea, recordó que cerca del centro comercial había un centro de tratamiento contra el cáncer tal vez allí podía verla algún día, el problema era que él trabajaba y no podía estar frente a ese lugar todo el día esperando.

Recordó el horario en que la vio y pensó... Si la trata un médico específico lo más normal es que atienda en un mismo horario siempre, así que después de tres semanas de encontrar ese medicamento fue hasta el centro comercial por la tarde y caminó hasta el lugar donde se hacían tratamientos, era inútil preguntar por ella si no sabía el apellido, además nadie le daría información siendo un desconocido, pero la suerte o el destino lo acompañó, estaba sentado como muchos familiares esperando a alguien en tratamiento cuando de pronto vio aparecer a Ivette, saliendo del interior de un pasillo y se dirigió hasta el área de turnos y horarios, él se quedó observando a una distancia no tan lejos.

Ivette caminaba un poco agachada, en su rostro se veía sus ojos cansados había perdido ligeramente algo de peso, obviamente ni siquiera se dio cuenta que Gustavo estaba allí mirándola. Él sintió muchas ganas de acercarse, abrazarla, durante el tiempo que estaba allí pudo ver que cuando un paciente iba a salir del tratamiento venía una asistente y llamaba a un familiar el cual entraba y salía por ese pasillo acompañando a alguien que había sido sometido a algún tratamiento, inclusive algunos salían en silla de ruedas por las contra indicaciones que provoca este tratamiento, Ivette estaba sola y casi no podía sostenerse parada, estaba afirmada mientras confirmaba día y hora de su próximo procedimiento.

—Señorita, quiero confirmar mi próxima visita aquí — Dijo Ivette.

La persona que la atendía ya la conocía

—Ivette, ¿me repite su apellido?

—Mora, como la fruta dijo ella sacando una sonrisa en quien la atendía.

—El doctor confirma que será el lunes veintidós y sugiere que venga con alguien.

—Lo sé, pero no tengo quien me traiga.

—Entiendo, pero la próxima vez tal vez no pueda caminar y necesite que alguien la ayude.

—OK, lo tendré en cuenta.

Sacando cuentas rápidas de lo que alcanzó a escuchar Gustavo pensó son tres semanas más para que ella regrese. Esperó que ella saliera de allí. Se paró y la siguió, ella caminó una cuadra y se sentó en un café, pidió un té, no probó ni una gota de esa taza. Ella pedía solo para poder estar sentada y reponer un poco sus fuerzas.

Gustavo se sentó en otra mesa a espaldas de Ivette para no perderla de vista, quería acercarse, no quería invadirla, su madurez le decía que espere un momento más adecuado. Pidió un café para estar allí cerca de Ivette.

Pasó aproximadamente 40 minutos, pidió la cuenta, pagó y luego ella se paró afirmando sus manos en la mesa tratando de tener más fuerza para el impulso, todo esto él lo veía a pocas mesas de ella, se contuvo para no ir a asistirla. La vio salir, pagó su cuenta decidió ir por sus auto y buscar en la calle si es que la encontraba, en esta ocasión no lo logró, ella ya había tomado un taxi hasta su hogar.

Gustavo ya había descubierto que ella tenía cáncer, sabía que en tres semanas tendría que estar allí otra vez y ahora tenía un dato más de ella, su apellido es Mora, recordó que dijo... “Mora, como la fruta“