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Pequeña Rebelde

Pequeña Rebelde

Status: En proceso
Genre:Embarazo no planeado / Profesor particular / Amor-odio / Diferencia de edad / Donde hubo fuego cenizas quedan
Popularitas:3.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Miry - C

La mujer con la que se iba a casar murió en el altar, pero Adiel Mohamed no podía superar es emomento, hasta que regresó a su pueblo, y unos ojos verdes los flecharon.
Se enamoró perdidamente de Kiara Salma, la sobrina del capataz de su hacienda, una chiquilla que su madre odiaba con toda el alma. Pero eso no impidió que Adiel la amara, y la convirtieran en su todo.
Lo único que logró apartarlo del lado de su amada, fue que era menor de edad, sobre todo, era su alumna, y estaba prohibida para él, en todos los sentidos.
Decidió marcharse, y regresar cuando ella fuera mayor de edad, pero antes de partir, la hizo suya, marcando la como suya, pensando en su regreso convertirla en su esposa. Pero cuando regresó, Kiara ya no estaba, ella había desaparecido. Y su padre habría muerto, lo que le dejó destrozado y desdichado por cinco años, hasta que la volvió a ver, con una niña en brazos, la cual supo inmediatamente que era su hija.
Pero resultaba que Kiara lo odiaba.

NovelToon tiene autorización de Miry - C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Olvida lo que viste.

POV DE KIARA.

Doy media vuelta y salgo de aquel lugar sin poder entender nada. Leila es la novia de Adiel, pero se está besando con mi tío y eso deja un descontrol en mi cabeza. Voy caminando a pasos rápidos, pero el fuerte choque con un hombre me saca de los pensamientos en los que estoy sumergida.

—¿Qué pasa? ¿No ves por dónde caminas? —brama mirándome fijamente.

Mira nada más con quién choqué, con Adiel Mohamed el cornudo, el tonto al que le ponen los cuernos en sus narices, pero no se da cuenta. Pongo los ojos en blanco y me propongo seguir mi camino; no obstante, la suave mano de Adiel detiene mi brazo.

—¡No me toque! —bramo y sacudo mi brazo—. Déjeme en paz, mejor esté pendiente de su novia y evite cruzarse en mi camino.

Adiel mira alrededor y, al ver que no hay nadie, me toma del brazo y me ingresa hasta el aula que está al lado. Una vez dentro, me recuesta en la pared y me mira fijamente apoyando su frente en la mía.

Su aliento, su perfume, sus ojos, su nariz jugando con la mía, me tienen completamente inmóvil. Deseo que me bese, anhelo que esos labios se junten con los míos; sin embargo, el recuerdo de que se había ido de viaje con la greñuda pasa por mi memoria. Rápidamente lo empujo y me zafo de su agarre. Se queda mirándome con enojo. Abro la puerta y me voy sin darle tiempo a que me detenga y me increpe con sus estúpidos reclamos.

Cuando la sirena suena para ir a casa, recojo de prisa los cuadernos y salgo del aula. En el pasillo me topo con Leila, quien me toma de la mano hasta llevarme a un lugar donde no hay alumnos.

—Escucha bien, Kiara, espero que olvides lo que viste y no vayas con inventos a mi novio.

—¿Inventos? Pero lo que vi no es un invento.

—Lo es para ti. Solo fue tu visión, nada más.

—No fue mi visión, la vi con mi tío y no voy a permitir que lo lastime.

Leila suelta una carcajada. —Félix es un adulto, nuestra relación viene desde hace años, es lo único que me ha mantenido en este miserable pueblo.

—¿Cómo? ¿Andas con los dos? —Sonríe de medio lado y explica:

—Nunca lograrás entenderlo —dice e intenta marcharse, pero la detengo.

—Bien, no le diré nada, pero quiero mi veinte sobre el examen.

Leila sonríe y asiente. —Aunque es un chantaje, lo acepto. Si eso evitará que abras la boca, lo haré.

Dicho eso, se va dejándome conmocionada. No me siento satisfecha por lo que acabo de hacer, pero si quiero lograr mis metas y sueños, debo sacar puros veinte. Suspiro y continúo a casa. Al llegar, dejo mi mochila en su lugar y cuando entro al comedor, el tío está sentado en la silla con la cabeza agachada. Tal vez siente vergüenza y por ello no se atreve a mirarme.

—Tío...

—Cariño —suspira y toma mis manos—. Voy a explicarte lo que pasó.

Asiento y me acomodo en el asiento del costado.

—Fui al colegio a ver cómo ibas en las materias. Cuando hablé con Leila, me contó que habías sacado un cero. Me sentí mal porque imaginé que te habías desconcentrado por lo que te conté. De pronto, ella se levantó y empezó a masajear mis hombros. La alejé porque sé que está saliendo con Adiel, pero Leila se acercó más a mí. No sé qué me pasó y terminé besándola. Te juro que no soy su amante...

—Pero ella dijo que mantienen una relación desde hace años —el tío presiona los labios y suspira.

—Es falso. Leila siempre ha estado interesada en mí, pero por varios motivos me he mantenido al margen.

—Entonces mintió.

—Sí, al igual que me dijo que no tenía nada con Adiel.

—¿¡Qué!? ¿En serio dijo eso? Pero si acaban de llegar de viaje.

—Lo ves, Leila siempre ha querido atraparme, me he convertido en su amor obsesivo. La he rechazado muchas veces, fueron tantas que creí que había entendido.

—Tío, ¿pero te gusta? —sonríe y me abraza.

—Chiquita, no voy a hablar de mis sentimientos contigo, aún eres una pequeña bebé...

—Ya no soy una bebé, en dos meses más cumplo diecisiete.

—Muy cierto, ya eres toda una señorita. Me pregunto si ese corazoncito ya está invadido por el sentimiento llamado amor... Kiara Salman, ¿te gusta algún compañero de clases?

Suspiro y suspiro mientras me sumerjo en los pensamientos. No es un compañero de clases, es un profesor tan guapo y apuesto, tan elegante y refinado que despierta en mi corazón un estallido de emociones que antes nunca había sentido.

—No quiero a nadie, yo no voy a enamorarme de nadie. Mi propósito es sacar buenas notas y cumplir todos mis sueños —explico tratando de ser convincente.

—Me parece bien que no estés pensando en amoríos, eso solo desconcentra tus estudios.

En la tarde de ese mismo día me dirijo a casa de mis amigos a realizar la tarea. Pasamos la tarde haciendo las investigaciones y cuando la noche cae, el tío Félix pasa por mí.

A la mañana siguiente salgo temprano como todos los días. De pronto, el auto de Adiel aparece y mi corazón se acelera. Pasa de largo dejando un viento arrasador tras de sí. Imagino que este será otro día en el que tendremos que soportar su cara de amargura. Solo de imaginarlo pongo los ojos en blanco y acelero el paso.

Una vez que llego al colegio, me dirijo hasta el aula. Me parece extraño que Gonza no me esperara ni me recibiera al entrar. Creo que, si algún día mi amigo se va, lo extrañaré un montón.

Cuando ingreso al aula, mi corazón se exalta. Retrocedo dos pasos hacia atrás para volver a leer el nombre del paralelo, por si me hubiera equivocado, pero al darme cuenta de que esta es mi aula, me alzo de hombros. Imagino que está aquí porque siempre viene a visitarme, aunque siempre lo hace en la hora de recreo, pero ahora resulta que no es receso y se encuentra sentado en uno de los pupitres con su mochila colgando en el espaldar de la silla.

—Gonza, ¿qué haces aquí? —La sirena suena y me siento—. ¿No deberías irte a tu paralelo?

Me toma de las manos y sonríe. —No, Kia, no voy a irme, me cambiaron de paralelo...

—¿Por qué? —increpo.

—Mira atrás —me dice y giro mi rostro—. Joel volvió y decidieron cambiar de paralelo a Pedro, y me ofrecí a ocupar su lugar. Así puedo estar más cerca de ti —expresa y yo sigo mirando a Joel.

Joel Wilde es uno de los alumnos más problemáticos del instituto. Aquel chico no es cualquier adolescente común y corriente como Gonza y mi persona. Hace un mes atrás apuñaló a un compañero; las razones nadie las sabe, pues Pedro da una versión y Joel otra. Me levanto y camino hasta él. Aunque tiene un carácter de mierda, me llevo muy bien con él. Volver a verlo me llena de alegría.

—Bienvenido...

—Gracias, Kia.

Mientras abrazo a Joel, se escuchan sacudir unos zapatos. Carraspea su garganta y saluda.

—¡Buenos días! Todos a su asiento.

Giro mi rostro y me encuentro con la mirada de Adiel. Mi corazón late fuertemente mientras mis ojos se deleitan con esa belleza varonil. Se ha cortado el cabello y se ve más guapo.

—¿No escuchó? —increpa mirándome con ojos afilados.

Entrecierro los míos y camino a mi lugar. Siento la mirada de Adiel caer sobre mi cuerpo. Alzo la mía y sigue mirándome.

—¿Qué hace usted aquí? —se dirige a Gonza.

—Me cambiaron de aula —informa y Adiel se sienta.

Recorre la mirada por toda el aula y se detiene en Joel. Este último entrecierra los ojos y se rueda en la banca, sentándose casi con la espalda.

—¿Su nombre?

—Joel Wilde.

—Joel Wilde, puede sentarse bien.

—Estoy sentado —explica sonriente.

—No está sentado. Su espalda debe quedar en el espaldar de la silla, y su trasero debe estar sobre el asiento.

—Yo me siento como me da la gana, nadie cuestiona mi forma de sentarme —expresa y Adiel arquea una ceja.

—Pues en mis clases acostumbro a cuestionar los malos modales, así que se sienta como se sienta una persona normal o sale de mi clase.

Los ojos de Adiel irradian la cólera que siente dentro. Aunque habla calmado, su mirada expresa irritación. No deja de mirar a Joel hasta que este se acomoda bien en la silla. Una vez que el alumno problema obedece, carraspea su garganta y se levanta.

—Grupo uno al frente.

Ese era mi grupo. Todos mis compañeros se levantan y saco el papelógrafo. Con cinta adhesiva lo colgamos al frente y empezamos a explicar. Adiel mira fijamente a cada uno de los que explican. Cuando me toca a mí, lleva la mirada a otra parte. Agradezco por ello porque, de no hacerlo, su mirada me hubiera puesto nerviosa.

—Grupo dos al frente —balbucea y camina hasta el pizarrón. Agarra un marcador y coloca en la esquina del pliego la nota: sobre nueve. Este miserable nos calificó nueve. Me pregunto qué error tiene el papelón para que nos baje un punto. Mientras escribe la nota, aspiro su aroma. Es tan fragante que podría pasar horas enteras aspirando su perfume.

Después de mi exposición me siento de lado. Empiezo a hablar con Gonza y la fuerte voz de Adiel me hace enderezar.

—Siéntese bien. Así como los demás la escucharon en su presentación, así mismo preste atención —brama con ojos iracundos. Su mandíbula tensa se mueve al compás de la presión de sus dientes.

Torciendo los ojos me giro hacia el frente. Luego me concentro en la explicación de los demás grupos y así se pasan las horas.

—Quiero todo lo que está en los papeles pasado al cuaderno —ordena y se marcha.

En la hora de receso caminamos hasta la oficina de balones. Una vez que el recreo termina, nos toca la hora de baloncesto. Por ello empezamos a hacer la práctica antes de que llegue la hora. Mis nervios se ponen de punta cuando veo a Adiel parado en la puerta de la oficina general contemplando a nuestro paralelo en la práctica. Me paro nerviosa y lanzo el balón. Sin topar aro traspasa y Gonzalo corre hasta mí. Desde las piernas me eleva al mismo tiempo que me da una vuelta. Siento la adrenalina recorrer mi cuerpo y de golpe me baja, quedando así frente a frente con él. Por primera vez miro a los ojos a Gonza y paso saliva con dificultad.

—Estás loco, Gonza —farfullo al darle un manotazo.

—Muy loco —murmura al darme un beso en la mejilla cerca de mis labios. Vuelvo a pasar gruesa saliva y me alejo.

—Te toca, Kiara —comunica un compañero y procedo a batear el balón. Antes de lanzarlo miro en dirección a Adiel y ya no está. Suspiro profundo y vuelvo a alzar el balón.

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Liz Baez
Me encanta tu novela, espero que lo puedas actualizar pronto, besos bendiciones 😘
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