Algo que pertenecia al pasado ha resurgido con fuerza como el ave Fénix. Haciendo tambalear la estabilidad de una familia bien avenida. Una llamada misteriosa, que obvio nadie se esperaba. Y menos Octavio Saldaña.
Una trama muy expectante, sin saber lo que les depara el destino.
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Creo que debo ir allá...
¡Por amor de Dios!, ¿quién murió anoche?
Como cosa excepcional la sombría filósofa Mónica había sido más sabia de lo que hubiera podido creer. Estaban en la cocina desayunando, o en el caso de la hija mayor, sujetándose a la dieta. Tenía delante un cereal especial y una leche "mediada", no con crema, sino con agua, y hacía comentarios sobre el ambiente familiar.
Desayúnate, Moni, ordenó Andrea, tratando de aparentar normalidad.
Te ves muy mal papá, observó Silvia, con actitud solicita.
Trabajé hasta muy tarde, repuso, con la esperanza de que su "segunda esposa" no descubriera que había pasado una noche insomne en el estudio.
Trabajas demasiado, insistió Silvia.
Quiere tener fama mundial, le indicó Moni a su hermana.
Es que ya la tiene, replicó Silvia, y volviéndose a su madre en busca de confirmación, preguntó: ¿No es cierto, mamá? ¿No es verdad que papá ya es famoso en todas partes?
Sí, respondió Andrea, en todas partes, sin lugar a dudas.
Excepto en Canadá, interpuso Moni decidida a cortar el torrente de alabanzas.
¿Dónde es eso?, preguntó Silvia, mordiendo el anzuelo de Mónica.
Pues en Estados Unidos, ignorante. Tu padre quiere un viaje gratis a Suecia y una mesa mejor en el club de proveedores. ¿Ya la pescaste, cabeza de pájaro?
¡Moni!, protestó Andrea, ¡no insultes a tu hermana!
Madre, su existencia es un insulto para cualquier persona de inteligencia normal.
¿Quieres una cataplasma de mantequilla de cacahuate en la cara?, desafió Silvia.
¡Basta!, interrumpió Octavio, y esto vale para las dos. En el club de proveedores toman en cuenta la educación familiar. Para ellos es más importante una persona educada, que una trabajadora sin educación.
O estos hombres norteamericanos. Suspiró Mónica, como quien hace una observación inesperada.
¿Quieres explicarte Moni?, interrumpió Andrea.
A los norteamericanos no los impulsa otra cosa que la ambición, es lo que los hace ser tan regionalistas.
Si no te molesta... insinuó Octavio, amenazador.
Estaba adoptando una postura sociológica, padre.
Silvia se puso de pie frente a Octavio, para protegerlo de los proyectiles verbales de su agresiva hermana mayor.
Papá, le gusta echarte tierra, pero cuando no estás presente se pavonea de ti como la que más, solo para impresionar a los muchachos, la acusó Silvia.
No es cierto, protestó Mónica, mientras las mejillas se le teñían de un rojo subido, mezcla de vergüenza e indignación.
Por un momento, aquella fraternal contienda permitió a Octavio y a Andrea olvidar sus asperezas matrimoniales. Se sonrieron mutuamente. Ambos recordaron que aquella no era una mañana normal, y su sonrisa se apagó de pronto con la esperanza de que las chicas no notaran el cambio.
¡Siempre estás espetándoles su nombre a todos los changos de tu equipo de fútbol!, insistió Silvia, apuntándole con un índice acusador.
Realmente, Silvia, te has "inflado" demasiado..., comentó Mónica, con aire de derrota.
¡Niñas, por favor!, cortó Andrea impaciente.
No hay más que una niña en esta casa, opuso Mónica, sin darse cuenta del estado violento de su madre.
¡Señoritas!, intervino Octavio. En el acto, voy a llevarlas a las dos a tomar su autobús.
Al hacer esta advertencia, miró con preocupación a su esposa.
Muy bien, aceptó Silvia, y corrió a buscar sus libros.
Me gustaría hacer una declaración pública, afirmó Mónica Saldaña. Estoy en contra del uso obligado de autobuses.
Pero Mónica, opuso Octavio, es para ir a tu propia escuela.
Mónica lo miró. Era claro que él no la toleraba. No tenía respeto a sus convicciones. Tan cierto era esto, que últimamente había llegado a sospechar que Octavio no fuera en realidad su padre. Esperaba que un día Andrea le confiara que Octavio no...
¡Mónica, date prisa!
Pero hasta ese momento, Andrea seguía estando del lado de Octavio.
El merodeó en torno a la puerta, mientras las chicas acababan de arreglarse.
¡Oye!, ¿estarás todavía aquí cuando yo regrese?, preguntó a Andrea en tono inseguro.
No sé.
.
.
.
El hecho es que allí estaba.
¿Vas a salir?
No, contestó ella.
Hablo de tu trabajo.
No, llamé a la editorial y le dije que trabajaría en casa.
Cuando Octavio volvió, después de encaminar a las chicas, Andrea estaba todavía sentada ante la mesa de la cocina con la mirada fija en su propio rostro reflejado en la taza de café.
"Yo fui quien le hizo esto", se dijo Octavio, y sintió que se detestaba a sí mismo.
Se sentó frente a ella, al otro lado de la mesa. Andrea no inició la conversación. Después de un prolongado silencio, Octavio preguntó:
Amor, ¿puedo ofrecerte alguna reparación?
Ella levantó lentamente la cabeza y lo miró.
No creo que puedas, repuso.
Quieres decir que vamos a acabar con todo por este motivo?
No sé, no sé nada... lo único...
¿Qué cosa?
Lo único que quisiera es tener algo con que vengarme de ti. Quisiera al menos poder expresar mi incontenible rabia.
La voz se le apagó. Casi insinuó que, a pesar de todo, aún estaba enamorada de él. Pero al menos esto pudo callarlo.
Sé cómo debe sentirte, reconoció.
¿Lo sabes de veras, Octavio?
Bueno, tengo una idea. ¡Dios mío!, quisiera no habértelo dicho.
"Yo también", pensó ella.
¿Por qué quisiste decírmelo, Octavio?, interrogó en tono de acusación.
No sé...
¡Claro que sabes!, ¡con mil demonios, Octavio!, ¡sí lo sabes!
Su rabia empezaba a desencadenarse. Ya sabía lo que él quería de ella. ¡Malaya su estampa!
¡Es el chico!, le gritó, amenazadora.
La observación lo sacudió con una fuerza que le produjo terror.
No... no estoy seguro.
Ella lo estaba, sin lugar a dudas.
Mira Octavio, te conozco por dentro y por fuera. Tú no lo querías, tú no lo planeaste. Pero como resulta que lo tienes, te sientes responsable.
Octavio tuvo miedo de preguntarse si Andrea tenía razón.
No sé...
¡Por amor de Dios, Octavio! Sé honrado contigo mismo. Es algo a lo que sencillamente tenemos que enfrentarnos.
Aferrándose de un clavo ardiendo, él interpretó aquel "tenemos" como señal de que ella no había abandonado toda esperanza.
¿Y bien?, apremió Andrea.
Al fin, Octavio hizo acopio de fuerzas para enfrentarse a sus sentimientos y reconoció:
Es cierto, no puedo explicarlo, pero siento que debo hacer algo.
En realidad, tú no le debes nada, lo sabes, ¿o no? Sí, claro que lo sabía... objetivamente.
Está solo en el mundo, observó con alivio al ver que podía confesar todos sus pensamientos. Tal vez yo podría ayudarlo a organizar su vida. En fin, que hubiera otra posibilidad que no fuese... tú me entiendes, ignorar su existencia.
"Tú no eres su padre por el solo hecho de haberte acostado un rato con su madre", gritó Andrea en su interior, pero sin decir una palabra.
¿En qué forma exactamente crees poder ayudarlo?, le consultó.
No sé, pero tal vez si yo fuera allá...
¿A hacer qué?, ¿conoces a alguien que pudiera adoptarlo?, ¿tienes siquiera algún plan?
No, Andrea, no, no sé.
Entonces, ¿qué objeto tiene ir allá?
Gracias x interesante historia, este es un tema muy delicado 😍🥰😍. decisiones q solo el tiempo será un apoyo juntos formar una familia. y ambos Owen no estar solo en la vida y Andrea superar y volver a confiar
gracias 🥰😍🥰😍
Octavio siempre dejas a los demás q den el paso, así lo hiciste con Andrea y Owen.
😍😍😍😭😭😭
todo se te cae a pedazos
con esta perspectiva llegué a la conclusión de que te enamoraste de esa mujer