La historia sigue a un militar sin nombre, en medio de una guerra, al que todos se refieren como Ergo.
El mundo del futuro está en crisis debido a una guerra que ha asolado cada región desde hace años y de la cual parece ser que ningún compañero o militar cercano a Ergo sabe algo.
Un día cualquiera, durante una batalla campal, Ergo es herido y se ve orillado a reparar su extremidad tras acabar la batalla. Luego de su reparación, Ergo descubre a sus altos mandos hablando acerca de él, de su ineficiencia y de como lo eliminarán para traer a otro soldado en su lugar. No obstante y sin poder negarse, es enviado de nuevo en una última misión en los límites del mapa sabiendo que las batallas libradas allí son sinónimo de muerte.
Poco a poco, Ergo irá descubriendo la clase de mundo en el que habita y los secretos que se han ocultado ante el y cualquiera de sus compañeros.
En esta historia el lector se sumerge en un delirio y cuestionamiento filosófico y político acerca de la moralidad.
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VII
Ergo había considerado todo tan ridículamente ajeno a él. No entendía gran parte de lo que veía. Ludwig había intentado explicar con detalles sobre cualquier cosa que Ergo preguntará respecto a lo que había visto brevemente afuera; pero aun así no entendía nada en gran parte, únicamente algunas de las utilidades de ciertos objetos familiares usados en las batallas o en la zona en la que estaba habituado a vivir: autos, electrodomésticos de cocina, y quizá un poco los eslóganes que le hacían recordar al arte de los muros de aquella zona que rezaba su lema junto al dibujo de un soldado con el logo de su bando en un estandarte.
Los objetos que no pudo entender, Ludwig los había pasado de lleno y simplemente dejaron la charla bastante temprano. Ergo no indagó más respecto lo demás, solo al ambiente de afuera, y ahora se arrepentía porque la hora era demasiado avanzada. Había llegado a observar el reloj de la pantalla en la sala marcar poco más de las nueve de la noche. Rememoraba todo lo que había sido respondido ante sus dudas, siendo presa del insomnio, acostado en una cómoda cama con base de madera. Él nunca había conocido una zona tan cómoda, estaba acostumbrado a la dureza característica de los colchones usados para él y sus compañeros. Al costado izquierdo de la cama, había una ventana que tenía unas ventanas que Ludwig había cerrado mediante su voz y que ahora no dejaban ver nada afuera a Ergo, aunque ligeramente se pudieran escuchar los sonidos de diversas cosas y otro tanto de sonidos que Ergo no sabía interpretar.
Ergo fue inundado de múltiples deducciones que hicieron eco en su mente y de múltiples emociones que desconocía y le hacían sentir diversas cosas a lo largo de su cuerpo: comezón, asfixia, dolor y presión sobre el pecho, y con todo ello, sin darse cuenta, fue quedándose dormido lentamente.
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Ergo se despertó en cuanto escucho que alguien abría la puerta de la habitación, claramente en alerta. Era parte de su experiencia adquirida como soldado.
—Tranquilo hijo, solo soy yo—dijo Ludwig entrando en la habitación—. ¿Gustas desayunar?
Ergo mostraba claros signos de haberse desvelado, había unas pequeñas bolsas oscurecidas bajo sus ojos que le delataban, pero Ludwig no quiso molestar con ello.
—Sí... Creo que está bien—dijo Ergo con algo de vergüenza.
Ambos salieron de la habitación y fueron a la cocina donde Ludwig tenía un plato listo—pero vacío—para Ergo en caso de tener hambre. Cuando Ergo se sentó, Ludwig volvió a servir un platillo diferente que dejó a Ergo completamente fascinado por el olor y el sabor salado. También miro con atención los platos, sus patrones e incluso el de los vasos; estaba acostumbrado a ser tratado con recursos minimalista que solamente fueran útiles y sin personalidad.
—Ayer... no respondió a mi pregunta... ¿Qué haré ahora?
Ludwig miro con los ojos bien abiertos a Ergo.
—Ya te lo dije, vive. Ahora eres libre de conocer experiencias totalmente nuevas. Es más, aguarda aquí—dijo y salió de la cocina rumbo a la sala. Regresando con un libro que dejo sobre la mesa—. Tómalo y observa, ¿puedes leer su contenido?
Ergo tomo el libro en sus manos y sintió su textura a causa de las tapas de tela. Lo abrió con mucha curiosidad y sintió la belleza del papel.
—No sé que es esto... Pero una parte de mí siente que lo conoce. Creo que...—Ergo abrió desde la primera página y leyó muy bien en el centro de la obra "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?".
—¿Puedes leer?
—¡Si! Pero jamás había visto algo así, lo único que solíamos leer en aquel lugar era el enorme arte de los muros, las palabras que rezaban, indicaciones y las diapositivas que veíamos en los cursos teóricos—dijo Ergo mostrándose fascinado ante el libro con mayor euforia.
—Hay muchos más en aquellos libreros de la sala, siéntete libre de tomarlos.
Ergo quedó fascinado y seguía pasando las manos por el libro, hasta casi olvidarse de comer.