el mundo de los sueños se despliega en toda su gloria: nubes formadas por palabras flotan en un cielo etéreo, un río de luz líquida serpentea hacia un bosque oscuro y ominoso en el horizonte, y formas abstractas se mezclan con paisajes imposibles. La niña parece semitransparente, lo que indica que se encuentra atrapada entre los dos mundos.
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El Regreso Incierto
Emma se despertó.
La sensación de despertar fue extraña, como si hubiese emergido de una capa densa de niebla. Sus ojos se abrieron lentamente, y lo primero que vio fue la luz blanca, cegadora, filtrada a través de las cortinas que cubrían la ventana. La respiración le era pesada, como si hubiera estado sumida en una especie de sueño profundo durante años. El aire olía diferente, demasiado limpio, demasiado... hospitalario.
Pero lo que realmente la desconcertó fue el sentimiento de no saber dónde estaba. Unos segundos de confusión pasaron antes de que los recuerdos comenzaran a llenar su mente. Había estado en coma, sí, lo recordaba claramente. Pero, ¿cómo era posible que ahora estuviera despierta? ¿Cómo había llegado aquí?
Miró a su alrededor, y ahí estaban: las paredes blancas del hospital, las máquinas a su lado que emitían pitidos constantes y el sonido de una respiración que no era la suya. Sus ojos bajaron hacia su mano, que estaba conectada a un suero. Todo parecía tan... real, pero al mismo tiempo, tan lejano. No lograba comprenderlo del todo.
Los recuerdos de la mujer de ojos dorados, de las sombras y el laberinto, regresaron con fuerza. Había vivido tantas experiencias en ese otro mundo que ahora se sentía como una extraña en su propio cuerpo. ¿Era posible que hubiera estado tan cerca de un despertar definitivo, pero ahora todo parecía un sueño distante?
—Emma... —escuchó una voz familiar, suave y llena de emoción.
Volvió su cabeza y vio a su madre, con lágrimas en los ojos, acercándose lentamente a su cama. La mujer la miró como si no pudiera creer lo que veía, y Emma no pudo evitar sentir un nudo en la garganta. Había vuelto. Estaba aquí, pero algo dentro de ella seguía atrapado en ese otro lugar.
—Mamá... —susurró, su voz raspada por la falta de uso.
Su madre se inclinó hacia ella, tomando su mano con cuidado, como si fuera a romperse. Los ojos de Emma se llenaron de lágrimas, pero también de una profunda incomodidad. No sabía qué preguntar. No sabía qué sentía. Solo quería entender qué había sucedido, por qué todo esto le parecía tan extraño.
—Has despertado, hija —dijo su madre, la voz temblorosa—. Estuviste en coma durante semanas, pero ahora... ahora estás con nosotros de nuevo.
Emma miró las manos de su madre, los dedos entrelazados con los suyos, y sintió un pequeño consuelo en el calor que irradiaba de su toque. Pero las palabras de su madre se sintieron vacías, desconectadas. ¿Cómo podía ser tan fácil para todos aceptar que ella había vuelto? Había algo en su interior que le decía que no podía ser tan simple.
Afuera, el sonido del viento mecía las ramas de los árboles. El sonido era tranquilizador, pero también inquietante. En el mundo de los sueños, había sentido una paz profunda, una sensación de claridad que ahora le era difícil encontrar. Y sin embargo, había algo dentro de ella que deseaba volver allí, al lugar donde las reglas no parecían aplicarse, donde las respuestas parecían tan claras.
—Mamá... ¿qué pasó exactamente? —preguntó, su voz todavía quebrada, pero llena de incertidumbre.
Su madre parpadeó, sorprendida por la pregunta. Luego, tomó una respiración profunda.
—Estuviste en un accidente, Emma. Un golpe fuerte en la cabeza. Los médicos no estaban seguros de cuándo despertarías, pero finalmente lo hiciste. Nos asustamos mucho. Estábamos a punto de perderte.
Emma asintió lentamente, aunque la explicación de su madre no parecía calmar la confusión que sentía. Si ella había estado tan cerca de la muerte, ¿cómo era posible que los recuerdos de ese otro lugar estuvieran tan presentes? ¿Por qué sentía que había algo más que necesitaba comprender?
—¿Recuerdas algo de lo que pasó antes del accidente? —preguntó su madre, mirando con preocupación sus ojos aún atónitos.
Emma frunció el ceño. No recordaba los detalles del accidente, pero lo que sí recordaba eran los fragmentos de ese mundo extraño en el que había estado atrapada. La mujer de ojos dorados, el puente de los susurros, los laberintos infinitos. Todo eso aún estaba fresco en su mente, pero como si fuera un sueño lejano. En este momento, la idea de regresar a ese lugar le parecía absurda, pero no podía dejar de pensar en él.
—Recuerdo... cosas, pero no sé si son reales. —Emma miró hacia el techo, intentando ordenar sus pensamientos. La neblina de la incomodidad no se despejaba. —Es como si todo estuviera mezclado. Y ahora estoy aquí, pero no sé si es real.
Su madre la observó con comprensión, pero también con un toque de tristeza en sus ojos. Sabía que Emma aún no podía entender del todo lo que había pasado, y no sabía si algún día lo haría. Ella misma había estado perdiendo la esperanza de que su hija alguna vez despertara, y ahora que lo hacía, sentía que aún quedaba mucho por resolver.
—Es normal que te sientas confundida —dijo suavemente—. Has pasado por mucho, pero estamos aquí. Y no importa lo que hayas visto... lo que importa es que estás aquí con nosotros ahora.
Emma asintió, aunque no estaba convencida. ¿Qué pasaba con todo lo que había vivido en ese otro mundo? ¿Sería capaz de dejarlo atrás, de regresar a la vida que tenía antes? Su mente estaba llena de preguntas sin respuesta.
Desafío: La lucha interna de Emma por aceptar su nueva realidad y las huellas del coma que aún permanecen en ella. La sensación de desconexión, la ansiedad de aceptar lo que ha vivido y cómo encajar en el mundo real.
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