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Nacido Para Reinar Destinado A Morir

Nacido Para Reinar Destinado A Morir

Status: Terminada
Genre:Completas / Batalla por el trono / Viaje a un mundo de fantasía / Reencarnación
Popularitas:3.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Gabrielcandelario

En un reino sumido en la incertidumbre, el inesperado fallecimiento del rey desata una sucesión al trono llena de intrigas y peligros. En medio de este caos, nace un príncipe, cuyo destino está marcado por la tragedia. Desde el momento de su nacimiento, el joven príncipe es reconocido como el legítimo heredero al trono. Criado en la sombra del poder, su vida transcurre entre los muros del palacio, donde aprende el arte de gobernar y se prepara para asumir el manto de la corona. Sin embargo, su destino está irremediablemente sellado. Una antigua profecía dicta que el nuevo rey deberá pagar un precio aún más alto: su propia vida. Cuando la amenaza se cierne sobre el reino, el príncipe se encuentra ante una disyuntiva inquietante: aceptar su inevitable muerte o luchar por la supervivencia de su pueblo. En una trama trepidante, que combina la alta fantasía con la intriga política, el príncipe se enfrenta a la encrucijada de su vida. Deberá tomar una decisión que determinará el futuro del reino y su propia existencia, enfrentándose a fuerzas oscuras, traidores y a su propio miedo a la muerte. "Nacido para Reinar, Destinado a Morir" es una épica historia de sacrificio, lealtad y el poder transformador del amor, que cautivará a los amantes de la ficción heroica y los relatos sobre el destino. ¿Qué le parece esta sinopsis? Espero haber capturado adecuadamente los elementos clave de la trama que ha planteado. Estoy abierto a cualquier comentario o sugerencia que quiera hacer.

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La Coronación

Capítulo 7 - "La Coronación"

Finalmente, la víspera de la ceremonia, Damián recibió la noticia que tanto había esperado. Todos los señores feudales, incluyendo aquellos que se habían mostrado más rebeldes, habían aceptado asistir a la coronación.

—Majestad, es un logro extraordinario —declaró lord Víctor, con evidente satisfacción—. Usted ha demostrado una habilidad diplomática admirable.

Damián asintió, sin poder ocultar su propia sorpresa. Sabía que había sido un camino arduo y lleno de obstáculos, pero había logrado mantener la unidad del reino en un momento tan crucial.

—Debo reconocer que gran parte del mérito le corresponde a mi madre —dijo, dirigiendo una mirada agradecida a Elisa—. Sus consejos y su apoyo inquebrantable han sido fundamentales.

La reina sonrió con orgullo, consciente de la responsabilidad que recaía sobre los hombros de su hijo. Sabía que el verdadero desafío llegaría al día siguiente, cuando Damián fuera coronado ante todo el reino.

—Mañana será un día histórico, Damián —dijo, con tono sereno—. Recuerda que no estás solo en esta tarea. Todo el pueblo de Aetheria te respalda y confía en tu liderazgo.

El joven rey asintió, sintiendo cómo la determinación se apoderaba de él. Después de tanto esfuerzo, finalmente había llegado el momento de asumir su legítimo lugar en el trono.

Esa noche, Damián se retiró a sus aposentos, pero el sueño se le escapaba. Sabía que, al día siguiente, todas las miradas estarían puestas en él, y no podía permitirse cometer el más mínimo error.

Finalmente, el ansiado día de la coronación amaneció con un cielo despejado y un ambiente de expectativa en la capital. Los habitantes de Aetheria se habían volcado a las calles, ansiosos por recibir a su nuevo rey.

Damián, ataviado con sus mejores galas, se dirigió a la catedral, donde lo esperaba una multitud de nobles, líderes religiosos y representantes de todo el reino.

Mientras avanzaba por el pasillo central, sintió cómo todos los ojos se posaban en él. Respiró hondo, manteniendo la compostura y la dignidad que exigía su nuevo rol.

Al llegar al altar, Damián se arrodilló ante el arzobispo, quien se dispuso a iniciar la solemne ceremonia.

—Pueblo de Aetheria —proclamó el religioso, con voz clara y grave—, han sido convocados aquí para presenciar la coronación de nuestro legítimo rey, Damián, hijo del difunto rey Augusto.

Un murmullo de aprobación recorrió la catedral, mientras Damián permanecía en silencio, concentrado en las palabras del arzobispo.

—Damián, hijo de Augusto —continuó el religioso, dirigiéndose directamente al joven monarca—, ¿juras gobernar con justicia y sabiduría, velar por el bienestar de tu pueblo y defender la fe de nuestros antepasados?

—Lo juro —respondió Damián, con voz firme y clara.

El arzobispo asintió con solemnidad y tomó la corona entre sus manos, colocándola suavemente sobre la cabeza del nuevo rey.

—Entonces, en nombre de Dios Todopoderoso, te coronamos como rey de Aetheria —proclamó, con voz solemne—. ¡Que viva el rey!

Un estruendoso vitoreo llenó la catedral, mientras Damián se ponía de pie, sintiendo el peso de la corona sobre su cabeza. Sabía que, a partir de ese momento, su vida ya no le pertenecía solo a él, sino a todo el reino que ahora gobernaba.

Cuando la ovación se calmó, Damián se dirigió a la multitud, consciente de que cada una de sus palabras sería escuchada con atención.

—Pueblo de Aetheria —dijo, con voz firme y clara—, hoy asumo mi legítimo lugar en el trono de nuestros antepasados. Pero no lo hago solo; los llevo a ustedes en mi corazón, pues es por el bien de todos que gobernaré con justicia y sabiduría.

Hizo una pausa, observando el mar de rostros que lo miraban con expectativa.

—Sé que en los últimos meses hemos enfrentado momentos de incertidumbre y desafíos, pero les aseguro que haré todo lo que esté a mi alcance para mantener la unidad y la prosperidad de nuestro reino.

Un nuevo aplauso resonó en la catedral, y Damián sintió cómo la confianza y la esperanza de su pueblo lo llenaban de fortaleza.

Después de la ceremonia, Damián se dirigió a un suntuoso banquete, donde lo esperaban los nobles y señores feudales de todo el reino. Recorrió el salón, estrechando manos y conversando con aquellos que momentos antes habían cuestionado su autoridad.

—Majestad —lo saludó lord Víctor, con una inclinación de cabeza—, permítame felicitarlo por su coronación. Ha demostrado ser digno del trono de Aetheria.

Damián asintió, consciente de que esas palabras significaban mucho, viniendo del anciano líder.

—Agradezco sus felicitaciones, lord Víctor —respondió, con cortesía—. Espero poder contar con su consejo y su apoyo durante mi reinado.

Víctor esbozó una leve sonrisa, y Damián supo que, a pesar de sus diferencias, el anciano respetaba su determinación y su liderazgo.

Mientras recorría el salón, Damián se encontró con la mirada orgullosa de su madre, Elisa. La reina se acercó a él, con una sonrisa radiante.

—Estoy muy orgullosa de ti, Damián —dijo, envolviendo a su hijo en un cálido abrazo—. Has demostrado ser un verdadero rey.

El joven monarca correspondió al abrazo, sintiendo cómo la emoción lo embargaba. Sabía que, sin el apoyo y la sabiduría de su madre, no habría logrado llegar tan lejos.

—Gracias, madre —susurró, con la voz ligeramente quebrada—. No habría podido hacerlo sin ti.

Elisa se separó un poco de él y lo miró con ternura.

—Ahora te corresponde guiar a nuestro pueblo, Damián —dijo, con firmeza—. Sé que lo harás con la misma determinación y sabiduría que has demostrado hasta ahora.

Damián asintió, sintiéndose más preparado que nunca para asumir su papel como rey. Sabía que los desafíos no terminarían allí, pero estaba decidido a enfrentarlos con valentía y a trabajar incansablemente por el bien de su reino.

Mientras disfrutaba del festejo, Damián no pudo evitar pensar en los señores feudales que, aún a regañadientes, habían aceptado asistir a la ceremonia. Sabía que su lealtad no era incondicional, y que debía ganársela con acciones concretas.

Cuando finalmente el banquete llegó a su fin, Damián se retiró a sus aposentos, sintiendo el peso de la corona gravitar sobre su cabeza. Sabía que a partir de ese momento, cada una de sus decisiones y acciones serían escrutadas minuciosamente por los nobles y señores feudales del reino.

Mientras se preparaba para descansar, Damián no pudo evitar sentir una inquietud creciente en su interior. Los señores feudales rebeldes, aunque habían asistido a la ceremonia, aún no habían demostrado una lealtad incondicional a su corona.

Sabía que tendría que trabajar arduamente para ganarse su confianza y respeto, y evitar que volvieran a desafiar su autoridad. Pero, ¿cómo lo lograría sin tener que ceder a más concesiones que debilitaran su posición como rey?

Sumido en esos pensamientos, Damián se recostó en su lecho, tratando de conciliar el sueño. Sin embargo, la imagen de los rostros desafiantes de los señores feudales no dejaba de atormentarlo.

Justo cuando comenzaba a quedarse dormido, la puerta de sus aposentos se abrió, y Elisa entró con un semblante preocupado.

—Damián, me temo que tenemos un asunto urgente que atender —dijo la reina, con tono grave.

El joven rey se incorporó de inmediato, sintiendo cómo la adrenalina recorría su cuerpo.

—¿Qué ha ocurrido, madre? —preguntó, con evidente preocupación.

—Acaban de llegar noticias de las provincias —explicó Elisa—. Algunos de los señores feudales rebeldes se han negado a reconocer tu autoridad y han comenzado a movilizar a sus tropas.

Damián apretó los puños, sintiendo cómo la ira se apoderaba de él.

—¿Cómo se atreven a traicionar su juramento? —exclamó, con indignación—. ¡Después de todo lo que hice para evitar que esto sucediera!

Elisa se acercó a él y colocó una mano reconfortante sobre su hombro.

—Cálmate, Damián —dijo, con tono sereno—. Debemos actuar con cautela y sabiduría en estos momentos cruciales.

El joven rey respiró hondo, tratando de recobrar la compostura.

—Tienes razón, madre —admitió, con pesar—. Pero ¿qué debemos hacer ahora?

—Convoca de inmediato a tus consejeros más cercanos —ordenó Elisa—. Debemos trazar un plan de acción que nos permita contener esta revuelta sin tener que recurrir a la fuerza.

Damián asintió y se apresuró a cumplir con las instrucciones de su madre. Momentos después, los líderes más influyentes del reino se reunían en la sala del consejo, ansiosos por conocer las últimas noticias.

—Caballeros —comenzó Damián, con tono grave—, lamento informarles que algunos de los señores feudales rebeldes se han negado a reconocer mi autoridad y han comenzado a movilizar a sus tropas.

Un murmullo de preocupación recorrió la sala, mientras los hombres intercambiaban miradas inquietas.

—Esto es inaceptable —declaró lord Víctor, con tono severo—. No podemos permitir que esos traidores pongan en jaque la unidad de nuestro reino.

Damián levantó una mano, pidiendo silencio.

—Lo sé, lord Víctor —respondió, con firmeza—. Pero debemos actuar con cautela y evitar, a toda costa, que esta situación derive en una guerra civil.

Elisa intervino, con tono conciliador.

—Caballeros, entiendo vuestra preocupación —dijo, dirigiéndose a los presentes—. Pero creo que aún tenemos una oportunidad de resolver este conflicto por la vía diplomática.

Varios de los consejeros la miraron con escepticismo, pero la reina continuó, sin inmutarse.

—Propongo que enviemos a nuestros mejores emisarios a las provincias rebeldes —explicó, con determinación—. Que ofrezcan concesiones aún más generosas a cambio de su lealtad, pero dejando en claro que no aceptaremos bajo ninguna circunstancia su desafío a la autoridad de mi hijo.

Lord Víctor frunció el ceño, evidentemente contrariado por la propuesta.

—Majestad, temo que esa estrategia no sea suficiente —intervino, con tono grave—. Esos hombres han demostrado que no tienen honor ni lealtad. Creo que debemos estar preparados para responder con la fuerza si se niegan a someterse.

Damián asintió, consciente de que Víctor tenía razón. Sabía que, en última instancia, tendría que estar dispuesto a utilizar la fuerza para restablecer el orden en su reino.

—Lord Víctor, entiendo su preocupación —dijo, con tono sereno—. Pero me temo que si recurrimos a la violencia en este momento, correremos el riesgo de desencadenar una guerra civil que podría devastar a todo nuestro reino.

El anciano caballero lo miró con evidente escepticismo, pero Damián continuó, con determinación.

—Por eso creo que debemos agotar todas las vías diplomáticas antes de considerar cualquier acción militar —declaró, con firmeza—. Enviaremos a nuestros mejores emisarios a las provincias rebeldes, ofreciendo concesiones aún más generosas. Pero dejarán en claro que no aceptaremos bajo ninguna circunstancia su desafío a mi autoridad.

Los consejeros intercambiaron miradas, conscientes de la delicada naturaleza del asunto. Finalmente, lord Víctor asintió, aunque con evidente renuencia.

—Muy bien, majestad —dijo, con tono grave—. Pero si esos hombres se niegan a ceder, tendremos que tomar medidas más enérgicas.

Damián asintió, sabiendo que, de ser necesario, no tendría más opción que recurrir a la fuerza para restablecer el orden. Pero haría todo lo posible por evitarlo, pues no quería que su reino se sumiera en una guerra civil.

Rápidamente, los emisarios fueron seleccionados y enviados a las provincias rebeldes, llevando consigo una nueva oferta de concesiones. Damián rezaba para que esta vez tuvieran éxito en su misión y lograran convencer a los señores feudales de que se sometieran a su autoridad sin necesidad de recurrir a la violencia.

Mientras tanto, el joven rey se dedicó a atender los asuntos cotidianos del reino, consciente de que debía mantener la calma y la serenidad ante su pueblo. No podía permitir que la crisis con los señores feudales minara la confianza de sus súbditos.

Días después, los emisarios regresaron al castillo, con un informe que, si bien no era del todo alentador, tampoco era tan desalentador como Damián había temido.

—Majestad, hemos logrado convencer a algunos de los señores feudales rebeldes de que reconozcan su autoridad —informó uno de los enviados—. Sin embargo, otros se mantienen firmes en su negativa a someterse a su corona.

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Lía Thiago
Ay no, esto me recuerda ciertas negociaciones políticas donde las partes toman ventaja para traicionar.
Gabriel: ¡Me voy a reír!. Gracias por leer mi historia. Si hay faltas autografica me disculpo y también me disculpo por los párrafos repetidos.
total 1 replies
Lía Thiago
🤣🤣🤣 Pensé igual🤣🤣
Lía Thiago
Ese es el precio de la guerra, al menos es un rey valiente.
Milcaris
Difícil y muchas muertes pero se ganó y ahora debería reinar la paz..
Milcaris
Que lastima, cuántas muertes por no llegar a acuerdos.
Lía Thiago
Ya salió el peine.
Lía Thiago
¿Será qué Victor no es lo que parece?
Lía Thiago: estamos igual 🤣🤣🤣
Milcaris: Estoy confundida, primero dude de él y lo creí en contra del rey. Ahora estoy pensando que si está ayudando.
total 2 replies
Lía Thiago
Este bicho como que está alborotando a los señores feudales.😡
Lía Thiago
Victor es un rastrero 😡
Lía Thiago
No soy yo y ya estoy molesta🤣🤣🤣
Lía Thiago
Eso es de sabios.
Lía Thiago
Estaría alejado de las cuestiones políticas, pero tiene mucha agudeza al observar, eso le será beneficioso.
Lía Thiago
Excelente, atrapa desde un inicio, además del uso de un lenguaje culto y redacción impecable, Seguido a partir de este momento. Exitos 🌹
Milcaris: Pocas veces encontramos historia de hombres en esta app. Es una novela muy buena y como dices vale la pena seguir y apoyar, más cuando son escritores que están comenzando y su trabajo es bueno.
total 1 replies
Lacarvel
Mano dura y con eso aprenden las minorías 👌🏼
Lacarvel
ellos merman pero los rebeldes también
Lacarvel
eso pasó esta vez perooo en las demás provincias no será así por qué ya vieron hasta donde llegas.
Lacarvel
Ya era hora que pusiera mano dura
Lía Thiago: siiii una mezcla del tuyo con el de la uruguaya 🤣🤣🤣🤣
Milcaris: 🤣🤣🤣solo un poco 🤏🏻🤏🏻🤏🏻
total 3 replies
Milcaris
Damian con punto a favor. La guerra no se gana en una sola batalla.
Milcaris
Damian debería hablar con uno de ellos, quizás las órdenes del Rey para su pueblo no fueron llevadas a cabo y ahora la rebeldía.
Milcaris: Vale la pena apoyar a quien hace un buen trabajo.
Gabriel: Gracias por leer mi historia. “Si encuentras capitulo repetidos, me disculpo de ante mano”. Te quiero mucho
total 2 replies
Milcaris
Victor es definitivamente la piedra de tranca. Sabía que algo así iba a ocurrir.
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