Una mujer que desea ser madre a como de lugar, convirtiéndose en una obsesión que está a punto de hacer fracasar su matrimonio.
Eliza y Eduardo enfrentan muchas dificultades para conseguir ser padres, y en el proceso mejorar su relación de pareja.
Un día de navidad, Eliza pide un deseo, que su hijo o hija llegue a ellos como una bendición. Y que sin importar si tienen hijos o no, su relación con su esposo mejore.
¿Se cumplirá su deseo de navidad?
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Capitulo VI. La casa hogar.
Eduardo recogió a Eliza y se fueron en su auto a casa.
Por el camino le contó entusiasmada las actividades que habían realizado con los niños de la casa hogar. Hasta que detuvo su descripción, y se quedó pensativa.
Eduardo la observo de reojo, ya que estaba manejando. Y no le dijo nada. Pocos minutos después llegaron a su edificio y subieron en el ascensor a su apartamento.
Eliza suspiro y se sentó en el mueble de la sala, mientras Eduardo cerraba con seguro la puerta de entrada al apartamento.
El esposo caminó colocando sus llaves junto a las de su esposa, sobre la cómoda al lado de la puerta de entrada en la sala, y la chaqueta igual, y siguió hasta la cocina a tomar un poco de agua. Desde allí observo a Eliza.
- ¿En qué piensas, Princesa? - le pregunto al ver pensativa a la mujer.
Ella lo miró, volviendo a la realidad, y suspiro
- Esos niños me dieron tanta tristeza. Hay niños y niñas de varias edades. Y hay adolescentes, también. Me di cuenta que los acomodan en áreas separadas, los más grandes de los pequeños. - explicó ella pensativa.
Eduardo se sentó a su lado, y le pasó los brazos por los hombros, atrayendola hacia su pecho. Siguió escuchando lo que ella le contaba con atención.
- Vi un pequeño niño en particular. Tendría no más de siete años. Me miró con sus ojitos tan llenos de esperanza cuando le entregué el regalo. Y con su sonrisa...- explicó conteniendo la emoción, sin querer agregar más.
- ¿En qué piensas, Eliza? - Preguntó el sabiendo que había alguna petición detrás de eso.
- ¿Y si adoptamos algún niño o niña de allí? Se que estamos investigando como es el procedimiento de adopción. Pero podemos ir y hablar con la directora. Aprovechar que yo fui el día de hoy, e ir hablar con la directora, e investigar todo lo relacionado con la adopción. ¿Qué te parece? - pregunto ella incorporándose un poco, mirando a su esposo a la expectativa. Con mirada suplicante.
Eduardo sonrió. Su esposa había cambiado su actitud en algunas semanas. Ahora se comunicaba más con él, y le contaba sus deseos y expectativas para con su relación.
La miro por un momento. Le dió un suave beso en los labios y abrazándola de nuevo, respondió,
- Está bien. Planifiquemos para ir y hablar con la directora. -
- Gracias, gracias, amor. Te lo recompensare. - dijo abrazándolo, y llenandolo de besos por todo su rostro.
- ¿Y eso como lo vas a hacer? - pregunto Eduardo, mientras la miraba con ojos de deseo, y acariciaba suavemente la espalda de su esposa.
- Tengo mis trucos - susurró Eliza con una sonrisa pícara, mientras se despojaba de la parte superior de su ropa, de manera sensual.
Su esposo, la miró con deseo, y entonces la besó. Dejandose llevar por el amor y deseo que le tenía a su esposa. Además del tiempo que habían estando juntos, pero separados físicamente. Una separación impuesta por él mismo, y por los horarios de ovulación, y días de fertilidad de su mujer. Por la obsesión que ella tenía con quedar en embarazo.
Un rato después, en su habitación, estando en la cama abrazados bajo las sábanas, Eduardo la besó en la sien mientras la estrechaba contra su pecho.
- Sabes que solo vamos a investigar, ¿verdad? Que el proceso de adopción puede ser lento, ¿Cierto? Solo vamos a buscar información. ¿Está bien? - dijo en un susurro, para asegurarse que su esposa no se decepcionará si algo salía mal en su visita a la casa hogar.
- Lo sé, amor. No te preocupes - confirmó Eliza acurrucada en los brazos de su esposo y disponiendose a dormir. Había sido un día largo y muy satisfactorio para ellos.
**********
Al día siguiente, era sábado y se prepararon para ir al orfanato y saber si la Directora del mismo los podía atender.
- ¿Cómo amaneciste, princesa? - le preguntó su esposo a Eliza, que ya iba despertando. Este salía del baño enrollado de la cintura hacia abajo con una toalla y con otra secandose el cabello.
- Bien, amor. Porque estoy a tu lado. - dijo ella incorporándose para abrazarlo.
El día de ayer había sido la primera vez en meses que habían hecho el amor, sin presiones, solo porque sentían las ganas y el placer de hacerlo. Y también habían pasado varias semanas que no lo hacían. O más bien que Eduardo no quería acercarse a su esposa en ese sentido. Así que, el día anterior había sido como una reconciliación para ambos en ese sentido.
Eduardo la abrazo con fuerza y se acostó en la cama, dejándola encima de él.
- Te extrañe mucho, mi princesa - le dijo en un susurro al oído.
- Yo también te extrañe, mi príncipe. - y mirandolo a los ojos, lo besó y comenzaron a acariciarse.
Ella se acomodo a horcajadas sobre él, hasta sentirlo entrar. Y comenzó a moverse sintiendo, y haciéndolo sentir todo el deseo y placer que habían evadido durante todo esté tiempo. Lo hicieron nuevamente con amor y ternura.
Al terminar, ambos quedaron exhaustos, uno en brazos del otro. Con los ojos cerrados. Ambos recuperando el aliento.
Eliza intento levantarse luego de un momento.
- ¿A dónde vas, princesa? - pregunto Eduardo tirándo de su mano, y haciéndola caer de nuevo sobre él.
- Al baño. - dijo entre risas mientras él la besaba y le hacía cosquillas.
- Me rindo, me rindo...- exclamó ella riendo.
Había pasado mucho tiempo desde que no convivían de esta manera. Después de tres años de dolor y sufrimiento por no quedar embarazada. Al parecer, Eliza estaba aceptando su situación, y abría su mente a otras soluciones para la misma. El que ambos asistieran al psicólogo, los había ayudado mucho.
- ¿Cuáles son los planes para hoy? - le pregunto Eduardo, mientras acariciaba el rostro de su esposa, que permanecía sobre él.
- Vamos a desayunar. Y luego vamos a la casa hogar. - le explicó con una sonrisa. - ¿Tu tienes algo que hacer hoy? - pregunto Eliza dándose cuenta que no había preguntado por las actividades de su esposo el día anterior.
- No, amor. Realice el trabajo que me asignaron el día de ayer, de modo que no quedará pendiente nada para hoy. Hoy es para nosotros, Princesa. - concluyó dandole un suave beso en la boca. Habían quedado de acuerdo en que los fines de semana serían solo para ellos como pareja, a menos que en realidad alguna situación requiera que realicen otras actividades a solas.
Hicieron el desayuno juntos. Eliza sirvió y comieron, y tomaron café, entre conversaciones y risas. Luego lavaron los platos, dejando todo limpio en la cocina. Y salieron a la casa hogar. Esperaban que la directora estuviera y los pudiera atender.
Recorrieron el camino en su auto, y al llegar a la casa hogar, Eliza se puso nerviosa. No podía moverse y bajar el auto. Se había puesto ansiosa.
Eduardo ya se disponía a bajar, cuando se dió cuenta del cambio de actitud de Eliza.
- Princesa, ¿Estás bien? - pregunto Eduardo tomando su mano.
Eliza perdida en sus pensamientos, se sobresaltó cuando sintió la mano de Eduardo. Ella apretó la mano de su esposo, y lo miró sonriendo.
- Estoy bien, mi príncipe. Vamos. - bajaron del auto y dispusieron a entrar.
Al llegar a la puerta, fueron abordados por una trabajadora social. Preguntaron por la directora y explicaron lo que querían saber. La directora del orfanato no se encontraba por ser fin de semana, pero la trabajadora social reconoció a Eliza del día anterior, y la atendió amablemente, llevo a ambos a una oficina y les explicó el procedimiento a seguir para la adopción.
- Quiero que entiendan que a veces el proceso es algo largo. Pero será satisfactorio para ustedes cuando tengan al niño en su casa. - le explicó la señora con una sonrisa, amablemente.
Eliza pensativa, le pregunto.
- Ayer cuando estuve aquí en las actividades con los empleados de la empresa. Vi a un niño pequeño de alrededor de 7 años. ¿Podría verlo? - Preguntó con duda.
- ¿Están interesados en adoptar al niño? - pregunto la trabajadora social, imaginando cuál niño era.
Eduardo solo veía a su esposa, y sentía como está le apretaba la mano. Él correspondía a su agarre con firmeza, sin lastimarla.
- Solo ... quería saber si ya está en proceso de adopción... - explico aún con duda.
La trabajadora social la miró.
- Bueno, no podemos darle esa información. Y también tendríamos que saber cuál niño es. Hay varios niños de esa edad. - le explicó La mujer.
- Es como de esta altura. Ojos y cabello castaños. Se veía tierno ayer cuando le entregue el presente. - explicó Eliza pensativa, recordando al pequeño Miguel.
"Me olvidé de preguntar el nombre del niño" pensó Eliza, triste.
Cuando la trabajadora social escucho la descripción, recordó que el niño que estaba más cerca de Eliza el día anterior, era Miguel. Así que con una sonrisa, asintió.
- Debe ser Miguel. Es un niño muy tierno, y necesitado de afecto. Tiene siete años de edad. Llegó aquí hace cuatro años. Cada vez que creemos que lo van a adoptar, las personas se retractan, así que a pesar de su corta edad, ha sufrido muchas decepciones. Así que antes de dejar que ustedes vean al niño, deben estar muy seguros de querer adoptar a un pequeño de esa edad. Que si por cualquier situación se presenta un bebé en adopción, ustedes no se van a empeñar en querer adoptarlo y dejar al pobre Miguel de nuevo aquí. - explico la señora.
Eliza está muy sorprendida por lo que dijo la trabajadora social.
- Entonces, ¿eso es lo que ha sucedido? ¿Han dejado a Miguel aquí, aún cuando le dijeron que lo iba a adoptar? Que triste. Pobrecito. - dijo Eliza con expresión triste.
- Entendemos, señora. Entonces lo pensaremos bien, y luego le diremos nuestra decisión. Muchas gracias por la información, y todas sus atenciones. - dijo Eduardo viendo que Eliza se quedó en silencio.
- Estamos a la orden. Queremos que los niños estén seguros en una familia que los ame. Que no sean rechazados. Por eso no dejo que lo vean, eso le daría esperanzas al pequeño. - le explicó la señora.
- Entendemos. No sé preocupe. Seguimos en contacto. Muchas gracias. - volvió a hablar Eduardo. Mirando a su esposa. Comenzó a preocuparse porque Eliza no respondió a lo que la trabajadora social decía.
Así que decidió salir rápidamente de la casa hogar, y al llegar al auto, le abrió la puerta la ayudó a subir. Cerró la puerta del copiloto y luego le dió la puerta al auto para subir a su lugar. Le coloco el cinturón a su esposa y luego se colocó el de él.
Por un momento, se quedó mirando a su esposa, aún perdida en sus pensamientos. "¿Por qué se quedaría así? ¿Qué estará pensando? " pensó Eduardo preocupado.
Para luego encender su auto y ponerse en marcha. Lo mejor era regresar a casa a descansar. Ya era casi mediodía. Luego, que hable con Eliza sabrá que hacer.
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Felicidades autora excelente historia...
Que sigan los éxitos!!!!