Permitir acceso.
Un juego perdido. Una leyenda urbana.
Pero cuando Franco - o Leo, para los amigos - logra iniciarlo, las reglas cambian.
Cada nivel exige más: micrófono, cámara, control.
Y cuanto más real se vuelve el juego...
más difícil es salir.
NovelToon tiene autorización de Ezequiel Gil para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 5: Sobrecalentamiento.
El nuevo nivel arrancó con un aire diferente. El mapa se veía más pixelado, con colores vivos, y nos movíamos como en esos juegos RPG de principios de los 2000, cruzando pantallas fijas, sin que el escenario se moviera.
—Esto es RPG Maker 100x100% —le dije a Lucas mientras caminábamos por la aldea—. Ahora seguro un NPC nos va a dar una misión o algo así.
Pese a mi ferviente convicción, todo lo que encontramos eran monigotes que solo sabían saludar.
—Buen día, aventurero —decía uno, mientras cortaba madera.
—Hoy es un lindo día para pasear —decía otro, sentadito en un banco.
Ninguno nos ofrecía nada. Caminamos por todos lados, probamos arriba, abajo, izquierda, derecha, y nada.
No sé qué pensó Lucas, pero para mí, el juego se había puesto un poco... lento. Aburrido, quizás. Aun así, seguimos explorando.
Cuando llegamos al apartado final de la parte izquierda del mapa, vimos una salida hacia abajo. Era una zona con árboles talados y un camino descendente.
—Vamos a ver qué hay —dije.
Al bajar, apareció exactamente la misma pantalla: los mismos árboles, el mismo sendero. Todo igual.
—¡Pero bajá, pues! —me apuró Lucas, frunciendo el ceño.
—¡Si bajé, salame! —le repliqué. Pero, siendo sinceros, lo dudé.
Volví a bajar, esta vez mirando fijamente al personaje. Tratando de no perder ningún detalle.
Fue lo mismo.
—Esto se repite —dije, confundido—. Parece un bucle...
—¿Será un bug? —preguntó mi hermano.
Mi dedo seguía apretando la flecha "abajo" y antes de poder responderle a Lucas...
—Lucas, ¿soy yo o hay menos árboles? —le dije.
—¿Ah? —soltó, como si le hubiera comentado una extrañeza digna de un crimen—. Y qué sé yo, no me voy a poner a contar los árboles como tonto —agregó.
Seguí bajando.
—No, pará —dijo, y miró con atención la pantalla—. Creo que tenés razón.
Después de recriminarle y molestarlo un poco, seguimos bajando.
Mientras continuábamos ese sendero aparentemente infinito, empezaron a aparecer manchas rojas que casi ni notábamos, flashes blancos fugaces, y la imagen se distorsionaba, tomando tonos violetas.
Un frío me recorrió la espalda cuando, casi sin darme cuenta, vi una sombra roja que no estaba antes, y algo que parecía un cuerpo tirado detrás de unos arbustos.
—Pará, ¿viste eso? —le pregunté a Lucas.
—¿Qué? —dijo, sin mirar.
La música empezó a entrecortarse, acelerarse, y la pantalla a tener glitches cada vez más bruscos.
De repente, apareció un NPC. Su imagen estaba muy distorsionada, sus colores rotos y su forma casi borrosa.
Al intentar hablarle, sus mensajes eran incomprensibles: “H0l4 4v3ntur3r x2 w...”
Me molestaba que no se pudiera leer bien. Probé cambiar la resolución, jugué con la configuración, y la imagen mejoró un poco.
Los colores ya no parecían querer hacerme vomitar.
Y seguimos camino a las profundidades del mapa.
Por fin pudimos leer: “Hola, aventureros. Me alegro de que hayan llegado. Tengo una misión para ustedes. ¿Quieren aceptarla?”
—¡Aceptá, aceptá! —exclamó Lucas, intentando quitarme el dedo para hacerlo él.
—Tranquilo, moción —le dije, y con todo el dramatismo del mundo, me demoré en darle enter.
La pantalla explotó en glitches violentos: voces en reversa se mezclaban con la música que se aceleraba y cortaba, flashes blancos nos cegaban por momentos.
Esas voces, distorsionadas, parecían quejarse, como si se ahogaran al hablar.
No se entendía bien, pero me erizó la piel. Esa típica sensación inquietante de escuchar cosas en reversa.
Después de unos segundos, la pantalla quedó totalmente en blanco.
—Me arden los ojos —dije, cerrando la notebook de un portazo.
Lucas me miró y soltó:
—Eso fue re diabólico —y estalló en una risa nerviosa.
—Y para colmo se me sobrecalentó la compu. Mejor la apago un rato —respondí.
Dejamos la notebook y Lucas prendió su celular.
Entramos al foro de Reddit y a YouTube para ver si alguien había pasado por lo mismo.
Encontramos que sí, que esa sobrecarga sensorial era una buena señal, el camino para poder avanzar al nivel 5.
Y descubrimos que algunos usuarios habían dado vuelta el audio con programas para entender las voces.
Ahí fue cuando lo escuchamos.
Un usuario lo había subido. Las voces, reproducidas al derecho, decían cosas como:
—¿Por qué carajo me mandan todo a mí?
—¿Se piensan que soy su esclavo?
—Malditos hijos de perra...
—Pónganse ustedes a laburar hasta las tres de la mañana.
Ambos nos miramos.
—Me suena familiar —me dijo.
Solo pude mirarlo. Cada vez que reproducía el audio, el nudo en el estómago se retorcía más y más.
Pero lo que más me torturaba era esa molesta sensación de saber que sabía de dónde conocía esa voz, pero no poder recordarlo del todo.
Salí del cuarto a prepararme un té y, como un impulso incontrolable, sentí la necesidad de tocar el piano, aún con esa sensación clavada en la cabeza.
Me senté al piano. Empecé a tocar; mis dedos se encaminaron a esa melodía suave de hacía unos días.
Mientras mis manos repasaban las teclas, escuché a lo lejos a mamá peleando fuerte por teléfono con papá.
Me dije: “No me importa. Ya no lo necesito”, tratando de convencerme.
Sin darme cuenta, empecé a golpear las teclas con fuerza, casi con violencia.
Entonces entró Lucas y me vio. Sonrió y bromeó:
—¿Querés romper el teclado o qué?
Le respondí con una sonrisa cansada:
—Me acordé de que me debés una Coca, y me estoy desquitando con el piano.
Él solo me miró y salió corriendo.