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Cuando Me Miras Así

Cuando Me Miras Así

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Mujeriego enamorado / Malentendidos / Dejar escapar al amor / Amor-odio / Autosuperación
Popularitas:2.3k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Emma ha pasado casi toda su vida encerrada en un orfanato, convencida de que nadie jamás la querría. Insegura, tímida y acostumbrada a vivir sola, no esperaba que su destino cambiara de la noche a la mañana…
Un investigador aparece para darle la noticia de que no fue abandonada: es la hija biológica de una influyente y amorosa pareja londinense, que lleva años buscándola.

El mundo de lujos y cariño que ahora la rodea le resulta desconocido y abrumador, pero lo más difícil no son las puertas de la enorme mansión ni las miradas orgullosas de sus padres… sino la forma en que Alexander la mira.
El ahijado de la familia, un joven arrogante y encantador, parece decidido a hacerla sentir como si no perteneciera allí. Pero a pesar de sus palabras frías y su desconfianza, hay algo en sus ojos que Emma no entiende… y que él tampoco sabe cómo controlar.

Porque a veces, las miradas dicen lo que las palabras no se atreven.
Y cuando él la mira así, el mundo entero parece detenerse.

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capitulo 5

El sábado la casa olía a flores y a pan recién horneado.

Desde temprano, la señora Silvia andaba con su cuaderno y una enorme sonrisa, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Felipe también supervisaba que las copas estuvieran en su sitio, que el vino fuera el correcto y que las puertas estuvieran abiertas para recibir a la familia.

Yo no podía parar de caminar de un lado a otro, inquieta y emocionada. No sabía cómo se suponía que debía comportarme, pero lo único que quería era hacerlo bien.

Cuando llegaron, no me lo esperaba.

Primero entraron los abuelos —cuatro, dos de cada lado—, y apenas me vieron, los ojos se les iluminaron. Una señora con el cabello perfectamente peinado me abrazó primero, tan fuerte que casi me quedo sin aire.

—¡Pero qué preciosura! —dijo con voz temblorosa—. ¡Eres igualita a Felipe cuando tenía tu edad! ¡Dios mío, qué belleza de criatura!

—Tiene los mismos ojos —confirmó otro abuelo, asintiendo con orgullo—. Esos ojos verdes son Cavendish hasta los huesos.

Y yo solo sonreía, un poco abrumada, un poco feliz, mientras los demás llegaban y me abrazaban también. Tíos, tías, primos… un mar de caras sonrientes, todas diciéndome lo bonita que era, lo encantadora, lo mucho que se notaba que pertenecía a la familia.

Por primera vez en mi vida, me sentí querida. Tan querida que me daban ganas de llorar, pero no lo hice. Solo me quedé ahí, sonriendo y asintiendo, intentando recordar todos los nombres y devolver todos los abrazos.

Los primitos más pequeños me conquistaron de inmediato. Dos niñas y un niño, que corrían por la casa sin parar. Cuando uno de ellos se tropezó y empezó a llorar, lo levanté enseguida, lo acomodé en mi cadera y le limpié las lágrimas con las manos.

—Ya, ya… no pasa nada… ¿ves? —le dije suavemente, como si yo hubiera hecho eso toda mi vida.

El niño dejó de llorar y se acurrucó en mí mientras yo lo balanceaba despacio. Cuando las dos niñas se acercaron con curiosidad, las cargué también por turnos y las llené de besos. Ellas se reían y me abrazaban con sus bracitos pequeños.

—¡Eres como una niñera profesional! —dijo una de las tías entre risas.

Yo solo sonreí, un poco sonrojada, sin saber qué responder.

Incluso Jack, el golden retriever, parecía querer ser parte de la fiesta. Se acercó a mí y puso la cabeza en mi regazo mientras yo estaba sentada en el sofá con los niños.

—Ay, Jack… —murmuré, acariciándole las orejas—. Tú sí sabes cómo hacer sentir bien a alguien, ¿verdad?

El perro movió la cola y cerró los ojos mientras yo le rascaba la cabeza.

Fue entonces cuando lo vi.

Alexander.

Estaba apoyado en el marco de la puerta, sonriendo con esa facilidad con la que nunca me sonríe a mí. Hablaba con uno de los tíos y reía, y hasta se inclinaba para que la abuela le acariciara el cabello. Lo miré a escondidas mientras todos se deshacían en elogios hacia él.

—Este muchacho —decía una tía—, con todo lo que ha pasado, sigue siendo un encanto.

—¡Cómo no lo vamos a querer si es como un hijo para nosotros! —respondía otra.

Él solo sonreía, aceptando las caricias y las bromas con esa tranquilidad que yo nunca tendría. Incluso tomó en brazos a una de las niñas y la levantó por el aire mientras ella chillaba de felicidad.

Yo lo miré, admirada, sin poder evitarlo. Él era… distinto con ellos. Cálido, atento, incluso divertido.

Pero cuando nuestras miradas se cruzaron, todo cambió.

Sus ojos claros se endurecieron al verme. Bajó a la niña con delicadeza, le sonrió, y luego se alejó de ella para caminar hacia la mesa de bebidas. Como si yo le recordara algo desagradable.

—Alexander… —murmuré para mí, sin atreverme a decir más.

No pude evitar sentir un nudo en la garganta.

Aun así, seguí atenta a los demás. Cuando una tía me pidió ayuda para llevar los platos a la mesa, me ofrecí enseguida. Cuando alguien necesitaba más servilletas, yo corría por ellas. Cuando los primos más grandes querían jugar en el jardín, yo los seguía para cuidarlos.

No quería que pensaran que era inútil.

Cuando por fin todos se sentaron a la gran mesa, Silvia se inclinó hacia mí y me dio un beso en la mejilla.

—Eres perfecta, mi princesa —susurró—. Perfecta.

Yo solo sonreí, tímida, y miré mi plato para ocultar mis mejillas rojas.

Por un momento, mientras la risa de los niños llenaba el comedor, mientras los abuelos me preguntaban si me gustaban las flores y los tíos me decían que me veían idéntica a papá, me sentí… feliz.

Realmente feliz.

Aunque, cada vez que levantaba la vista, Alexander estaba allí.

Hablando con todos, sonriendo con todos, pero frío conmigo.

Y yo no podía evitar preguntarme por qué.

—¿Qué le hice? —murmuré para mí, acariciando a Jack, que se había acostado a mis pies.

Pero, como siempre, no obtuve respuesta.

Después de la cena, cuando todos se levantaron a servirse postre y a seguir conversando en el jardín, yo me quedé un momento en la mesa, todavía procesando tantas emociones.

No podía creer que todos estos años había soñado con algo así… y ahora lo tenía. Gente a mi alrededor. Riendo. Hablándome. Abrazándome.

Mientras acariciaba distraída a Jack, que seguía echado bajo la mesa, escuché dos voces idénticas riéndose cerca de mí.

—¡Ah, aquí está nuestra nueva prima! —dijo una de ellas, con una enorme sonrisa.

Levanté la vista y vi a dos chicas idénticas, con el cabello castaño claro recogido en coletas y los ojos chispeantes. Llevaban vestidos casi iguales, uno rosa y otro celeste.

—Yo soy Nadia —se presentó la del vestido rosa.

—Y yo Navila —dijo la del vestido celeste—. Somos las mellizas, claro.

Me quedé mirándolas, sorprendida, y luego bajé la mirada, sintiéndome tímida como siempre.

—Hola… —murmuré, jugando con el borde de mi servilleta.

—¡Ay, no seas tan seria! —dijo Nadia, dándome un pequeño golpecito en el hombro con toda la confianza del mundo—. ¿Podemos sentarnos contigo?

—Sí… claro… —contesté, y ellas no esperaron más para acomodarse a ambos lados.

Navila me puso un brazo por detrás de la silla y me miró con una sonrisa conspiradora.

—Sabemos que esto debe ser rarísimo para ti —dijo—. Pero no tienes que estar tan callada, ¿eh? Aquí nadie muerde.

—Sí —asintió Nadia—. Y además, queremos ser tus amigas. No solo tus primas.

Las miré, boquiabierta.

—¿Amigas? —repetí, como si la palabra fuera un hechizo.

—¡Claro! —dijeron las dos al mismo tiempo, riéndose de mi expresión.

Nunca nadie había querido ser mi amiga. Nunca.

—Gracias… —murmuré, con las mejillas ardiendo—. Me gustaría mucho.

Navila me revolvió el cabello con cariño y Nadia me tomó la mano, apretándola.

—Pues ya está —dijo—. A partir de ahora, tienes dos amigas que te van a defender de todo.

Yo sonreí, un poco torpe, pero por dentro sentí que algo cálido se encendía en mi pecho.

En ese momento, una voz masculina más grave interrumpió:

—¿Y qué? ¿Ya la acapararon?

Levanté la vista y vi a un chico apoyado en el marco de la puerta que daba al jardín. Era alto, con el cabello oscuro como el de papá y una sonrisa divertida.

—¿Qué pasa, Wily? —dijo Nadia—. ¿Tú también quieres conocer a la prima?

—Obvio —contestó él, caminando hacia nosotros—. Soy Guillermo, pero todos me dicen Wily.

Me tendió la mano y yo la tomé con timidez.

—Hola… —murmuré.

—No seas tan formal —dijo con una carcajada amable—. Bienvenida a la locura familiar.

Las mellizas se rieron y yo no pude evitar sonreír también.

—Gracias… —dije, más bajito.

Wily se sentó en la esquina de la mesa, balanceando una pierna con aire relajado.

—Bueno —dijo, mirándome con curiosidad—. Dicen que te pareces un montón a mi tío cuando era joven. No sé qué tanto, pero con esos ojos verdes ya ganaste puntos.

Me sonrojé todavía más y bajé la mirada.

—Yo… no sé… —balbuceé.

Nadia me codeó con suavidad.

—No le hagas caso, siempre es así. Muy hablador —susurró.

Navila se levantó y me tiró suavemente de la mano.

—Vamos al jardín con los niños pequeños —propuso—. Así te distraes.

Asentí y, por primera vez, me sentí incluida en un grupo. Las mellizas me llevaron hasta la fuente donde los primos más chicos jugaban a esconderse. Wily nos siguió con las manos en los bolsillos, bromeando con todos.

Yo me senté en un banco mientras las mellizas correteaban alrededor y Wily levantaba a uno de los niños en brazos y lo hacía girar en el aire.

—¡Ven! —me llamó Nadia—. ¡Carga a la bebé!

Y antes de que pudiera protestar, Navila ya me había puesto en los brazos a una bebita de menos de un año que balbuceaba feliz.

—Tranquila, no muerde —dijo Navila riendo.

La bebé me miró con sus grandes ojos y yo la sostuve con cuidado, acunándola.

—Hola… —le dije suavemente, y ella sonrió.

Sentí que algo dentro de mí se llenaba de una ternura inmensa.

Mientras todos reían, mientras Jack se acostaba a mis pies y los niños correteaban a su alrededor, yo sentí que por fin… pertenecía.

Que por fin tenía un lugar.

Que ya no estaba sola.

Cuando levanté la vista, vi a Alexander apoyado en una columna, observando la escena. Reía con los adultos, asintiendo a los comentarios de un tío, y hasta cargó a uno de los niños cuando se lo pidieron.

Era encantador con todos. Cercano. Amable.

Hasta que nuestros ojos se encontraron.

Entonces su sonrisa se apagó y su mirada se volvió fría, calculadora.

Yo aparté la vista enseguida y volví a concentrarme en la bebé que tenía en brazos.

Aunque una pequeña parte de mí… se preguntaba qué había en mí que lo hacía mirarme así.

[...]

Apenas me desperté, todavía adormilada, noté que la casa estaba más ruidosa que de costumbre. Había voces en la planta baja, risas, y hasta el sonido de platos y tazas. Me levanté despacio, me peiné como pude y me puse un vestido sencillo antes de bajar.

En el comedor estaban todos los adultos sentados alrededor de la gran mesa: mis padres, los tíos, los abuelos… incluso Alexander estaba ahí, sentado al final, con su típica expresión tranquila, mientras revolvía su café sin mucho interés.

En cuanto entré, mamá —que hoy llevaba un vestido beige precioso— me sonrió y me hizo un gesto para que me acercara.

—Ven, amor —dijo—. Estábamos hablando de ti.

Me quedé paralizada un segundo, y todos me miraron con sonrisas tan cálidas que me puse roja hasta las orejas.

Papá se levantó para acercarme una silla junto a él y me acarició la cabeza con ternura.

—Queríamos contarte algo, princesa —empezó, con esa voz calmada que tiene—. Hemos iniciado los trámites para que lleves nuestro apellido. Para que, oficialmente, seas una Cavendish.

Me quedé sin palabras, mirándolo a él, a mamá, a todos… y sentí que el corazón me latía en la garganta.

—¿De… verdad? —pregunté, bajito.

—Claro que sí —intervino uno de los tíos, sonriendo—. Ya eres de esta familia, Emma. Solo estamos haciendo que se note en el papel también.

Los abuelos asintieron con aprobación, las tías comentaban lo mucho que me parecía a papá, y hasta los primos más pequeños gritaban cosas como: “¡Bienvenida, prima Emma!”.

Yo apenas pude murmurar un tímido:

—Gracias… de verdad…

Mamá me tomó la mano con delicadeza y susurró:

—Eres nuestra hija. Siempre lo fuiste.

Me sentí tan abrumada por el cariño que no pude decir nada más, solo sonreí con los ojos húmedos mientras papá me abrazaba por los hombros.

Más tarde, cuando todo se calmó un poco, las mellizas —que no pierden tiempo— se plantaron frente a mí con las manos en la cintura.

—¡Queremos ver tu cuarto! —dijo Nadia.

—Sí, sí, llévanos —insistió Navila—. Queremos ver cómo te lo decoraron.

—¿Ahora? —pregunté, sorprendida.

—¡Obvio! —exclamaron ambas al mismo tiempo.

Wily, que estaba cerca, soltó una carcajada.

—Con estas no se puede discutir, mejor hazles caso.

Así que subimos las escaleras mientras ellas comentaban emocionadas lo bonita que era la casa, que si las cortinas, que si las alfombras. Cuando abrí la puerta de mi habitación, las dos soltaron un suspiro exagerado.

—¡Ay, qué divina! —dijo Nadia, entrando sin permiso.

—¡Parece de princesa! —añadió Navila, abriendo las cortinas para dejar entrar más luz—. ¡Y mira esa cama enorme!

—Y el escritorio —señaló Nadia—. ¡Tienes más libros que la biblioteca de la escuela!

Yo me quedé de pie en la entrada, un poco avergonzada, viendo cómo exploraban cada rincón como si fuera suyo.

—Bueno, ¿y qué? —preguntó Navila, dándose la vuelta con una sonrisa—. ¿Te gusta?

—Sí… mucho —admití, bajando la mirada.

—¿Mucho o muchísimo? —presionó Nadia, divertida.

—Muchísimo… —respondí, sonriendo sin darme cuenta.

Las dos me abrazaron a la vez, haciendo que casi pierda el equilibrio.

—¡Así me gusta! —dijo Navila.

—¡Nada de caras largas! —añadió Nadia.

Se sentaron en mi cama y empezaron a hablarme de todos los familiares. Que si la tía Laura es muy chismosa pero buena gente, que si el abuelo tiene las mejores historias, que si Wily siempre llega tarde a todo pero lo perdonan porque es simpático…

Yo las escuchaba con atención, sonriendo un poco ante sus anécdotas, hasta que, sin pensarlo, dije:

—Creo que con el único que no le caigo bien… es con Alexander.

Las dos se quedaron en silencio unos segundos… y luego soltaron una carcajada tan fuerte que pensé que se iban a caer de la cama.

—¡¿Qué?! —pregunté, confundida.

Nadia se secó una lágrima de la risa y dijo:

—Ay, por favor… ¿Alexander? ¿El niño perfecto?

Navila asintió, divertida.

—Ese chico es un encanto. Bueno, tiene un carácter fuerte, sí, pero es un buen muchacho. Siempre ha sido amable, educado, simpático…

—Todo el mundo lo adora —añadió Nadia—. Es de esos que ayudan a todo el mundo, que son respetuosos con los mayores, que nunca le dicen no a nadie…

Yo las miré, cada vez más perpleja.

—Pero… conmigo… no es así —dije, en voz baja.

Ellas volvieron a reír, como si no pudieran creerlo.

—No te lo tomes a mal —me dijo Navila, dándome un toquecito en la rodilla—. Él es así. Tiene su carácter, y además… no confía fácil en la gente.

—Pero ya verás —agregó Nadia—. Cuando te conozca bien, vas a ver que no es como parece.

Yo solo asentí, aunque por dentro sentía que estaban hablando de alguien completamente diferente.

El Alexander que yo había conocido no tenía nada de “encanto” ni de “simpático”. Conmigo solo había sido frío, cortante… hasta duro.

Pero no quise discutir. Las mellizas seguían riendo y bromeando mientras hablaban de él, y yo solo las escuché, con una pequeña sonrisa tímida, pensando que quizá ellas sabían algo que yo todavía no.

Y, por primera vez, me atreví a imaginar… que tal vez, con el tiempo, incluso Alexander podría mirarme como los demás lo hacían.

Pero por ahora, seguía sintiéndose como si habláramos de dos personas distintas.

1
Arie1
Alexander se va volver loco🤭
Arie1
Oigan y ¿porque no? Alexander esta loco o no quiere verla en su cabeza como una mujer
Arie1
🤣🤣🤣😭🤣😂
Arie1
Hasta que por fin te enteraste mijo
Arie1
Jack siemore esta en sus piernas
Arie1
Alexander deja el delirio mijo que te pasa , ya quiero leer su version🤭
Arie1
yi ni quirii milistirlos- muchacha y si te hubieras morido
Arie1
Pobres de los padres apenas la tienen y casi se le desvive
Arie1
🤣🤣🤣 siento que Alexander me va caer bien
Arie1
Eres tu mi ser amado?
Arie1
El le dice a su esposa que este tranquila pero el no puede estarlo (llora en recuentro de padre e hija😭)
Lorena Espinoza
Está muy interesante la historia 😍
F10r: Me alegra que te este pareciendo interesante☺
total 1 replies
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