En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo XVI Sombras del pasado
Las horas paaaron y Gabriel seguía sin aparecer, algo no andaba bien, así que Valeria agarro su teléfono para descubrir que aún lo tenía apagado, encendiéndolo inmediatamente se dio cuenta que tenía varios mensajes y llamadas de Gabriel.
Le devolvería las llamadas, pero no tuvo tiempo de nada, ya que Gabriel la estaba llamando nuevamente. ¿Donde estas?”, dijo Gabriel a penas se conectó la llamada.
“En el apartamento”, respondió Valeria con la voz apagada.
“No te muevas de ahí, voy en camino”, Gabriel colgó la llamada inmediatamente y salió a todo lo que daba para encontrarse con su esposa, él estaba furioso y no entendía de razones.
Varios minutos después llegó al apartamento, “Valeria, Valeria ¿donde estas?”, pregunto a gritos Gabriel.
Valeria que estaba en la habitación se asustó mucho, pues recordó que cada vez que su abuelo la iba a castigar le gritaba de la misma manera. Su cuerpo empezó a temblar de miedo y su mente se volvió un lío, su reacción fue peor cuando vio que la puerta se abría de manera brusca.
“¿Donde estabas?, tienes idea de lo preocupado que estaba por ti”, dijo Gabriel en un tono alto.
Sin embargo, Valeria no contestó a su pregunta, estaba en shock, por lo que el terror no la dejaba articular una sola palabra.
“Di algo, explícame donde demonios de habías metido, o es ¿que ya me encontraste reemplazo?”, las palabras de Gabriel hicieron que Valeria reaccionara, ella no podía creer lo que estaba escuchando.
“¿Encontré reemplazo para ti?, no seas descarado, ahora resulta que soy yo la que anda con otro, cuando fuiste tú quien se largo con su ex… yo no soy como tú, yo si respeto este matrimonio y aunque te ame no voy a permitir que me lastimes de esta manera”. Valeria sonaba decidida, el miedo que sintió hace unos segundos fue reemplazado por ira y dolor.
“Yo no me fui con mi ex, porque ante todo Aurora es una buena amiga, yo simplemente fui con mi mejor amiga”, respondió Gabriel bajando el tono de voz.
“Se supone que debería ser yo tu mejor amiga”, tras decir esas palabras, Valeria tomó su pijama u se fue a la habitación de invitados, Gabriel no la siguió, ya que para él su esposa estaba exagerando las cosas, a fin de cuentas él era quien debería estar molesto, ya que fue ella quien desapareció todo el día y hasta el teléfono lo tenía apagado.
Su orgullo no le permitió ir detrás de ella y arreglar las cosas, así que se cambió de ropa y se acostó en la gran cama vacía, esa noche ninguno de los dos pudo conciliar el sueño, por un lado Valeria soñaba con algo que para ella nunca había ocurrido, y Gabriel solo soñaba con la noche en la que sus padres habían fallecido. La sombra del pasado lleno de dolor dos corazones que habían empezado a sanar mutuamente.
Al día siguiente, Gabriel despertó después de otra pesadilla, al ver que era de día decidió ir a aclarar las cosas con su esposa, ella debía entender la relación tan compleja que tenía con Aurora, al llegar a la habitación de invitados descubrió que Valeria no estaba en la cama. Escucho el sonido de la regadera y supo que ella se estaba dando una ducha, el deseo que sentía por ella lo inundó nuevamente, haciéndolo recordar que él sentía algo por ella, con ganas de arreglar las cosas con su esposa, se dirigió al baño entrando con ella a la regadera. Abrazándola por la espalda le dijo “lo siento, no quiero que sigas molesta conmigo”.
Al sentir que su esposo estaba detrás de ella y al escuchar sus disculpas, Valeria se dejó llevar nuevamente por lo que sentía por Gabriel y se entregó a él en cuerpo y alma.
Estaban en la cama, los dos dormían después de haber pasado una noche tan terrible. Gabriel fue despertado por el sonido de su teléfono vibrando en la mesita de noche, con cuidado de no despertar a Valeria decidió contestar al ver de quien se trataba.
“Hola, ¿que paso?, ¿por qué estás llorando?”, pregunto Gabriel con obvia preocupación.
“Estoy muy mal, no he podido dormir recordando todo lo que vivimos aquel terrible día, y se que tú también sufres por ese día tan lamentable, por eso te estoy llamando, ya que eres el único que puede entender mi sufrimiento”, explicó Aurora con voz lastimera.
“Voy para tu apartamento, espérame ahí”, Gabriel colgó la llamada y vio el frágil cuerpo de Valeria en la gran cama; sin embargo, decidió ir a ver a su ex, pues él sabía muy bien por lo que ella estaba pasando, ya que ambos sufrían por lo mismo.
Valeria se estaba haciendo la dormida, pero ella había escuchado la conversación que había tenido Gabriel por teléfono, no debia pensar mucho para saber con quien hablaba el. Ya no había nada más que hacer, era obvio que el corazón de su esposo pertenecía a esa otra mujer y que ella era solo un desahogo para sus necesidades físicas. En la vida Valeria había sufrido mucho en manos de los Arismendi, y no quería seguir sufriendo, pero no tenía a donde ir, ya que si volvía a casa de Diego, este la castigaría hasta acabar con su vida.
Tenía que irse, aunque no lo iba a hacer sin un plan, ella necesitaba hacer las cosas bien para no quedar en las calles como una persona sin hogar, aunque en realidad así era ella, una persona sin hogar y sin que nadie la quisiera.
Los días seguían pasando y Valeria empezó a sentirse mal, todas las mañanas amanecía con el estómago revuelto y casi todo el día tenía sueño, preocupada por su estado de salud, fue a hacerse un chequeo médico, pero para su sorpresa él mismo hombre misterioso que la había asustado aquella noche cuando apareció Aurora, era su médico.
“¿Eres doctor?”, pregunto ella asombrada.
“Así es, soy doctor, y uno muy bueno”, dijo Salvador con una amplia sonrisa.