En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo V La boda de las sombras
Gabriel se encontraba en su oficina hablando por teléfono con un personaje desconocido. “Las cosas están saliendo bien; en dos días seré parte de esa nefasta familia y entonces podremos tomar el control de sus vidas”, decía Gabriel con un tono sombrío.
Hubo un silencio del otro lado de la línea. La persona con la que Gabriel hablaba se quedó perdida en sus pensamientos, hasta que finalmente contestó: “Mi querido hijo, sabía que lo ibas a lograr. Te he preparado toda la vida para este día y finalmente vamos a obtener nuestra recompensa. Destruiremos a esa familia desde las entrañas, sin compasión y sin piedad, así como ellos hicieron con nosotros”.
La llamada fue colgada y Gabriel se quedó mirando la vasta ciudad desde la ventana de su oficina. Él sabía que tenía un deber con sus padres y no descansaría hasta que la familia Arismendi pagara por la muerte de los suyos.
Pasaron dos días y llegó la boda. Valeria se encontraba en su habitación, nerviosa y con ganas de huir de toda esa locura a la que la estaban orillando. No quería ese matrimonio; la estaban forzando a casarse con Gabriel, quien, aunque era guapo y la trataba con amabilidad, había algo en él que le generaba desconfianza.
“¿Estás lista, querida?”, preguntó Sara, la esposa de su tío Sergio.
“Sí, tía, estoy lista”, respondió Valeria con la mirada apagada.
“Deberías estar feliz. Tu futuro esposo es un hombre guapo y rico; cualquier muchacha en tu lugar estaría emocionada de casarse con Gabriel Linares”, dijo Sara. Ella era una mujer joven y muy atractiva; aunque nunca se llevaron bien, era la única figura materna que Valeria conocía.
“No soy cualquier muchacha. Yo tenía mis propias metas y casarme tan joven no era una de ellas, y menos con un hombre que ni siquiera conozco”, Valeria estaba muy triste; en sus palabras se reflejaba un dolor intenso. Aunque en su momento sintió que podría llegar a sentir algo por Gabriel, hoy esa idea se había esfumado y solo sentía que ese hombre le estaba robando su libertad.
“Termina de alistarte; en cinco minutos vengo por ti”, dijo Sara mientras salía de la habitación de Valeria, dejándola sola y al borde del llanto. Pero ya tenía que resignarse a su destino, pues no había vuelta atrás.
Valeria se sentó en el borde de la cama, sintiendo el peso del vestido blanco que había sido elegido para ella. El reflejo en el espejo le devolvía la imagen de una novia que no quería serlo. Su mente estaba llena de pensamientos caóticos, recordando las risas y los sueños que había compartido con sus amigas sobre un futuro lleno de aventuras, no uno encerrado en un matrimonio forzado.
Con cada minuto que pasaba, el sonido del bullicio proveniente de la sala se hacía más fuerte. La música alegre y las risas parecían burlarse de su angustia. Decidió levantarse y mirar por la ventana, buscando consuelo en la vista de la ciudad que se extendía ante ella. En ese momento, su mirada se cruzó con un hombre en la calle, un desconocido con una expresión intensa. Algo en su mirada le dio un escalofrío.
“¿Quién eres?”, murmuró Valeria para sí misma, sintiendo que había algo más en esa mirada; un destello de comprensión en medio de su desesperación.
De repente, el sonido de la puerta abriéndose interrumpió sus pensamientos. Era Sara nuevamente, esta vez con una sonrisa radiante. “¡Es hora! Todos te están esperando”.
Valeria respiró hondo y se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir, sintió la necesidad de aferrarse a algo que representara su libertad. Miró alrededor y tomó un pequeño diario que había dejado sobre el escritorio. Con él bajo el brazo, salió al encuentro del destino que le habían impuesto.
La ceremonia comenzó con una pompa deslumbrante. Las flores, los invitados y la música creaban un ambiente mágico; sin embargo, Valeria no podía quitarse de la cabeza la idea de que todo era una fachada. Mientras caminaba hacia el altar, sus ojos buscaban a Gabriel entre la multitud. Cuando finalmente lo encontró, su corazón se hundió al ver esa sonrisa deslumbrante que ocultaba intenciones oscuras.
“Esto no es solo un matrimonio”, pensó Valeria mientras daba cada paso hacia él. “Es un juego peligroso”.
Mientras caminaba hacia el altar, sintió la necesidad de huir de toda esa pesadilla, pero por un segundo su mirada se conectó con la de su abuelo y el recuerdo de aquella noche en la que Gabriel pidió su mano volvieron a su mente.
Pov
“Tu vas a hacer lo que yo te diga y si piensas en huir de esto, entonces te vas a arrepentir, me iré en contra de ti y todo lo que has vivido hasta el momento no será nada en comparación con lo que te va a pasar”, amenazo Diego fríamente.
“No puede haber nada peor que lo que me quiere obligar a hacer”, respondió Valeria llenándose de valor.
“Al menos Gabriel es joven y guapo, pero si lo rechazas te casaré con Agustín Pineda, y sabes lo que eso significa”, las palabras de Diego aterraron a Valeria, el tal Agustín era un viejo asqueroso que siempre la estaba molestando y mirándola con ojos lascivos, solo imaginarse lo que ese viejo asquero le podía hacer hizo que la joven aceptara el matrimonio con Gabriel.
Fin del recuerdo.
Una vez llegó al lado de Gabriel, suspiró resignada a que eso no era una novela, era la vida real y no llegaría un príncipe azul a su rescate.
La ceremonia había terminado y el juez dijo las palabras que tanto había temido Valeria y al mismo tiempo que tanto anciana Gabriel.
“Por la autoridad que me confiere la ley, los declaró unidos en matrimonio, puede besar a su esposa”.
El tiempo pareció detenerse para Valeria, mientras que Gabriel esbozó una gran sonrisa, tomando a su esposa por la cintura, la acercó a su cuerpo y como todo un caballero le dio un tierno beso, Valeria no reaccionó ante lo que estaba pasando y es que su inesperiencia no le permitía saber que hacer, pero para Gabriel fue un signo de rechazo de su parte y eso lo puso de mal humor.