CONQUISTANDO A UN MUJERIEGO

ANGIE

Ese abrazo de Henry, fue más de lo que esperaba sentir su olor, su calor, verlo sonreír y ver lo feliz que está con nosotros, me lleno de alegría y esperanzas en especial cuando me dijo que estaba más hermosa que nunca y comentó que tengo un brillo en mi mirada un brillo que según él antes no tenía.

Volverlo a ver después de tanto reafirmo que sigo tan enamorada de él como el primer día que lo vi, cuando éramos tan solo unos niños, desde entonces me acerque a él con la ayuda de Fabricio y nunca más nos separamos.

Bueno, hasta que yo me fui del país, pero nunca lo olvide a él ni lo que siento cada que lo veo, definitivamente ahora más que nunca conquistar a este mujeriego.

Voy a aprovechar que él propuso que fuéramos a la playa a la cual íbamos de niños, para usar los trajes de baños más lindos y los que mejores me quedan, para seducirlo un poco sin ser muy vulgar, por supuesto.

Mientras, Fabricio y Henry se cambian en la otra habitación, pues Henry, le va a prestar algo de ropa a Fabricio, ya que no ha traído sus cosas, yo tomé mis trajes de baños y opté por irme a lo seguro, el rojo me queda espectacular así que fue el que me coloque.

Además del traje de baño, me coloco un short y una blusa espectacular blanca con transparencias para la playa y deja ver mi hermoso traje de baño.

Tome un pequeño bolso que traje conmigo, para guardar algunas cremas y protector solar, por supuesto, además de mi celular y una cámara de fotos.

Cuando termine de guardar mis cosas, también tome un sombrero blanco que traje conmigo, en caso de ir a la playa. Aunque ni pensé en usarlo tan pronto.

—Hermosa, ¿lista? —Fabricio entra a mi habitación ya lista para la playa.

—Sí, por supuesto, ¿y Henry? — indagué, pues muero por verlo en la playa sin camisa.

—Nos espera en el auto, déjame decirte que vas a dejar a ese hombre con la boca abierta y él a ti, porque cuando nos estábamos cambiando se quitó la camisa frente a mí y te digo, ese hombre tiene más cuadritos, que una tableta de chocolates, si no fuera mi amigo y fuera gay ya lo hubiera conquistado —expresa mi primo.

—Calla tonto, y vámonos —arrastro a Fabricio hasta el auto donde, Henry, ya nos espera.

Fabricio me ayudo a subir al auto y luego entro él, Henry, me sonríe en cuanto entró y yo a él, ambos nos colocamos lentes oscuros.

—Bueno, hermosa, usted será la encargada de la música, mientras yo conduzco —me indica Henry y yo asiento.

Henry, coloca el auto en marcha y yo enciendo la radio, y comienzo a poner música alegre a su máximo volumen, para luego comenzar a cantar a todo lo que da, Henry y Fabricio, no dudan ni por un segundo en acompañarme a cantar.

Mientras los tres cantamos y disfrutamos de nuestro viaje, Henry y yo cruzamos nuestras miradas un par de ocasiones y no se sintió tan diferente a las miradas que siempre recibí de él antes de irme, me sentía feliz con sus ojos observándome.

Después de un camino no tan largo, por qué la verdad, estamos a tan solo un par de horas de la playa. Al fin llegamos.

—Vamos a sentarnos cerca de la orilla y pedimos algo de tomar —Fabricio, se adelantó a nosotros, mientras que Henry y yo caminamos juntos.

—Sabes, leí tu primera novela —comenta Henry, y eso me causó gracia, no me lo imagino leyendo sobre romance, creo que él disfrutaría más un libro de acción o suspenso.

—¿así y qué te pareció? —indagó con mucha curiosidad.

—¿la verdad? —Henry, con su hermosa sonrisa, la cual me encanta.

—Por favor —pedí, y le regalé una sonrisa a igual a la de él.

—Es demasiado cursi, pensé que escribirlas novelas con más acción —me da su opinión con mucha sinceridad.

—Oye, es una niebla hermosa, es la que más se ha vendido —me defendí mientras simule golpear su hombro y él finge que le duele.

—Ja, ja, ja, creo que es porque la gente prefiere leer algo cursi, para creer que el verdadero amor existe y que todos los problemas los puede solucionar el amor —comenta Henry y no puedo evitar preguntar.

—¿Tú no crees en el amor? —indagó a pesar de que sé que él no quiere enamorarse nunca.

—No, el amor no existe, las parejas pasan por tantas cosas, que se acostumbran a estar juntos, pienso que lo único real que hay es la costumbre, cuando te acostumbras a una persona, a estar con ella cada minuto del día.

Al final no convives un solo día sin ella, pero no por amor, es costumbre, es simplemente que las persona lo hicieron ver como algo hermoso llamándolo amor —responde Henry y esa respuesta de su parte me llena de tristeza

—Pues, yo estoy segura de que el amor existe, y sé que algún día tú te darás cuenta de eso también —comente y llegue al lugar donde mi primo se había adelantado y pedido algunos tragos.

Fabricio escogió un lugar muy cerca de la orilla y del bar, gay algunas mesas y nos sentamos en una debajo de una sombrilla.

Entre tragos y música, nos sacamos muchas fotos, para renovar nuestras fotos juntos, después de un rato Henry, me ofreció su mano para ir a bailar.

—¿Será, que la hermosa escritora Angie Suaza, me haría el honor de bailar conmigo? —el muy tonto se inclina estirando su mano y yo río por sus tonterías.

—claro que sí, no seas tonta —tome su mano y juntos nos acercamos a la pequeña pista de bailar frente al bar, donde bailamos salsa.

Debo reconocer que Henry, baila muy bien y pues yo sigo sus pasos perfectamente, recuerdo la única vez que bailamos, fue a mí quince años, él fue mi pareja esa noche, porque el hijo de uno de los amigos de mi papá debía serlo, pero esa noche se rebeló contra su padre y se negó a bailar conmigo.

Dizque porque yo no le agradaba, si el muy idiota nunca llego a hablar conmigo, pero yo sé bien que se negó a bailar conmigo

Por qué yo en ese entonces era un poco regordeta y nuestras familias buscaban una unión por una boda, pero no lo obtuvieron, yo dejé el país y ese idiota quién sabe a cuantas tontas habrá engañado con su dinero.

Pero eso no importa, al final esa noche terminé bailando con la única persona que quería hacerlo con Henry. Aun en contra de mis padres que detestaba la idea de que bailaran con él, a ellos no les cae bien, según por lo mujeriego que es, pero esa noche Henry, me salvo de quedar en ridículo frente a todos los invitados de esa fiesta y siempre se lo he agradecido.