La Venganza Del Sigma

POV Oliver

Las semanas siguientes fueron un infierno. Allen parecía disfrutar recordarme constantemente lo despreciado que era en su visión del mundo, utilizando cada oportunidad para humillarme y recordarme mi lugar en la jerarquía social. Me exigía dinero y que hiciera sus trabajos universitarios aprovechándose de mi vulnerabilidad y mi necesidad de evitar conflictos. Sabía que ni siquiera necesitaba dinero, o que era un tonto que no podía hacer sus propios trabajos, el simplemente se deleitaba en mantenerme constantemente en estado de estrés y ansiedad, como si mi malestar fuera fuente de diversión.

Cada encuentro con él era una prueba resistencia, una batalla constante para mantener mi compostura y no ceder ante su intimidación. Sus palabras hirientes y sus acciones mezquinas se clavaban en mi piel como espinas, dejándome marcado con cada interacción. A pesar de mis esfuerzos por mantener la calma, y no dejar que sus insultos me afectaran, sentía que mi autoestima se desmoronaba un poco más cada día.

El peso de la situación era abrumador. Me sentía atrapado en un ciclo interminable de abuso emocional y manipulación, sin saber cómo escapar de la espiral descendente en la que me encontraba. Cada día se volvía más difícil levantarme de la cama y enfrentar el mundo, sabiendo que tendría que enfrentar a Allen y sus constantes tormentos una vez más.

A medida que los días pasaban, mi resentimiento hacia Allen crecía, pero también mi miedo. Miedo de lo que podría hacer si me negaba a obedecerlo, miedo de que cumpliera sus amenazas y revelara mi secreto al mundo. Me sentía atrapado en un juego de poder desigual, sin saber cómo poner fin a esa pesadilla.

La soledad se convirtió en mi compañera constante en medio de la tormenta. Aunque tenía amigos, ellos eran en línea, dispersos lejos de mí. No podía recurrir a ellos en busca de consuelo o apoyo, ya que no estaban físicamente presentes para escucharme o ayudarme a enfrentar mis problemas.

Cada vez que me encontraba en la residencia estudiantil, rodeado de personas que parecían tan distantes y ajenas a mi situación, me sentía más aislado que nunca. La sensación de estar solo en medio de una multitud era abrumadora, y a veces me preguntaba si alguna vez encontraría a alguien en quien pudiera confiar y abrir mi corazón.

Sin un hombro en el que apoyarme o un oído dispuesto a escuchar mis preocupaciones, me vi obligado a enfrentar mis batallas internas en solitario. Cada insulto de Allen, cada demanda cruel, se hundía más y más en mi alma, dejándome con una sensación de desamparo y desesperación.

Anhelaba desesperadamente la presencia de alguien en quien pudiera confiar, alguien que me ofreciera consuelo y me recordara que no estaba solo en esta lucha.

La frustración me consumía cada vez que observaba cómo todos a mi alrededor parecían adorar a Allen, sin darse cuenta de la verdadera naturaleza de su ser. Para el mundo exterior, él era un chico carismático y encantador, el alma de la fiesta, el líder indiscutible cuya presencia iluminaba cualquier habitación en la que entrara, pero yo sabía la verdad detrás de la fachada de Allen, conocía la oscuridad que se escondía bajo su sonrisa encantadora y sus palabras amables.

Era desgarrador ver cómo la gente se dejaba engañar por su apariencia superficial, sin darse cuenta del daño que él era capaz de infligir a los demás. Mientras yo sufría en silencio bajo su tiranía, el mundo seguía girando como si nada hubiera pasado, como si las verdaderas intenciones de Allen estuvieran ocultas a simple vista.

Me resultaba difícil comprender cómo alguien tan despreciable podía ser tan querido por los demás, cómo podían idolatrar a alguien que era tan cruel y mezquino en su interior. Cada vez que veía a alguien alabando a Allen o siguiendo ciegamente sus órdenes, sentía una mezcla de enojo y desesperación ardiendo en mi pecho, preguntándome cuándo se darían cuenta del monstruo que tenían delante.

Pero por más frustrante que fuera ver a Allen salir se con la suya una y otra vez, sabía que no podía dejar que su influencia me destruyera. Tenía que encontrar una manera de enfrentarlo.