Mariza, una mujer con una extraña profesión, y que no cree en el amor, se convierte en la falsa prometida de William, un empresario dispuesto a engañar a su familia con tal de no casarse.
Por cosas del destino, sus vidas logran cruzarse y William al saber que ella es una estafadora profesional, la contrata para así poder evitar el matrimonio.
Lo que ninguno de los dos se espero es que esa decisión los llevaría a unir sus vidas para siempre.
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capítulo 6
Cuando la reunión terminó, estábamos a punto de irnos cuando la madre de William dijo:
—¿Dónde se está hospedando, señorita Grinch?
Sonreí por su cambio de actitud y contesté con amabilidad:
—Por favor, llámeme Mariza. Me estoy alojando en el Palace Hotel...
—Hijo, ¿cómo puedes permitir que tu prometida se aloje en un hotel? Vayan por sus cosas y vuelvan aquí. Tu habitación está más que lista para que ambos se queden.
Al oír eso, rápidamente respondí:
—No se preocupe, estoy acostumbrada a dormir en hoteles. Desde muy pequeña he estado al lado de mi hermano mientras él se hacía cargo de la empresa familiar, y ambos hemos vivido más en ellos que en nuestra propia casa.
La madre de William, al oír eso, bajó la mirada, visiblemente entristecida. Supe de inmediato que no debí haber dicho aquello.
—La familia se queda en esta casa, querida. Tú pronto unirás tu vida a la de nuestro hijo y no podemos permitir que te quedes sola en un hotel.
Miré a William y, al ver que me hizo señas de no insistir, asentí con suavidad.
—Está bien, iré por mis cosas.
—La acompañaré y luego volveremos, madre.
Con esas palabras, nos dirigimos hacia la salida. Una vez a solas, dije:
—Lo siento, no quise que...
—Tranquila, esto es una buena señal. Creo que mi madre ya te aceptó.
—¿De verdad lo crees? Pensé que me odiaba. En todo momento me hizo sentir incómoda. Tenía miedo de decir algo que la hiciera enojar y que, por fin, se dignara a correrme de su casa.
—No te preocupes. Con Gabriel fue igual, y ahora no hay mejor yerno que él. Es su manera de averiguar si las personas que se nos acercan lo hacen por interés o porque realmente les importamos.
Mientras hablábamos, subimos a su auto. En el camino, me preguntó por mi hermano.
—¿Y tu hermano qué opina de tu otro... trabajo?
—Creo que pudiste oír parte de nuestra conversación. No le gusta. Dice que no invirtió tanto en mis estudios para esto. Le da miedo que, algún día, alguien quiera vengarse de mí por mis actuaciones y bla, bla, bla...
—Bueno, creo que, en parte, tiene razón.
—Investigamos muy bien a nuestras víctimas y a nuestros clientes antes de cada trabajo. Somos meticulosos. También investigamos antecedentes criminales. No nos metemos con personas peligrosas y siempre cubrimos bien nuestro rastro.
—Pude notarlo... ¿Cómo empezaste a hacer esto? No creo que sea por dinero...
—En realidad, fui una víctima. Mi primer novio, en la secundaria, fingió tener otra relación para que yo lo dejara. Días después me encontré con la supuesta novia, y terminó confesándome todo. Me dijo que no era nada personal, que lo había hecho por dinero. En ese momento no quería escuchar razones. Pasó el tiempo y vi que seguía haciendo ese tipo de trabajos. Cuando mi mejor amigo necesitó aparentar frente a sus padres que era heterosexual, la contraté. Poco a poco, Fran y yo nos fuimos metiendo en ese mundo. Daisy no estafaba a nadie, simplemente fingía ser la tercera en discordia y separaba parejas. Pronto, los tres hacíamos lo mismo. Con nuestras habilidades, perfeccionamos el negocio. Muchas personas en nuestro entorno están obligadas a casarse contra su voluntad, y solo un escándalo puede hacer que ambas familias desistan.
—¿Por eso interviniste en la boda de...?
—No sé de quién me hablas.
—No te estoy grabando.
—Aun así, no puedo hablar de eso. Una vez finalizado un contrato, tengo prohibido hablar de mis clientes o de las víctimas.
—Ya veo... Una pregunta más. ¿Cómo haces para tener vida privada con todo esto? Vives una doble vida muy opuesta, una de la otra.
—Lo veo como un juego. En una vida soy alguien correcta, seria y obediente. Pero cuando entro en personaje, soy quien realmente soy. No me malinterpretes, mi hermano me conoce bien, sabe quién soy en verdad. Pero muchas veces somos mal vistos por comportarnos fuera de lo que la sociedad espera. Siempre dicen que, como crecimos sin padres, nuestro comportamiento no es el que se espera...
—Sobre eso... lamento lo que mi madre dijo antes.
—No tiene por qué lamentarlo. Ya no me molesta. Antes sí me afectaban esas palabras, porque sabía que mi hermano sufría al oírlas, pero con el tiempo aprendimos que las personas siempre hablarán, incluso sin motivos.
El silencio volvió a reinar en el auto. Para cortar el momento incómodo, pregunté:
—Estefanía... ¿con ella querían casarte?
—Sí.
—Ya veo. Es una mujer hermosa.
—Solo por fuera.
—¿Qué pasó entre ustedes? Ella dijo que fueron novios.
—Lo fuimos. Me dejó por alguien que alguna vez consideré mi amigo. Cuando su familia estuvo al borde de la quiebra, se arrepintió y presionó a sus padres y a los míos para casarnos. Fue entonces cuando dije que ya estaba en una relación.
—Comprendo. —Vi que el tema lo incomodaba, pero necesitaba saber cómo manejarme frente a ella—. ¿Aún la amas?
Vi cómo me miró por un instante y, volviendo la vista al camino, respondió secamente:
—Nunca dije que la amara.
—Pero es obvio que no puedes ni verla. Noté lo tenso que estabas en su presencia y por cómo te refieres a ella...
—No la amaba, pero la odié cuando descubrí su traición. No solo rompió lo que sea que estábamos empezando, también destruyó una amistad que tenía desde la infancia.
—Entiendo. No preguntaré más por ella. Solo quería saber cómo debo actuar de ahora en adelante. Es obvio que volveremos a encontrárnosla, y no soy de las que se dejan humillar. Claramente, hoy quiso provocarme celos, y no dudo que lo siga intentando.
—Hablaré con ella para que deje de hacerlo.
—No te preocupes, entre mujeres sabremos entendernos.
Vi cómo sonrió y luego añadió:
—Solo no hagas una escena.
—Cariño, tengo demasiado amor propio. Jamás pelearía por un hombre. Pero como tú me estás pagando, debo actuar como una mujer celosa.
Su sonrisa se amplió al oírme. Poco después, llegamos al hotel. Luego de explicar la situación a mi equipo, tomé mis maletas y, tras despedirme de ellos, nos dirigimos nuevamente hacia la mansión para alojarnos allí el resto de nuestra estadía.
, no podías ser tan wey, como vas y besas a esa cucaracha mal habida