Nuestro Destino

— Como van los asuntos del ducado, me sorprendió la carta tan repentina de mi nieta; no esperaba que comenzara tan temprano a relacionarse con más niñas de su edad. — La dama Carter era una mujer de carácter severo. Al morir su esposo, gobernó su ducado con sabiduría, esperando a que su hijo creciera y tomara el poder. Aunque muchos trataron de imponerle un esposo o hacerle el camino más difícil, ella resistió con todas sus fuerzas.

— No puedo mentirte, madre; las arcas están bien, pero me preocupa el futuro de los niños. El vizconde Lee me está cerrando el camino en los negocios; mis socios se han retirado de un día para otro y las propuestas de ese hombre son absurdas. El único camino que me queda es abrirme paso en el extranjero. — El duque sabía que tenía buenas propuestas de negocios, pero dentro del imperio serían escasas sus oportunidades.

— ¿Qué es lo que ese hombre está requiriendo para cesar su hostigamiento?— El vizconde Lee fue uno de los numerosos hombres que se opusieron a la dama Carter; sin embargo, en aquella época, carecía de suficiente influencia para obstaculizar sus actividades comerciales.

— Un matrimonio con su hija, pero eso no es todo; desea que yo tenga un hijo con esa mujer y que dicho niño sea mi heredero. ¡Eso es insensato! ¿Qué posición ocuparían mis propios hijos en tal circunstancia? No tengo intención de procrear nuevamente, y mucho menos con una mujer tan desagradable —expresó el duque con indignación.

— Ese hombre se encuentra asociado con personas influyentes de origen cuestionable, lo que dificultará considerablemente la posibilidad de liberarte de su influencia, especialmente en el ámbito de los negocios. — La dama Carter estaba en busca de una estrategia para proteger a su hijo de este hombre tan perjudicial.

— Estoy dispuesto a realizar lo que sea necesario para salvaguardar a mis hijos; el matrimonio y la posibilidad de tener más hijos no forman parte de mis intenciones, ya que no expondría a mis descendientes a tal riesgo. — El duque aseguró a su difunta esposa que se encargaría del bienestar de sus hijos, y aunque no fuera un padre muy presente en sus actividades, se comprometía a mantener su estabilidad económica.

— Debes obtener el respaldo de uno de los pilares del imperio. Ese individuo no debe salir con la suya. — Esta era la solución propuesta para poner fin al acoso del vizconde.

— No resulta sencillo concertar una reunión con alguno de ellos, aunque considero que los Vitaly podrían ser de ayuda. — El duque comenzaba a reflexionar sobre las palabras de su joven hijo.

— ¿Cómo pretende acercarse al joven duque? Tengo conocimiento de que es una persona muy reservada, y su padre ha estado viajando con su esposa con frecuencia. A este ritmo, la casa Carter se encuentra en un estado de declive cada vez más pronunciado; no podemos permitir que nuestro legado se extinga. — Afirmó la dama Carter.

— Madeleine Vitaly, los niños lograron acercarse a ella.— En este momento, el duque no había pensado en Madeleine, excepto en cómo lo trató.

— He escuchado mucho de ella; solo se rodea de su familia cercana, tiene grandes logros y el pueblo y la nobleza la adoran. En la sociedad se rumorea que las tiendas de moda femenina que tienen los Vitaly son de ella, pero nada está confirmado. Me enteré de que dejó en vergüenza a la hija del vizconde Lee. Sería bueno que te casaras con ella; los niños necesitan una figura materna, y Madeleine podría suplir esa dedicación que ellos necesitan —expresó la dama Carter.

— Pero, ¿qué dices, madre? Lady Vitaly es irritante y altanera; no podría convivir con ella —aseguró el duque.

— Los Vitaly tienen principios diferentes a los de las demás casas nobles, y ella fue educada bajo esos principios. Las dos veces que el anterior duque contrajo matrimonio fue porque amaba a la mujer en cuestión, a diferencia de los Carter, que nos hemos casado por acuerdos comerciales. ¿Crees que yo amaba a tu padre? Nunca lo hice. Cada uno cumplió con sus deberes como tenía que ser, al igual que tú y tu esposa. Lady Vitaly podría ser la solución para darle vida a esta casa —la dama Carter estaba a favor del cambio, pero no sabía cómo hacerlo; no conocía nada más allá del deber de una esposa. Una joven con ideas frescas sería la solución a tantos años de amargura.

— No obstante, ella querría tener hijos, mientras que yo no tengo la intención de tener más descendencia. Dado que sus padres contrajeron matrimonio por amor, es probable que ella anhele lo mismo, lo cual es algo que no podría proporcionarle — respondió el duque.

— Reflexiona sobre ello; si ella tiene una buena relación con los niños, sería prudente considerar lo que es más beneficioso para ellos. Tal vez deberías conocerla mejor; a lo mejor podrías desear tener más descendencia — afirmó la dama Carter con firmeza.

— Si quieres conocerla tú, ella vendrá hoy a tomar té con los niños — el duque no estaba nada feliz con la sugerencia de su madre.

— Perfecto — la dama Carter veía la oportunidad idónea para evaluar la relación de Madeleine con los niños.

Por otra parte, Vivían y Madeleine iban en el carruaje, teniendo una conversación entretenida.

— Tu padre no estaba muy convencido de la fiesta de té con el ducado Carter — mencionó Vivían sonriendo.

— Creo que sospecha de nuestras intenciones — Madeleine conocía muy bien a su padre.

— La edad le está afectando; pronto se le pasará, no te mortifiques con eso — Vivían se encargaría de que su esposo no fuera tan testarudo.