Tu Dulce Aroma

Skylar pasó el resto de la tarde encerrado en su habitación, preguntándose qué demonios le había pasado por la cabeza para decirle eso a Carter.

¿Cómo se le ocurrió soltarle semejante cosa? ¿Por qué se le fue tanto de las manos?

Esperó y esperó alguna señal, un mensaje, una simple respuesta. Pero nada llegó. El silencio del alfa fue absoluto.

Agotado, intentó distraerse con su rutina de belleza, aplicando cada producto con meticulosa precisión. Se lavó la cara con su espuma de limpieza, aplicó tónico, serum, contorno de ojos, y su crema hidratante favorita. Finalmente, se acurrucó en su cama. Justo antes de dormir, volvió a revisar sus mensajes. Ni una sola notificación de Carter.

—De seguro ha estado muy ocupado estudiando para los exámenes —se dijo a sí mismo, aunque en el fondo dudaba. Escribió un mensaje corto: “Dulces sueños, amor 💙”, y lo envió. Luego apagó la pantalla con una mueca.

Ni en sus más horribles pesadillas se le pasaba por la cabeza la posibilidad de que Carter le fuera infiel. No Carter. No su Carter. Al fin y al cabo, estaban destinados a estar juntos. Su relación estaba escrita desde la cuna... ¿O no?

En ese mismo momento, en otro lugar, un alfa y una omega se dejaban llevar por sus deseos más bajos. Y en la mente del alfa no existía rastro alguno de culpa. Ni una sombra de remordimiento. Skylar ni siquiera cruzaba su pensamiento.

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Una semana había pasado desde aquel encuentro, y Skylar no lograba verlo a solas. Por más que lo buscaba, que lo llamaba o le escribía, Carter parecía decidido a esquivarlo.

Ni los mensajes ni las llamadas servían. Apenas si podía divisarlo de lejos. Pero cada vez que intentaba acercarse, él desaparecía. Como si huyera.

La tensión lo estaba matando. Como si no fuera suficiente, Kelly seguía sin dirigirle la palabra. Skylar creyó que una disculpa, aunque fuera escueta, bastaría para que todo volviera a la normalidad. Pero la omega lo ignoró sin piedad cuando intentó acercarse.

Mientras esperaba el timbre del recreo, revisaba con atención su manicura. Uñas perfectas, manos impecables. Como todo en él, debía estar pulido hasta el más mínimo detalle. No podía permitirse ni una grieta, ni una falla. Su mirada se deslizó al asiento vacío junto a él. Instintivamente, buscó con los ojos a Kelly, que ahora se sentaba en la primera fila, lejos de él, como si la distancia física representara también el abismo emocional que se había formado.

Extrañaba su compañía. Extrañaba su risa, su franqueza, sus consejos sin filtro. Pero estaba cansado de tener que justificarse por algo que ella nunca comprendería. Kelly, criada solo por un padre alfa, no había recibido la educación rigurosa de un omega perfecto.

Ella simplemente era. Auténtica. Rebelde. Libre.

Cuando el timbre sonó, se escabulló del salón con rapidez. Su corazón palpitaba con fuerza. Esta vez lo encontraría. Esta vez hablarían.

Entró al patio de los alfas, moviéndose entre sombras, cuidando que nadie lo notara. Entonces lo vio.

Allí estaba Carter, conversando animadamente con un grupo de amigos, relajado, riendo, sin una sola preocupación en el mundo.

Skylar sintió un golpe seco en el pecho. Lo había imaginado ocupado, exhausto, estudiando sin descanso para su futuro juntos. Pero verlo así, tan suelto, tan feliz... como si nada le importara... como si él no le importara, lo devastó.

Tomó su celular con manos temblorosas. Escribió un mensaje rápido:

“¿Estás ocupado? ¿Podemos hablar después de clases?”

Contuvo el aliento al enviarlo. Lo observó, esperando alguna reacción.

Carter leyó el mensaje. Lo guardó. Y continuó su conversación, como si nada.

—Ni siquiera eres capaz de responderme cuando tienes tiempo... —murmuró Skylar. Su voz era hueca. No sabía si debía irse o enfrentarlo de una vez.

Pero antes de tomar una decisión, una figura femenina se unió al grupo. Una omega de cabello brillante, figura curvilínea y actitud segura. Rosaura.

Se colocó cerca de Carter con naturalidad. Él le dedicó una sonrisa amplia, encantadora. Ella se la devolvió, y todos los alfas del grupo rieron con complicidad.

Era como si perteneciera allí. Como si esa fuera su manada. Su círculo. Su pareja.

Skylar no pudo soportarlo más. Se dio media vuelta y salió huyendo. Se encerró en el baño más cercano, se acurrucó dentro de un cubículo frío y oscuro, abrazando sus piernas con fuerza.

Quería llorar. Sentía las lágrimas ardiendo en sus ojos, listas para caer. Pero no. No podía darse ese lujo. No ahora. No allí.

La imagen no lo abandonaba: Carter riendo con ella. Rosaura tocándole el brazo. La complicidad. La cercanía.

Él jamás le había sonreído así. Jamás lo había tratado con esa naturalidad frente a sus amigos. Jamás lo había presumido. ¿Por qué?

¿Qué tenía de malo él?

Cuando escuchó ruido fuera del cubículo, se obligó a recomponerse. Se alisó el uniforme, respiró hondo, y salió.

Un grupo de omegas se maquillaba frente al espejo, charlando en voz baja. Al verlo, lo analizaron con descaro de pies a cabeza. Una risita maliciosa se coló entre ellas.

—“Mojigato…” —susurró uno con una tos fingida.

Skylar fingió no escucharlo, como solía hacer. Pero ese día, no estaba de humor.

Se giró lentamente, la sonrisa torcida decorando su hermoso rostro.

—Si tienen algo que decir, díganlo en voz alta. No tengo miedo de escuchar lo que piensan. Pero me irrita su cobardía de susurrar como ratas.

—¿Te molesta que hablemos de ti, cielo? Pues acostúmbrate. Eres el hazmerreír del instituto —intervino un omega bajito y rechoncho.

—Y no por envidia —añadió una omega de piel morena—. Tu “novio” está con otra, y tú aquí, todo digno, como si nada.

Skylar soltó una carcajada seca.

—Qué imaginación la suya. —Movió su melena con un gesto altivo—. No espero que entiendan lo que es una relación forjada desde la cuna. Ese tipo de compromiso no está al alcance de cualquiera. Al final, Carter será mi pareja oficial. Puede haber muchos resbalosos tras él, pero yo soy quien lleva su nombre, y quien será su esposo. No lo olviden.

El silencio se hizo espeso, incómodo. Entonces estallaron las carcajadas.

—¿Qué dignidad hay en aguantar infidelidades? —dijo el omega rechoncho—. Aunque fuera el último alfa del mundo, yo tendría algo de amor propio.

—Debe ser que los ricos nacen ya con el cerebro lavado —añadió una voz chillona.

Skylar apretó los puños. Iba a responder. Iba a estallar.

Pero antes de que pudiera abrir la boca, una figura irrumpió como un torbellino: Kelly.

—¡Víboras venenosas! —gritó—. Vayan a escupir su veneno a otra parte. ¡Chismes y malicia, eso es lo único que tienen!

Agarró a Skylar del brazo y lo arrastró fuera del baño.

Caminaron en silencio unos metros. El rubio no opuso resistencia.

—E-espera... Kelly… Pensé que estabas enojada conmigo —susurró, con un nudo en la garganta.

—Lo estoy. Eres un idiota por defender a un idiota —espetó ella, sin mirarlo—. Pero eres mi mejor amigo. Y no podía seguir oyendo todo eso sin hacer nada. Quería ignorarlo. De verdad quería. Pero verlos reírse de ti… me quemaba por dentro.

Skylar se le colgó del cuello y la abrazó con fuerza. Las lágrimas amenazaban con volver, pero esta vez eran de alivio.

—También te extrañé…

—Y yo a ti, idiota. Pero... Sky, hay algo que debo contarte. Algo importante. Y no creo que te guste.

La expresión de Skylar cambió al instante.

—¿Qué pasó?

Kelly bajó la mirada. Su rostro se tiñó de preocupación.

—Es sobre Carter.

Y con eso, Skylar supo que lo peor estaba por venir.