Roisin

Hace tres meses.

Portadown, Irlanda del norte.

Acabamos de aterrizar en una avioneta tan pequeña y frágil que temía que íbamos a caer. Según Peter, no "queríamos" llamar la atención de nadie al partir de Londres.

Deje toda mi vida atrás, solo me aferro al pequeño que crece dentro de mí, lo único bueno que obtuve de su padre, lo único bueno que me ha dado la vida.

—¿Dónde estamos?

 Hemos volado en ese cacharro casi dos horas y no tengo idea de dónde demonios estamos. Solo sé que abunda el verde, que hace calor y la humedad es horrible.

—Ya casi llegamos a casa, muñeca. Tu padre debe estar mordiendo sus uñas de la ansiedad. Ha esperado mucho por este momento, no tienes idea de lo feliz que esta, de conocerte despues de tanto.

Mi padre... Nunca tuve uno. ¿Por qué aparece en mi vida veintidós años después?

—No ha respondido a mi pregunta señor, Peter.

La suelta una risita mientras me tiende la mano para ayudarme a bajar, no hay escalerilla en la avioneta. Parece que la usaran para fumigar los campos, está muy vieja y la pintura está dañada por los años que debe de tener.

—Bienvenida a Portadown, Bárbara. Estas en Irlanda y voy a pedirte por favor que me trates de tú, no me gusta que me llames señor, si quieres puedes decirme "Mi amor o mi vida." pero señor, no me gusta.

Me sonrojo al isntante, pero entiendo que solo esta bromendo para levantarme el animo, y se lo agradezco ofreciendole una mas de las sonrisas rotas que le he ido mostrando desde que salimos de Londres. 

—¿Estoy en Irlanda? aquí nací. Pero no estamos en Antrim. ¿Aquí vive mi padre?

No sé nada de ese hombre, solo se su nombre.

—No, no vive aquí, pero aquí esperamos a que vengan por nosotros. ¿Cómo te sientes? Aun tienes los ojos hinchados de tanto llorar y sé que no me conoces, pero puedes confiar en mi, no soy solo un payaso sexi que solo sirve para hacerte reir.

—Gracias Peter. Eres muy dulce, pero pronto estare bien, siempre me reconstruyo sola.

Hace una mueca, mi mira a los ojos y...

—Ya no estas sola, lo tienes a tu padre y me tienes a mi tambien. Ademas te enamoraras poerdidamente de mi y me pediras que sea tu esposo. Eres una Prescott, te obsesionaras conmigo, solo espera y veras. 

¿HABLARÁ EN SERIO ALGUNA VEZ? 

Solo me río, esta vez con ganas y eso parece suficiente para Peter.  

Un Toyota gris oscuro se estaciona frente a la avioneta. No llevamos ni cinco minutos aquí.

Armagh. 

—¿Por qué vinimos a Portadown si vamos a otro lugar?

Me abre la puerta gentilmente y se sienta a mi lado cuando me siento. Se ve un poco preocupado, no he dejado de llorar y hasta me duele la garganta por la angustia que cargo.

—Gracias, por traerme aquí. Necesitaba irme lo más lejos posible, no quería volver a casa. Además, fuiste lindo tratando de hacerme reír con tu coqueteo.

Él sonríe y  el auto arranca. No duró mucho el viaje, pero juro que disfrute la vista. Nunca en la vida vi tanto verde como el que hay en estas tierras.

—Llegamos.

El auto se estaciona frente a una mansión empedrada tan enorme que puede pasar como un casillo. Hay un gran  bosque no muy lejos a la derecha y del lado izquierdo mucho campo abierto rodea la propiedad y hay animales de granja. Dejo de ver el entorno y busco los ojos de Peter son de un verde extraño, jamas en mi vida vi unos tan bonitos y solo muestran bondad. Tengo miedo... tengo miedo de que mi padre me lastime y me rechace como lo hicieron todos desde la muerte de mi mamá.

—Tranquila, estarás bien. Y solo para que sepas, si estaba coqueteando contigo. Lo que no esperaba es que te causara gracia, pero es mucho mejor que ver esos ojitos llenos de lágrimas. Ahora vamos, tu padre nos espera ¿Lista?

No, no estoy lista, ni para ver a mi padre ni para que un hombre como Peter me haga sentir bien, ni siquiera lo conozco y me hace sentir como si fuerra mi mejor amigo de toda la vida. 

Que cosa mas rara...

Abre la puerta de su lado y luego rodea el vehículo para abrir la mía y me ayuda a bajar. Es todo un caballero, recuerdo cuando Alexander me llevo a nuestra casa y me dejo abandonada afuera.

-Deja de pensar en ese cabrón.- Me digo a mi misma reprendiéndome por ser tan idiota.

—Lista. —Miento, estoy aterrada.

Caminamos unos pasos y la gran puerta de madera de la entrada se abre frente a nosotros. Una mujer de unos sesenta años nos recibe y no soy capaz de dar un solo paso más. 

—Creo que necesito un minuto.

Comienzo a respirar con dificultad, siento que mi cuerpo me pesa y pequeños destellos en la vista me marean, me tambaleo apenas pero ya estoy siendo sostenida por los fuertes brazos de Peter.

—Estas pálida, preciosa. Mejor yo te llevo.

Me carga en sus brazos y la mujer comienza a hacer preguntas sobre mi estado.

—Está embarazada, llama a la doctora del pueblo y que venga lo más rápido que pueda.

—Estoy bien, solo estoy cansada y nerviosa. He pasado por muchas cosas el día de hoy.

Me recuesta en un sillón enorme y abre la ventana que está cerca de nosotros. La brisa fresca ayuda pero los nervios siguen ahí.

—Ya estás aquí, pequeña.

La voz de un hombre me saca del ensimismamiento en el que estaba sumergida y veo a un hombre muy parecido a mí. Es pelirrojo como yo, pero sus ojos son de un azul profundo. Es alto y de contextura fornida, musculoso y guapo. Es la encarnación de Neith, el dios de la guerra irlandés.

—Peter, puedes retirarte. Gracias por todo, lo has hecho bien hijo.

¿Hijo? Supongo que debe ser solo una forma de expresar el aprecio que tiene al grandote junto a mi. Mi hermano no me haria ojitos. ¿No?

Peter se va sin decir una palabra y lo sigo con la mirada, pero antes de salir por la puerta, se da vuelta y me guiña un ojo.

Sonrió como idiota cuando ya no está a la vista y Declan levanta una de sus cejas perfectamente perfiladas.

—¿Qué? ¡Es un chico genial!- Digo a la defensiva- Ahora me gustaría saber si realmente eres mi padre biológico o es una broma de mal gusto y si esa montaña de musculos es mi hermano. 

Él sonríe y no hace falta que me someta a un análisis de ADN. La misma expresión en los ojos, el color de su cabello y algo muy importante. Tiene la misma marca de nacimiento en el antebrazo, justo donde está la mía.

"Eres mía, mi hija. El mejor regalo que me pudo haber dado Susan. Pero si tienes dudas, podemos hacernos analisis. Y no, peter no es mi hijo pero lo he criado desde pequeño. Es como si lo fuera.

Gracias a las diosas que no lo es. Seria muy extraño asumir lo contrario despues de como me ha tratado.

—No hace falta.

 Lo corto... Perdería tiempo y la verdad no tengo ganas de que me digan algo que ya se. El desgraciado prácticamente me clonó. Salvo por los ojos y el color de mi piel que lo herede de mi madre... Soy toda Prescott.

—Bien, creo que ya te diste cuenta de que eres igual a mí, tu cabello lo demuestra. –Dice con cierto orgullo.- Sé que tienes muchas preguntas y me gustaría respondértelas todas. Pero antes de que me culpes, quiero que sepas que no sabía de tu existencia.

—Supuse que me diarias eso, la culpa siempre es las madres ¿No? Solo para que lo sepas, fue muy buena madre hasta que murió. De ti no sé nada. Puedes empezar por ahí. Por ejemplo dime ¿Por qué me buscaste después de veintidós años?

Se pone de pie y frota sus piernas después de haber estado en cuclillas unos cuantos minutos y se sienta cruzándose de piernas.

—Me parece justo que pienses eso, pero no fue así. Y estoy seguro de que tu madre fue una madre maravillosa, que se haya ido de aquí, no fue mi culpa. Supongo que le gano el miedo y las mentiras que Ciara le dijo en mi ausencia.

Golpearla puerta y la mujer que nos recibió en la puerta de entrada entra con una mucho más joven.

—Señor, la doctora ya está aquí. Vino revisar a la señorita Bárbara.

Me encojo en el sillón. Todavía no sé nada de él realmente, pero está a punto de enterarse de que va a ser abuelo.

—No estaba enterado de que mandaron a llamarla. –Me mira con preocupación.- ¿Estas bien?

—Peter se asustó cuando llegamos, tuve un pequeño mareo. Yo pase por muchas situaciones difíciles estas últimas horas y además... Creo que...

—¿Qué? ¿Tienes un problema de salud que necesite atención médica más compleja?... – Se para de golpe y me toma la mano.

Niego con la cabeza, pero tomo su mano de todos modos.

—Bien, ya que fue un día de sorpresas para todos, qué más da que recibas una de mi parte.