Sinopsis: "La Felicidades No Está Hecha Para Mí" es la desgarradora historia de un joven que lo pierde todo. Después de que su familia muriera en un trágico accidente automovilístico, su mundo se derrumba por completo. Sumido en la desesperación y el dolor, el joven lucha por encontrar un sentido a su vida. Sin embargo, en medio de su sufrimiento, el joven encuentra un rayo de esperanza cuando conoce a alguien que logra despertaren él un sentimiento que creía perdido: el amor. A medida que su relación avanza, el joven comienza a vislumbrar un futuro más allá del abismo de la tragedia. Pero la felicidad que parecía al alcance de su mano se ve truncada cuando, de forma inesperada, su nuevo amor es brutalmente asesinado. Devastado por este nuevo golpe del destino, el joven se enfrenta a la dolorosa realidad de que la felicidad tal vez no esté hecha para él.
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Nuevos Comienzos
Capítulo 7: Nuevos Comienzos
Mientras el autobús se aleja, siento una mezcla de emoción y nostalgia que me embarga el corazón. Despedirme de Lucía y mi tía Mariana ha sido sin duda uno de los momentos más difíciles que he tenido que enfrentar en mi vida.
Sé que este nuevo rumbo que he decidido tomar no será fácil, pero también entiendo que es necesario para mi crecimiento personal y profesional. Debo abrirme a nuevas oportunidades y desafíos si quiero honrar verdaderamente el legado de mi familia.
Durante el trayecto, me permito reflejar sobre todo lo que he vivido en estos últimos años. La pérdida de mis padres y hermanos fue sin duda el golpe más duro que he tenido que soportar, pero gracias al apoyo incondicional de Lucía y mi tía Mariana, he logrado sobreponerme y continuar adelante.
Recuerdo las noches en vela, llorando y abrazando a Lucía mientras ella se aferraba a mí con desesperación. Recuerdo también la fortaleza de mi tía Mariana, quien nos brindó su hombro para llorar y su sabiduría para guiarnos en esos momentos de oscuridad.
Sin embargo, ahora que he alcanzado esta nueva meta académica, siento que es el momento de expandir mis horizontes y enfrentar nuevos retos. Sé que dejando atrás la seguridad y comodidad de mi hogar, me estaré arriesgando a perder esa red de contención que tanto me ha sostenido. Pero también sé que si quiero crecer y desarrollarme plenamente, debo dar este paso.
Cuando finalmente llego a mi destino, me sorprendo gratamente al ser recibido por un representante de la empresa que me ha contratado. Él me da la bienvenida y me ayuda a instalarme en el pequeño departamento que me han proporcionado. Es un lugar acogedor, aunque sin duda muy diferente a la casa donde he vivido toda mi vida.
A medida que voy desempacando mis pertenencias, siento una mezcla de ansiedad y emoción. Este es el comienzo de una nueva etapa, una en la que tendré que valerme por mí mismo y adaptarme a un entorno completamente desconocido.
Esa noche, mientras ceno en soledad, no puedo evitar que mi mente vuele de regreso a Lucía y mi tía Mariana. ¿Estarán bien? ¿Se sentirán solas sin mí? Me prometo a mí mismo que les llamaré en cuanto tenga la oportunidad, necesito saber que están bien.
Afortunadamente, no tengo que esperar mucho, pues en ese momento mi teléfono suena y veo el rostro sonriente de Lucía en la pantalla. Mi corazón se llena de alegría al verla y respondo de inmediato.
"¡Hola, pequeña! ¿Cómo estás?", pregunto, tratando de mantener la voz firme a pesar de la emoción que me embarga.
"¡Hermano! Estoy bien, te extrañamos mucho", responde Lucía, y puedo notar las lágrimas en sus ojos. "¿Cómo es tu nuevo hogar? ¿Ya te has instalado?"
Le cuento a Lucía sobre el acogedor departamento y le prometo que tan pronto como pueda, iré a visitarla. Ella parece más tranquila al escuchar eso y me hace prometer que la llamaré con frecuencia.
Después de despedirnos, me quedo contemplando la pantalla del teléfono, sintiendo un nudo en la garganta. Sé que Lucía está siendo fuerte por mí, pero puedo imaginar lo mucho que debe estar extrañándome. Tengo que esforzarme por adaptarme a esta nueva vida, no solo por mí, sino también por ella y mi tía Mariana.
Al día siguiente, me presento puntualmente en la oficina de la empresa que me ha contratado. Soy recibido por el gerente, quien me da la bienvenida y me muestra las instalaciones. Mientras me presenta a mis nuevos compañeros de trabajo, siento una mezcla de nerviosismo y emoción.
Poco a poco, voy familiarizándome con mis tareas y responsabilidades. Si bien el trabajo es desafiante y requiere de toda mi atención, debo admitir que me siento satisfecho al ver cómo mis habilidades y conocimientos se ponen a prueba. Es reconfortante saber que he sido seleccionado para formar parte de este equipo.
Durante los primeros días, me concentro en dar lo mejor de mí, demostrando mi compromiso y capacidad. Mis compañeros se muestran amables y acogedores, lo cual facilita mi adaptación al nuevo ambiente laboral.
Sin embargo, en las noches, cuando regreso a mi solitario departamento, no puedo evitar que la nostalgia se apodere de mí. Extraño profundamente los cálidos abrazos de Lucía y las reconfortantes palabras de mi tía Mariana. Siento como si una parte de mí se hubiera quedado atrás, en aquel hogar que por tanto tiempo me brindó seguridad y amor.
Para aliviar un poco esa sensación, me obligo a mantener una comunicación constante con mi familia. Llamo a Lucía todas las noches, escuchando con atención cómo le va en la escuela y qué han estado haciendo. Me alegra saber que mi tía Mariana la está cuidando con el mismo amor y dedicación de siempre.
Poco a poco, voy encontrando un ritmo y una rutina que me permite equilibrar mi vida laboral y personal. Durante el día, me entrego por completo a mis tareas, demostrando mi profesionalismo y capacidad. Y por las noches, me conecto con Lucía y mi tía, compartiendo nuestras vivencias y brindándonos mutuo apoyo.
Conforme pasan las semanas, comienzo a sentir que me estoy adaptando a este nuevo entorno. Mis compañeros de trabajo se han convertido en amigos, y poco a poco, voy encontrando pequeños placeres en mi nueva vida independiente.
Un día, mientras almuerzo en la cafetería de la oficina, un colega se acerca a mí y me invita a unirme a un grupo que se reúne los fines de semana para hacer actividades al aire libre. Inicialmente me siento reticente, pues extraño profundamente los paseos por el campo que solía disfrutar con mi familia.
Sin embargo, tras reflexionar por un momento, decido aceptar la invitación. Sé que necesito expandir mi círculo social y ampliar mis horizontes. Además, siento que esta podría ser una oportunidad para honrar la memoria de mis padres, quienes tanto amaban la naturaleza.
Así, los fines de semana comienzo a unirme a este grupo de compañeros, explorando los hermosos parajes que rodean la ciudad. Mientras camino entre los árboles y respiro el aire fresco, siento una paz y una conexión que hace mucho tiempo no experimentaba.
En estas excursiones, me permito recordar a mi familia y a los maravillosos momentos que compartimos en nuestras propias aventuras al aire libre. Sé que ellos estarían felices de ver cómo estoy honrando su legado, buscando nuevas formas de encontrar la felicidad y el bienestar.
Conforme pasan los meses, me sorprendo a mí mismo disfrutando cada vez más de estas actividades.