En un pequeño pueblo donde los sueños y la realidad a menudo se entrelazan, Valeria es una joven de 19 años que vive atrapada entre la inocencia de su corazón y las sombras de lo desconocido. Soñadora y curiosa, su vida da un giro inesperado cuando un misterioso desconocido se obsesiona con ella, llevándola a una encrucijada peligrosa. Atrapada en un matrimonio forzado, Valeria descubre que el amor que anhelaba no era más que una ilusión.
En medio de esta nueva vida, se encuentra con su esposo, un hombre de carácter difícil y secretos ocultos. A medida que Valeria navega por las tormentas de su nueva realidad, comienza a desentrañar capas de su propio ser y, poco a poco, descubre que el amor puede surgir en los lugares más inesperados.
Con giros inesperados y emociones intensas, esta historia es un viaje sobre el descubrimiento personal, la lucha por la libertad y la búsqueda del verdadero amor. ¿Podrá Valeria encontrar su voz en un mundo que intenta silenciarla?
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Capitulo VI Mi tortura estaba por empezar
Punto de vista de Valeria
Este hombre había recibido una información por parte del otro matón, este le decía que una tal duquesa estaba en su casa. Vi como se le tensaba la mandíbula. Volteo a verme y me dio una advertencia.
Al principio lo ignore, pero luego agarró mi barbilla con mucha fuerza y me obligó a verlo a los ojos. No iba a mentir, me dolía muchísimo, pero no se lo iba a demostrar.
Después de una o dos horas de viaje, el pidió que fuéramos a un centro comercial, donde compro una cantidad de cosas para mí, yo no estaba emocionada, ya que sabía que me tocaría pagar todo esto con mi cuerpo, sentirme usada de esta manera, pero fue la vida que me tocó vivir. Entramos a una tienda de ropa íntima, y él escogió varios modelos, sentí que mis mejillas se calentaban al ver aquellas diminutas prendas en las manos de este hombre.
Después de comprar todo lo necesario, fuimos a un edificio, entramos a un departamento increíblemente hermoso, estaba deslumbrada por tanta elegancia. Había visto en las revistas fotos de lugares así, lo que nunca imaginé es que pudiera conocer uno.
Había una mujer esperándonos, apenas me vio hizo una mueca en su cara, yo sabía que no me veía muy bien, pero tampoco era para tanto.
Me llevo a una habitación y ahí me hizo bañar, lavar mi cabello, ponerme la ropa íntima que el depravado me había comprado y por último un vestido hermoso, de tela tan suave que parecía algodón, me peino y maquillo. Luego arreglo mis uñas y por último rocio una fragancia en mi piel.
"Estás lista cariño, ven para que te veas al espejo”. Dijo la tal Marcela llevándome hasta un gran espejo.
No podía creer que esa mujer en el espejo fuera yo. Me veía tan hermosa, tan distinta, mis ojos resaltaban por el maquillaje, aunque se podía ver la tristeza en ellos. Marcela me había peinado dejando mi cabello suelto en suaves ondas, nunca lo había visto brillar de esa manera, ya no se veía seco y sin vida, mi piel se veía llena de vida y muy hidratada, el vestido realzaba mi figura haciendo que me viera más mujer.
Mariana salió primero y después de un par de minutos me pidió salir de la habitación. Caminé segura de mi misma, tenía que demostrarle a ese idiota que no iba a poder doblegar mi alma. Al salir encontré al muy tarado revisando su teléfono. De pronto dijo que nos íbamos y volteo a verme, su mirada se posó sobre mi como un animal hambriento, sabía que se estaba imaginando todo lo que haría con mi cuerpo está noche. Por dentro me estaba muriendo, pero no sé lo demostraría, no lo haría.
Llegamos a su casa donde una mujer muy elegante y hermosa nos estaba esperando, Leonardo me presento como su novia y la señora se presentó como la mamá de Leonardo. Gracias a todo lo que leía en las revistas y lo que veía en las novelas, supe cómo comportarme delante de esa señora. Me había gustado hablar con ella, estaba muy relajada hasta que se despidió para ir a descansar. Sabía que aquí empezaría mi tortura, pues este hombre reclamaría lo que compró y así me lo hizo saber segundos después de que quedamos solos.
Me envió a su habitación con una de las muchachas que trabajaban en la casa, este me guío por las escaleras que daban a un largo pasillo, al final de este estaba la habitación de Leonardo. Cuando entré sentí miedo al ver la gran cama, la muchacha de quién no recordaba ni su nombre me dejo sola cerrando la puerta. Me senté en el piso y los recuerdos de mi vida con Andrés llegaron a mi mente basándome de una desesperanza absoluta. Andrés me había prometido amor eterno y todo era mentira, el solo quería burlarse de mi, pero nunca más volveré a llorar por ningún hombre, este es mi destino y me toca aceptarlo y sacar lo mejor que pueda de esta situación.
Punto de vista de Leonardo
El saber que Valeria estaba en mi habitación esperándome me prendía muchísimo, solo imaginarla con esa lencería que le había comprado me llenaba de deseo. Yo sabía que la muchacha era hermosa, más nunca me imaginé que se vería tan bien en esa ropa, pensé usarla solo por unos días y después darle su libertad, pero creo que no podré dejarla ir tan fácilmente, está demasiado rica como para hacer eso.
Subí a mi habitación con ganas de tenerla sometida a mi, pero cuando llegue a la habitación, la encontré sentada en el piso mirando al vacío inmenso de la noche. Me sentí como un miserable al querer hacerla mía, sin detenerme a pensar como se sentía ella, es decir, su padre el hombre que debió protegerla me la entrego a cambio de su deuda y unos pesos extra. Me sentí igual y hasta peor de monstruo que Lorenzo Ruiz.
Me acerqué a ella y vi el odio en su mirada, ella estaba preparada para lo que iba pasar esa noche, así que se levantó y con mucha torpeza empezó a quitarse el vestido, yo no la quería detener, quería ver lo que ella tenía para ofrecer o que tan lejos estaba dispuesta a llegar esta noche. Me acerqué a ella y empecé a oler su cuello, ese aroma natural me estaba volviendo loco, sentía que ya no me podía detener, así que la empuje a la cama y empecé a recorrer su cuerpo con mi boca, quería saber cuál era su lugar favorito y así continúe hasta que la sentí soltar un pequeño gemido.
Esa era la señal que estaba esperando, sabía que estaba disfrutando al igual que yo cada toque que le daba, volví a subir dejando un camino de besos por todo su cuerpo, hasta que llegue a su boca, intenté besarla, pero ella apartó la cara, al parecer estaba dispuesta a hacer todo conmigo, menos besar mis labios.
“Ve a ponerte algo para dormir, estoy cansado”. Dije poniéndome de pie y entrando al baño.
No soy de los hombres que abusan de las mujeres, el día que ella sea mía será porque así lo quiere, mientras me toca buscar en otro lado lo que no tengo en mi casa.
Perdón es mi punto de vista.