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Al día siguiente…

San Hidalgo…

Sentados en un comedor del jardín Felipe Núñez acompañado por dos personas una joven quien apenas había cumplido la mayoría de edad y un joven de cabello, quien con una bufanda amarrada a la cadera y cabello suelto hasta los hombros.

Siendo un comedor redondo, con cuatro sillas y techo teniendo enfrente un gran cultivo de muchos metros de ancho y largo.

Ambos sentados frente a frente mientras observan el paisaje de cultivos ;sintiendo el viento que pasaba y movía su cabello lentamente, con lentes oscuros para una mejor vista.

—ahora dime, Del Rio, ¿a que viniste?—dice Felipe mientras observa el paisaje.

Siendo el joven Del Rio que voltea a ver a Felipe y responde:

—Traes un estilo muy reservado. Muy inadecuado al clima, o a caso no quieres requemarte, por eso usas cuello de tortuga.—cuestiona.

Felipe reacciona nervioso y se estira el cuello de la camisa y pensar: aunque me aplicara hielo, no han desaparecido todos los moretones.

—¡Que!, tuviste noche loca.—insinúa Del Rio y Felipe reacciona y le responde agresivo sin quitarse la mano del cuello de la camisa:

—¡Eso no te importa!—se calma al ver a los dos jóvenes confundidos.—¿A que viniste?—vuelve a la pregunta.

—Amanecimos de malas. Cómo se habrán dado cuenta tanto Romualdo y tu; me case, y no se tomaron la molestia de ir a mi boda. Quería a mi amigó en este momento especial para mi.—reclama.

—podrá ser muy tu amigo, pero para ti y para todos es Turrubiates, así que no vuelvas a llamarlo por su nombre, ¿entendiste?—cortante.

—Puf…,ya que.—murmura.

—y con lo de tu boda, no te quejes, al menos les mando un buen regalo.

Del Rio se cruza de piernas acomodándose de lado en una su silla y expresa con queja:

—pero yo quería que fuera. Pero bueno …—se gira hacia la joven y continua dando un cambio de actitud repentino a alegrarse:

—por lo menos deja que te presente a mi querida esposa.—termina con una gran sonrisa.

Felipe se quita la mano del cuello de la camisa, sin decir nada y Del Rio continúa:

—Roxana Sánchez ahora, Del Rio.

—un gusto señor Nuñez.—contesta la joven con una sonrisa coqueta y este le sonríe mientras estrechan y le responde:

—un gusto.

—El asunto porque el que vine, es por un favorcito que quiero que me haga…—hace entre comillas:

—“Turrubiates”—se acomoda derecho y le toma de la mano a Roxana; está se siente algo incómoda y disimula con una sonrisa nerviosa.

—te escucho.—le contesta Felipe.

—hay un cargamento que no puedo pasar por la carretera Carmesí, ya que como sabrás la orden que dio el presidente de poner seguridad en las afueras y adentros de cada carretera y eso me impide pasar mi tráiler con mis niñas. Mis proveedores están esperando y no quiero quedarles mal.

—¿negocio grande?—pregunta Felipe.

—muy grande, hay mucho dinero de por medio y no quiero perderlo.

—yo le avisaré al señor Turrubiates y en la noche tendrás respuesta .

—eso espero. Cuando haya respuesta aquí estaré para darle su pago correspondiente.

—yo hablaré con el señor.

—entonces…—se levanta de la mesa y Roxana le sigue.—nos volveremos a ver.—ambos salen del comedor y se van caminando Del Rio por delante y Roxana detrás con una pequeña sonrisa coqueta mientras se quita el cabello de su rostro por el viento que hacia.

Nuñez permanece sentado solo observándolos con el brazo recargado en la mesa con el puño debajo de su mentón.