Frio Deseo

Valentina Reyes entró a la oficina con la cabeza en alto, determinada a demostrar que podía ser una buena asistente. Su desempeño en la cena de negocios había sido impecable, y aunque Alexander Sullivan apenas le había dirigido la palabra después de la noche anterior, sabía que había hecho bien su trabajo. Tomo notas de todo, redacto un informe para que él pudiera ver que en realidad ella era eficiente e incluso investigo sobre lo que se habló en esa reunión. Claramente ella no era una experta en moda y su ropa daba fé de eso.

-Buenos días, señor Sullivan- dijo tratando de sonar segura.

Alexander levantó la mirada de los documentos que revisaba. Sus ojos grises la escanearon por un breve segundo antes de asentir con indiferencia, como ya era típico de él, por lo que a Valentina no le afectó su actitud.

-Agenda.- así sin más, ni un hola...nada.

Valentina rápidamente abrió su tableta y comenzó a enumerar sus compromisos, ya se había acostumbrado a esta rutina. Pensó que le costaría más aunque no fue así.

-A las diez tiene una reunión con el equipo de diseño para la nueva colección. Al mediodía, almuerzo con inversores. A las tres, una llamada con la sede en Nueva York. A las cinco, entrevista con Vogue Londres.

Alexander asintió, pero luego la miró con una expresión afilada. ¿Ahora que¿se pregunto ella.

-Falta algo.- dijo con tono seco.

Valentina parpadeó.

-No que yo sepa- estaba segura que había hecho bien su trabajo.

Alexander entrecerró los ojos.

-Tienes que acompañarme al almuerzo con los inversores.- comentó él.

Valentina se tensó. ¿Otra vez? entendía que era su asistente, pero se sentía incómoda en esas reuniones. Eran todos ricos, sofisticados y eso la hacia sentir pequeña. Una hormiga que iba a ser aplastada en cualquier momento.

-Pensé que solo organizaría la logística, no que asistiría.- trato de decir con firmeza.

Alexander apoyó los codos sobre el escritorio y la observó con atención. No le gustaba repetirse.

-Eres mi asistente. Necesito que tomes notas y supervises detalles.- pensé que ya estaba claro eso.

Valentina se humedeció los labios, sintiendo que había algo más en esa decisión, pero asintió.

-De acuerdo.- sabía que no tenía escapatoria.

Durante la reunión con el equipo de diseño, Valentina se mantuvo en segundo plano, tomando notas y observando la forma en que Alexander manejaba la conversación. Era implacable, directo, y no aceptaba excusas. Eso le encantó, siempre y cuando no fuera ella a la que tratara de esa manera.

Cuando terminó, Valentina sintió que el aire de la sala estaba cargado de tensión.

-¿Siempre es así? -preguntó en voz baja a uno de los diseñadores cuando Alexander se alejó. Era la primera vez que presenciaba una de esas reuniones y fue shoqueante.

El hombre soltó una risita.

-Siempre. Alexander Sullivan no acepta la mediocridad.- y después de esa reunión no le quedaba dudas a Valen.

Valentina sintió un escalofrío.

Salieron de la reunión rumbo a la próxima cita.

El restaurante era elegante y exclusivo. Valentina se sentó junto a Alexander mientras los inversores conversaban animadamente. Ella tomaba notas discretamente hasta que uno de los hombres, un italiano de mediana edad, le sonrió.

-Señorita Reyes, ¡un placer conocerla! ¿Cuánto tiempo lleva trabajando con Alexander?- cuestionó el italiano.

-Apenas unos días -respondió ella con una sonrisa educada. No quería faltarle el respeto debido a que era un hombre importante.

-Debe ser desafiante -comentó el inversor con un guiño.

Ella pensó ¿Que le pasa a este tipo? ¿Está coqueteando? ¿Conmigo?

Antes de que Valentina pudiera responder, Alexander intervino con un tono helado.

-Valentina es eficiente. Por eso está aquí.- dijo serio.

La tensión en la mesa cambió levemente. Valentina sintió su pulso acelerarse. Había algo en la forma en que Alexander la había defendido que la desconcertó. No pensó que había escuchado esa pequeña conversación, pero si lo había hecho.

El almuerzo transcurrió sin problemas, pero cuando salieron del restaurante, Alexander caminó junto a ella en silencio.

-No estás aquí para socializar, Reyes.- dijo sin mirarla.

Valentina sintió un estallido de frustración. Quería tirarle con el bolso por la cabeza.

-Solo estaba siendo amable. Es un inversor- dijo queriendo mostrar su punto.

Alexander se detuvo y ahora si la miró fijamente.

-No necesito que seas amable. Necesito que hagas tu trabajo.

Valentina apretó los puños, pero no dijo nada. No iba a dejar que la hiciera sentir incompetente. Aunque ella sabia que estaba en lo correcto y el estaba equivocado no se iba a arriesgar a enojarlo y que la despida

Esa tarde, mientras revisaba unos documentos en la oficina de Alexander, Valentina derramó sin querer una taza de café sobre unos papeles importantes.

-¡Maldición! -jadeó, intentando limpiar el desastre. Había sido un buen día hasta ahora.

Alexander entró justo en ese momento y su expresión se endureció. ¿Por qué justo ahora? No podía entrar cinco minutos más tarde.

-Reyes, dime que no acabas de hacer lo que creo que hiciste.- dijo serio.

Valentina lo miró con ojos culpables. Si lo acaba de hacer, para que preguntaba si sabía la respuesta.

-Lo arreglo.- dijo rápidamente.

Alexander tomó aire profundamente y cerró los ojos por un segundo, como si estuviera contando hasta diez.

-Reyes, hay días en los que realmente me pregunto por qué te contraté.- y su tono sonaba sincero.

Valentina sintió un nudo en el estómago. Pero, en lugar de disculparse, dijo lo primero que le vino a la mente. Cómo era normal en ella, los nervios le ganaban y su boca se aflojaba.

-Porque en el fondo, usted sabe que soy la mejor opción.

El silencio que siguió fue electrizante. Alexander la miró con algo que no supo descifrar.

Y por primera vez, no tuvo una respuesta inmediata.

-¿Qué había hecho? La jodí de nuevo- se pregunto mentalmente, aunque si no decía nada no era que estaba enojado ¿verdad?.