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Las Viudas Negras

Las Viudas Negras

Status: En proceso
Genre:Venganza / Mafia / Dominación / Matrimonio arreglado
Popularitas:4.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Edgar Romero

Matrimonios por contrato que se convierten en una visa hacia la muerte. Una peligrosa mafia de mujeres asesinas, asola la ciudad, asesinando acaudalados hombres de negocios. Con su belleza y encantos, estas hermosas pero letales, sanguinarias y despiadadas mujeres consiguen embaucar a hombres solitarios, ermitaños pero de inmensas fortunas, logrando sus joyas, tarjetas de crédito, dinero a través de contratos de matrimonio. Los incautos hombres de negocia que caen en las redes de estas hermosas viudas negras, no dudan en entregarles todos sus bienes, seducidos por ellas, viviendo intensas faenas románticas sin imaginar que eso los llevará hasta su propia tumba. Ese es el argumento de esta impactante novela policial, intrigante y estremecedora, con muchas escenas tórridas prohibidas para cardíacos. "Las viudas negras" pondrá en vilo al lector de principio a fin. Encontraremos acción, romance, aventura, emociones a raudales. Las viudas negras se convertirán en el terror de los hombres.

NovelToon tiene autorización de Edgar Romero para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 6

Fue Colca quien le pidió matrimonio a Marcela. Ocurrió cuando tomaban un café, tomados de la mano y Humberto, de repente, le abrió una cajita chiquita, forradita de tul y con un lindo listoncito rojo. Él la miró a los ojos, hizo brillar su mirada y su sonrisa se estiró más que de costumbre. Ella adivinó lo que era de inmediato porque todo estaba dibujado en sus pupilas fulgurantes.

-Quiero que seas mi esposa-, le dijo Colca solemne, ceremonioso, trastabillando, sin embargo, con su emoción, hincado a los pies de ella sin dejar de hacer brillar sus ojos convertidos en luceros. Marcela ya sabía de las intenciones de Colca, pero se hizo la sorprendida. se le amontonaron las lágrimas y su rostro pálido, de repente se azoró.

-¡Sí! ¡Sí!-, chilló ella, al fin, luego de un largo suplicio, y se besaron románticamente, celebrando la consumación de su amor frente al humo que brotaba de sus café, igual a balotas dibujando corazoncitos y golondrinas.

Marcela decidió gastar sus ahorritos para comprarle un anillo similar para Colca. Mientras cenaban en un club exclusivo, ella extrajo una cajita de su cartera y se arrodillo delante de él de la misma forma como lo había hecho antes su amante.

-Humberto Colca, ¿quiere ser usted mi marido?-, le preguntó ella riendo pícara, coqueta, estirando su linda sonrisita tan blanca como la espuma de las olas.

El DJ bajó el volumen de la música, los comensales se volvieron donde ella y un largo murmullo, unánime, contagioso, se multiplicó, de pronto, en el local. El gerente ordenó apagar las luces y un solo foco, amarillento, tenue, alumbró a la dama y al caballero, como una pincelada romántica y poética propia de Hollywood.

Humberto se azoró, sintió la sangre alborotada en sus venas y las lágrimas resbalaron por sus mejillas, duchando su cara.

-Por siempre y para siempre, mi amor-, le contestó, se puso el anillo y la besó, esta vez, tan tierno como sensual que puso de pie a todos los comensales que rompieron a aplaudir frenéticos y entusiasmados, alborozados de tan romántica imagen.

Humberto ya había firmado el contrato de matrimonio, mucho antes, cuando recién estaba saliendo con Marcela y lo estaba rescatando, de a pocos del vacío en que estaba sumergido, ahogándose en tinieblas y rutina, en sedentarismo y aburrimiento. Y lo hizo porque suponía, entonces, que ella solo estaba disfrutando de su compañía y aprovechándose de él. Pensó que así la podía seguir disfrutando y ella lo acompañaría en lo que quizás era la última recta de su vida, antes de terminar en el panteón familiar.

-Ya sabes que desde ahora todo es tuyo-, le dijo él  encandilado a su belleza, a sus curvas firmas, a sus piernas tersas y torneadas, a sus cabellos mágicos e hipnóticos y sus ojitos dulces, cariñosos, tiernos. A toda ella.

Pero Marcela no firmó el contrato de matrimonio. Lo arrugó y lo guardó en su cartera convertido en una pelota.

-Un contrato de matrimonio es para personas que no se aman-, le dijo ella besándolo con devoción y pasión.

Marcela había decidido casarse de verdad con Humberto y ser muy feliz a su lado, desafiando a su jefa.

*****

-¿Tienes el contrato, Marcela?-, le preguntó esa tarde Telma Ruiz a través de su móvil.

Marcela caviló. Se había entregado tanto a Humberto, que olvidó, realmente, qué es lo que hacía, quién era y qué buscaba. Todo se le extravió de la memoria, de los pensamientos y de los sentimientos, incluso estando en los brazos de su amante. Ella le pertenecía Colca y ya no había más rumbos que el que había elegido al lado de él, siguiendo la recta del amor. Tanto estaba ilusionada con Humberto que hasta olvidó que tenía el contrato firmado por Colca en su cartera, arrugado como una servilleta inservible.

-Tengo que hablar con usted en persona-, respondió decidida Marcela, dispuesta a defender al amor de su vida.

Telma no contesto. Adivinó lo que estaba pasando entre Marcela y Cola, colgó y tiró furiosa el celular a su mesa. La vocecita tan dulce, cariñosa, encantada  y hasta floral de Marcela no podía tener otra definición más que amor. Eso lo sabía Ruiz. Ella también se había enamorado de un hombre y conocía perfectamente esa tonadita de voz, la musicalidad de las palabras, y el acento sensual de cada tilde.

-Esa babosa se ha enamorado de Colca-, rezongó entonces, ajando toda su cara.

Gisela llamó de inmediato a Marcela y le dijo que estaba equivocada.

-No puedes enamorarte de Humberto. En realidad no puedes enamorarte de nadie. Te lo dijimos desde el comienzo-, le reclamó ella furiosa.

Pero Marcela vivía en un mundo de intensos colores y fantasías, de dibujos animados, de pincelazos eróticos y sensuales a la vez. No le contestó. Apagó el celular y volvió a entregarse a Humberto saboreando sus labios, de sus brazos, del áspero de su cuerpo, sellando con sus labios los pedazos de él que aún no había conquistado con su boca. Volvió a estremecerse, como una debutante en el lecho, cuando Humberto la tomó y avanzó hacia sus entrañas con el mismo ímpetu de la primera vez.

Marcela gritaba loca de placer, se jaloneaba los pelos rendida a la excitación, maravillada de esa poderosa fuerza que la invadía en chorros potentes y cálidos a la vez.

Telma furiosa ordenó, entonces, traerla a la oficina.

-No podemos dejar que Marcela arruine el negocio. Está jugando con fuego-, ladró iracunda remeciendo ventanales y puertas del edificio.

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Gladis Torres
conchale que broma es esa uno esta inspirado leyendo y nos salen con esto
Rosa Nury Peguero
por qué hacer eso subir la novela sin terminar y ya no la terminan
Elizabeth Sánchez Herrera
más ➕ capítulos
Elizabeth Sánchez Herrera: gracias voy a leerlo 🙂
Edgar Romero: Gracias por tu apoyo Elizabeth, acabo de agregar un nuevo capítulo.
total 2 replies
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