En un matrimonio desgastado por el machismo y la intromisión de su suegra, Lara Herrera vive atrapada entre el amor que alguna vez sintió por Orlando Montes y la amargura de los años. Su hija Rashel, una niña de seis años, es su único rayo de luz en un hogar lleno de tensiones. Pero todo cambia trágicamente cuando un descuido termina en la pérdida de Rashel, una tragedia que lleva a Lara a enfrentarse a su dolor, su culpa y a la decisión de romper con una vida de sufrimiento para buscar su redención y sanar sus heridas.
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No puedo vivir sin ti..
Lara abrió los ojos, pero no se encontraba en su habitación ni en el hospital. A su alrededor había un campo verde y luminoso, con flores que parecían brillar bajo un sol suave. Una paz inexplicable envolvía todo, y por primera vez en mucho tiempo, Lara no sentía el peso del dolor en su pecho.
—¿Dónde estoy? preguntó en voz baja, mirando a su alrededor.
De pronto, una risa infantil llenó el aire, una risa que conocía mejor que a sí misma. Su corazón dio un salto, y giró rápidamente hacia el sonido.
Ahí estaba Rashel. Su pequeña hija, con el vestido blanco que le había regalado para su cumpleaños pasado, con su cabello suelto y su sonrisa radiante. Parecía tan real, tan viva, que a Lara se le llenaron los ojos de lágrimas.
—¡Rashel! gritó, corriendo hacia ella.
Rashel abrió los brazos, y Lara la abrazó con todas sus fuerzas. La apretó contra su pecho, sintiendo su pequeño cuerpo cálido, su olor inconfundible. Las lágrimas corrían sin cesar por sus mejillas.
—Mi niña, mi amor, te he extrañado tanto... sollozó Lara, besando su frente, sus mejillas. No puedo creer que estés aquí.
Rashel se apartó un poco, lo suficiente para mirarla a los ojos. Había una calma en su mirada, una sabiduría que no correspondía a su corta edad.
—Mamá, ¿por qué quieres hacerte daño? preguntó con dulzura, inclinando ligeramente la cabeza.
Lara sintió cómo su corazón se rompía aún más.
—No puedo vivir sin ti, Rashel respondió, su voz temblando. El dolor de tu partida es insoportable. Cada día sin ti es un tormento. Quiero estar contigo para siempre. Tú eres mi todo, mi razón de vivir... sin ti, no tengo fuerzas para seguir.
Rashel la miró con ternura y tomó sus manos entre las suyas.
—Mamá, yo estoy bien aquí dijo, su voz como un susurro de esperanza. Soy feliz, mamá. Así lo quiso la vida. Y no estoy sola...
Lara frunció el ceño, confundida.
—¿Qué quieres decir, mi amor?
Rashel sonrió y señaló detrás de ella. Lara giró la cabeza y vio, a lo lejos, las figuras de dos personas que se acercaban lentamente. Reconoció a sus padres al instante. Su madre tenía la misma expresión amorosa de siempre, y su padre, con su andar tranquilo, le ofreció una sonrisa cálida.
—Ellos me cuidan, mamá dijo Rashel. Aquí no hay dolor, no hay miedo. Estoy segura y feliz.
Lara volvió a mirar a su hija, luchando contra las lágrimas.
—Pero yo no puedo seguir sin ti. Mi vida no tiene sentido...
Rashel negó suavemente con la cabeza.
—Mamá, aún tienes mucho por hacer. No puedes dejarte vencer por este dolor. Yo siempre voy a estar contigo, en tu corazón, en tus recuerdos. Pero tú aún tienes una misión allá.
—¿Qué misión? preguntó Lara, desesperada.
—Tienes a mi tío respondió Rashel. Él no sabe nada de lo que te pasa desde que te fuiste con papá. Búscalo, mamá. Él te necesita, y tú lo necesitas a él.
Lara sintió un pequeño rayo de esperanza al escuchar esas palabras, pero aún había algo que la atormentaba.
—Rashel, ¿y tu papá? Él... él fue el motivo de todo este dolor. No puedo perdonarlo...
Rashel la miró fijamente, con la sabiduría de alguien mucho mayor.
—Mamá, el perdón es el primer paso para sanar. Dile a mi papá que lo amo y que lo perdono. Él también está sufriendo, aunque no lo demuestre. No se aferren al dolor, mamá. Siempre hay una salida, pero el odio no es una de ellas.
Las palabras de su hija golpearon el corazón de Lara como una verdad innegable. Las lágrimas cayeron con más fuerza mientras asimilaba lo que Rashel le decía.
—Mamá continuó Rashel, apretando sus manos, aún no es tu hora de morir. Tienes que volver. Hazlo por mí, hazlo por ti misma. La vida no siempre es fácil, pero hay belleza en aprender a seguir adelante.
Lara quería discutir, quería quedarse con su hija para siempre, pero sabía, en lo más profundo de su corazón, que Rashel tenía razón.
—Te amo tanto, Rashel susurró, besando la frente de su hija una última vez. Nunca dejaré de amarte.
Rashel sonrió con esa dulzura que tanto la caracterizaba.
—Y yo también te amo, mamá. Siempre estaré contigo, en cada paso que des. Ahora vuelve...
Lara sintió cómo todo a su alrededor comenzaba a desvanecerse.
—¡No quiero irme! gritó, tratando de aferrarse a su hija, pero la figura de Rashel ya se estaba alejando.
—Adiós, mamá... susurró Rashel, mientras se desvanecía junto con la luz.
Lara sintió un tirón en el pecho, como si su alma estuviera siendo arrastrada de vuelta. La paz del lugar desapareció, y lo siguiente que sintió fue un dolor agudo en su cuerpo.
Abrió los ojos lentamente, encontrándose con las luces blancas de una habitación de hospital y el rostro angustiado de Orlando, sentado junto a su cama. Las lágrimas corrían por el rostro de él mientras sostenía su mano.
Lara respiró profundamente, sintiendo el peso de la realidad, pero también algo nuevo: una pequeña chispa de esperanza que había renacido gracias a su pequeña Rashel.
felicitaciones autora!!!
Me conmovió hasta las lágrimas, la sentí, la viví y sin dudas la disfruté ... Gracias por compartirla...
FELICITACIONES 👏👏👏👏