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Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Omegaverse / ABO
Popularitas:2.2k
Nilai: 5
nombre de autor: GEMINI_K

Jay y Gio llevan juntos tanto tiempo que ya podrían escribir un manual de matrimonio... o al menos una lista de reglas para sobrevivirlo. Casados desde hace años, su vida es una montaña rusa de momentos caóticos, peleas absurdas y risas interminables. Como alfa dominante, Gio es paciente, aunque eso no significa que siempre tenga el control y es un alfa que disfruta de alterar la paz de su pareja. Jay, por otro lado, es un omega dominante con un espíritu indomable: terco, impulsivo y con una energía que desafía cualquier intento de orden.

Su matrimonio no es perfecto, pero es suyo, y aunque a veces parezca que están al borde del desastre, siempre encuentran la forma de volver a elegirse

NovelToon tiene autorización de GEMINI_K para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

###**Capítulo 6: Rutinas Peligrosamente Cómodas**

Jay despertó sintiendo un calor envolvente, como si estuviera dentro de una nube caliente y protectora.

Tardó unos segundos en recordar dónde estaba.

Y en cuanto su cerebro hizo la conexión, entró en pánico.

Abrió los ojos de golpe y se encontró aplastado contra Gio.

Su cara estaba prácticamente enterrada en el cuello del alfa, respirando su aroma natural de maderas cálidas y un toque de especias.

Gio tenía ambos brazos firmemente enredados a su alrededor, como si estuviera sujetando su posesión más valiosa.

Y lo peor de todo…

Era que se sentía increíblemente bien.

Maldita sea.

Jay tragó saliva, intentando moverse con discreción, pero el agarre de Gio era demasiado fuerte.

Y antes de que pudiera idear un plan de escape, el alfa se despertó.

Jay sintió el cambio en su respiración antes de que Gio se estirara un poco y soltara un suspiro grave.

—Mmm… buenos días, amorcito.

La voz de Gio estaba ridículamente ronca.

Jay sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Intentó zafarse de inmediato.

—¡NO ME LLAMES ASÍ!

Pero Gio lo apretó más, hundiendo su rostro en su cabello y respirando hondo.

—Hueles delicioso en la mañana.

Jay se quedó congelado.

—…¡SUÉLTAME, ALFA ASQUEROSO!

Intentó forcejear, pero Gio simplemente se rió en su oído.

—¿Así que anoche no me extrañabas, eh?

Jay sintió sus mejillas arder.

—¡Cállate!

—¿Y quién fue el que vino gateando hasta el sofá en la madrugada?

—¡FUE PORQUE NO PODÍA DORMIR, ESTÚPIDO!

—Ajá… claro…

Jay gruñó y le mordió el hombro.

—¡DEJA DE HACERTE EL LISTO Y SUÉLTAME!

Gio fingió un quejido.

—Ay, qué agresivo.

Pero en lugar de soltarlo, se giró con él en los brazos, dejándolo ahora completamente atrapado debajo de su cuerpo.

Jay ahogó un grito.

—¡GIOVANNI!

Gio apoyó su peso sobre los antebrazos, mirándolo desde arriba con una sonrisa de satisfacción.

—Dime, Jaycito… si no querías estar conmigo, ¿por qué terminaste aquí, acurrucado conmigo?

Jay apretó los dientes, negándose a caer en su juego.

Pero Gio inclinó el rostro hasta rozar su nariz con la suya.

—Si quieres que te deje ir… dímelo.

Jay se quedó completamente quieto.

Sus labios estaban peligrosamente cerca.

Podía sentir el calor del aliento de Gio mezclándose con el suyo.

Pero NO.

NO IBA A CEDER.

Intentó empujarlo, pero en lugar de soltarlo, Gio bajó un poco más la cabeza y dejó un beso en su mandíbula.

—…Te odio —susurró Jay, sintiendo su cuerpo traicionarlo y relajarse bajo el peso del alfa.

Gio sonrió contra su piel.

—No lo haces... Si lo hicieras, no te habrías casado conmigo.

Jay cerró los ojos con frustración.

Era un caso perdido.

⋆。°✩

La rutina volvió a instalarse en sus vidas.

Después del intenso fin de semana que pasaron juntos, Jay había logrado recuperar un poco de espacio. Aunque recuperar era una palabra optimista, porque Gio seguía metiéndose en su burbuja cada vez que tenía oportunidad.

Si no lo atrapaba contra la encimera mientras cocinaba, lo acorralaba en el sofá cuando intentaba ver televisión. Y si no lo abrazaba en la madrugada —como si su vida dependiera de ello—, entonces le mandaba mensajes absurdos en el trabajo solo para molestarlo.

"¿Ya almorzaste?"

"Si no comes bien, te voy a revisar el refrigerador cuando llegue."

"Me llegó un paciente que no come nada verde. ¿Por qué me acordé de ti?"

"¿Qué me harás de cenar hoy, amorcito?"

Jay tenía que respirar hondo cada vez que veía esos mensajes, porque bloquear a su propio esposo parecía un poco extremo.

Pero si había algo que le daba paz mental, era su trabajo.

Diseñar era su refugio.

Pasaba horas enteras sumergido en telas, patrones y bocetos, asegurándose de que cada prenda que saliera de su estudio fuera perfecta. Y entre todos los encargos que tenía, uno en particular se estaba llevando toda su atención.

El traje de Gio.

Le había puesto más dedicación de la que quería admitir, asegurándose de que cada costura, cada detalle y cada ajuste estuvieran impecables.

Y ahora, después de varias noches sin dormir bien, estaba listo.

Lo único que faltaba…

Era que Gio se lo midiera.

Por eso, después de salir de su estudio, se dirigió directamente al hospital.

Porque si Gio no iba a su traje…

Él iba a Gio.

Jay cruzó las puertas del hospital con paso firme.

El aire estéril del lugar le hizo fruncir la nariz.

Odiaba los hospitales.

Pero más odiaba que Gio no contestara el teléfono.

Caminó hasta la recepción, donde una beta con gafas redondas tecleaba en su computadora, era un rostro que no había visto antes, tal vez habían cambiado a la recepcionista.

—Buenas tardes —dijo con una sonrisa ensayada para nuevos empleados—. Busco a mi esposo.

La recepcionista levantó la mirada.

—Por supuesto. ¿Cuál es el nombre del paciente?

Jay parpadeó, sí, definitivamente era nueva.

—¿Paciente? No, no. Mi esposo trabaja aquí.

—Oh. ¿Y su nombre es…?

—Gio.

La recepcionista asintió y revisó la pantalla.

—¿Apellido?

Jay rodó los ojos.

—El mío.

La beta lo miró, confundida.

Jay suspiró.

—Gio, nutricionista. Mide más de metro ochenta, tiene cara de que te va a regañar por comer carbohidratos, y su expresión predeterminada es "estoy decepcionado de ti".

La recepcionista parpadeó lentamente.

—…Ah, sí. Está en su oficina. Segundo piso, ala este.

Jay sonrió encantador.

—Gracias, cielo.

Y se alejó con elegancia.

Ahora solo faltaba arrastrar a su esposo hasta la casa…

Y asegurarse de que el traje le quedara perfecto.

Jay caminó por los pasillos del hospital con aire decidido.

Cada tanto, alguna enfermera o doctor lo miraba de reojo, probablemente preguntándose qué hacía un omega tan bien vestido y con cara de pocos amigos en el área administrativa.

No tenía tiempo para explicar.

Cuando llegó frente a la puerta de la oficina de Gio, no tocó.

Giró el pomo y entró como si fuera dueño del lugar.

Y lo que encontró lo dejó entre la incredulidad y la diversión.

Gio estaba despatarrado en su silla, con la cabeza apoyada en su escritorio, rodeado de papeles y un par de carpetas a medio abrir.

Su cabello oscuro estaba todo revuelto, y su respiración era profunda y relajada.

Se había quedado dormido.

Jay apoyó una mano en su cintura.

—¿En serio?

Silencio.

Jay se acercó y vio un bloc de notas con anotaciones de dietas pediátricas garabateadas.

—Míralo nada más —murmuró con sorna—. Todo un profesional.

Gio no reaccionó.

Jay entrecerró los ojos y, con mucha calma, le sacó un bolígrafo de la mesa.

Le quitó la tapa.

Y luego, con la misma paciencia, empujó la punta contra la mejilla de su esposo.

Nada.

Jay frunció el ceño.

¿Qué clase de sueño profundo era ese?

Decidió subir la apuesta.

Se inclinó y, con toda la dulzura del mundo, susurró en su oído:

—Gio… quemé tu libro de nutrición.

Nada.

Jay apretó los dientes.

—Gio… mezclé tus suplementos con azúcar en polvo.

Silencio.

Jay afiló la mirada.

Muy bien.

Sacó su última carta.

Se acercó y le susurró apenas rozando su oído:

—Gio… desayuné hamburguesa y papas fritas.

Gio parpadeó.

Jay sonrió.

El alfa se removió, su ceño fruncido incluso en su letargo.

—...Mmmh.

Jay se inclinó más.

—Y con doble queso.

Gio abrió los ojos.

Jay apenas tuvo tiempo de retroceder cuando su esposo lo miró con una mezcla de confusión y exasperación.

—…¿Qué carajo dijiste?

Jay soltó una carcajada.

—Buenos días, dormilón.

Gio se frotó la cara con una mano.

—Jay… ¿qué haces aquí?

—Rescatarte. —Se cruzó de brazos—. Viniste a trabajar, no a morirte aquí.

Gio bostezó y se pasó la mano por el cabello, despeinándolo aún más.

Jay lo miró de arriba abajo.

—Dios, mírate. Parece que perdiste diez años de vida.

—Tú me los quitaste.

Jay sonrió, encantador.

—Sabes que lo valgo.

Gio bufó.

—¿A qué viniste?

—A decirte que tu traje está listo —dijo Jay—. Tienes que ir a medírtelo.

Gio asintió, todavía con algo de sueño.

—Dame cinco minutos.

Jay rodó los ojos.

—Te doy tres.

Gio sonrió de lado.

—Qué generoso.

Jay se apoyó en el escritorio y lo miró con las cejas en alto.

—Anda, muévete. Si te duermes de nuevo, voy a tener que darte una razón para despertarte.

Gio lo miró, divertido.

—¿Esa es una amenaza o una promesa?

Jay sonrió con suficiencia.

—Descúbrelo, amor.

Y con eso, se dio la vuelta y salió de la oficina, dejando a Gio con una sonrisa de pura diversión en los labios.

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Lucero Solorzano
hay me encanta espero más capítulos por favor me que de con expectativas que dirá GIO...aaaaaaa que emoción
Lucero Solorzano
hola espero con ansias más capítulos espero y no lo dejes a la mitad...
Lucero Solorzano
Guau excelente hasta donde voy me gusta no es la clásica novela donde hay odio.amor o divorcio.aunque también me encantan muchas gracias tienes otras novelas me puedes dar los nombres.👍👍
Nidia Mojica
Gio quiere ser papá.
Nidia Mojica
Jajaja ese Gio es tremendo, traumados los suegroa de Jay.
Nidia Mojica
Jajajaja esos dos no aprenden.
Nidia Mojica
Huy ese señor si que da miedo.
Sofi
me encanta
Muriel
Quiero más aventuras🎈
Sayuri//acuario
Después de leer tu historia, me he quedado con ganas de más. Necesito saber qué pasa después. 😫👀
ZodiacKiller
😍Es genial, sigue así.
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