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Amor por Contrato...

Amor por Contrato...

Status: En proceso
Genre:Matrimonio contratado / Maltrato Emocional / Embarazo no planeado / Traiciones y engaños / Matrimonio arreglado / Romance oscuro
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Tania Uribe

Casada por dos años con un hombre que pensaba que la amaba, pero luego este le fue infiel y decidida se divorció, se fue del país y comenzó otra vida lejos de ese mal recuerdo.

Sin imaginar que se encontraría con un problema...

Viviendo en otro país, lo primero que hizo fue ir a un bar, tomar quién sabe cuantos tragos de tequila y un par de margaritas, termina teniendo una aventura de una noche y luego se fue sin decir una sola palabra.

Después de ello su familia busca casarla, pero antes la hacen firmar a ella y futuro esposo un contrato el cual establece que sí alguno de los dos era infiel, el divorcio sería inmediato y además de tener que pagar una indemnización que era el equivalente al valor de ambas empresas familiares.

Firmaron. Ella trataba de olvidar aquella aventura, mientras que él buscaba con desesperación hacerle saber a ella que él era el hombre al que le había dado el mejor sexo de su vida y que su aventura no es un error, si no un perfecto error.

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Capítulo 4

DMITRI

La mirada de horror en sus ojos grises como la plata, reflejaron sorpresa y enojo, un enojo me hizo comprender que me había pasado con ella. Era una mujer que por fuera era dura como el acero pero tan frágil como una rosa. En ese momento me di cuenta de que ella era una flor delicada que había perdido su esplendor por culpa del hijo de perra de su exmarido.

Y yo me iba a encargar de que ese miserable tuviera el castigo que se merecía, nadie se metía con lo que era mío. Mi bella amatista... nadie se mete con ella.

Miraba la fotografía de mi prometida en teléfono, era demasiado bella como para dejar de mirarla. Sus grandes ojos color plata, su piel tan blanca como la luna, sus cabellos oscuros como el café caían sobrepasando la altura de sus hombros esbeltos y perfectos, su mirada angelical y pura era lo que más me atraía de ella.

Su sonrisa irradiaba alegría pura y me daba paz, una paz que desde hace años que no sentía. Dejé lado el teléfono y me enfoqué en investigar al hombre que había sido esposo de mi bella amatista.

Entonces miré a mi asistente Jayden y dije:

—Investiga a este tipo y todo lo que sea de relevante sobre él—. Le dije mostrándole la fotografía del tipo.

—Sí, señor—. Lo oí decir desde el asiento del acompañante.

Me quedé viendo la ventana mientras veía pasar cada edificio, cada árbol, persona y animal. Por un instante, solo un instante pensé en que tal vez podría mejor el mundo de mi bella amatista, pero antes debía encargarme del hombre que le rompió el alma y corazón en pedazos.

...****************...

SOFÍA

Salía de la cafetería luego de haber tenido aquel altercado con Dmitri, vi a lo lejos a un hombre que se asemejaba mucho a mi exmarido Sebastián...

Casi se me caía la mochila de mi hombro cuando lo miré más de cerca, quise irme, pero mi cuerpo no me lo permitió. Mi mente me gritaba que me fuera y cuando finalmente lo conseguí, él me vio y se acercó a mí, desesperado, muy desesperado.

—¡Espera, Sofía!—Gritó tomándome del brazo.

Al verlo me di cuenta de que su semblante había cambiado, parecía que le habían pasado diez años encima. Las ojeras debajo de sus ojos cafés y las líneas dibujadas en su rostro mostraban que estaba demacrado y cansado, era evidente que estaba metido un gran problema y por lo visto no era nada bueno.

Estaba más delgado y la palidez de su rostro lo hacía más evidente. Me daba cierta pena, pero al mismo tiempo el enojo y la rabia me hacían pensar más con la cabeza que con otra cosa. Su ropa era más sencilla, más modesta y por lo visto más económica.

Lo recordaba vestido con trajes sastres elegantes, relojes elegantes y caros, zapatos de lujo y accesorios que yo odiaba que usara. Y al verlo con una camiseta gris y pantalón de mezclilla roto de la rodilla, y zapatillas deportivas grises desgastadas. Su cabello rubio oscuro era más largo y grasoso a la vista.

Me solté de su agarre y dije:

—¿Qué quieres? ¿No te quedó claro que no debes acercarte a mí?—Le dije con seriedad.—¿No te acuerdas cuando firmamos el divorcio, Sebastián?—Le pregunté en su idioma natal que era el español, ya que él era español de nacimiento.

—Mira Sofía, no vengo a causarte problemas. Por favor, escúchame—. Suspiré harta de lo mismo. Que lo escuchara.

—¿En qué demonios se metieron tú y Susana?—Desvió la mirada, era una táctica de él. Siempre la usaba cada vez que me daba cuenta de que quería algo de mí, estaba segura de que se trataba o relacionaba con dinero.

—Susana... está embarazada. Necesito que me des dinero—. Empecé a reírme de la ironía.—¡No te rías, esto es serio! Ninguno de los dos lo planeó—. Dijo con más desesperación.

—No es mi problema, además en el divorcio me exigiste que te dejara la mitad de los bienes y acepté para tenerte lejos de mí, por lo visto no te funcionó el plan, ¿verdad?—Le respondí cruzando los brazos.

—Sofía..., no estoy de humor para tus tonterías, dame la pasta ahora.

Suspiré pesadamente mirando el suelo negando con la cabeza.

—Sebastián, ¿recuerdas las letras pequeñas que estaban escritas al final en el acuerdo de divorcio, luego de que firmaste con arrogancia?— Dio un paso hacia atrás, recordando.—Así es, luego de que recibiste tu parte después de haber vendido el departamento en el que ambos vivimos juntos y accediste a vender porque para ti era poca cosa y yo ya no quería estar ahí.

Tras haber recibido tu parte del dinero de la venta, tanto el contrato de venta del departamento así como también el acuerdo de divorcio ambos papeles dicen que luego de recibir el dinero, ya no tendrías ningún otro beneficio económico, y te recuerdo que tus acciones del Grupo Van Vanselow son mías—. Le dije la verdad, por suerte había conseguido un buen abogado que después de tanto dinero invertido, había valido la pena.

—N-No... lo entiendo... ¿Por qué hiciste eso?—Me tomó de ambos brazos con desesperación. Me solté de su agarre.

—Sebastián, te dije que luego de firmar el divorcio, ya nada sería igual. Y ahora debo irme, tengo mucho que hacer—Quise irme, pero no me dejó. No podía soltarme de su agarre, era muy fuerte.

—Dame el dinero, lo necesito. Yo no puedo ser Padre de un bastardo, pero ella está aferrada y poco me importa lo que digas o hagas, ¡¡DAME EL PUTO DINERO!!—Gritó apretando con fuerza mis brazos. En ese momento vi llegar a mi prometido quien sin dudarlo lo apartó de mí y lo golpeó con una furia que jamás había visto en un hombre.

En ese momento fui apartada por un hombre de ojos azules, cabello negro corto, mirada seria, pero a la vez afilada, me alejó y estuvo a mi lado sin apartarse de mí ni un solo segundo.

Su traje gris era impecable al igual que su corbata del mismo color del traje, sus mocasines eran negros y en aquel momento les cayó una pequeña gota de sangre, la sangre era de Sebastián quien apenas podía defenderse de los golpes de Dmitri que eran demasiado rápidos feroces.

No me había dado cuenta de que mis botas beige cortas con tacón sencillo tenían algunas salpicaduras de la sangre de Sebastián, hasta después lo noté y no me importó, nada importaba. Seguí mirando la pelea y entonces Dmitri lo pateó en el abdomen con tanta fuerza que creí que lo iba a matar, quise decirle que parara, pero no me salía la voz por lo asustada que estaba en ese momento, me quedé allí viendo lo que estaba pasando. Parecía que estaba viendo a un demonio, un animal golpeando a mi exmarido, lo cual me hizo sentir bien por una extraña razón.

Luego de unos minutos Dmitri tomó de la playera a Sebastián enfurecido y le dio otro golpe que lo hizo escupir algo de sangre, de nuevo. Fue entonces que dije:

–¡Basta, Dmitri! ¡No vale la pena!—Grité asustada. Me miró y lo soltó como si fuera algo inservible. Fue hacia mí y me abrazó, no quería soltarme y no dejé que lo hiciera. Estaba temblando y él me consolaba acariciando mi cabello.

—Jayden... llama a la policía y encárgate de nunca vuelva a acercarse a mi MUJER—. Sus palabras me dejaron desconcertada y a la vez me daban paz, me tranquilizaban.—No te preocupes, nunca volverá a molestarte en su larga y patética vida—. Nos fuimos de allí dejando al tal Jayden encargándose de Sebastián.

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Celina Saucedo
Que voy y que arreglen el problema y no le den gusto al hermano
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