Erick, El Mafioso

Estaba atrapado entre la espada y la pared, cualquiera de las opciones estaba mal, pero la que me convenció... Fue la de mi madre.

—Me quedo...—dije con voz resignada—Me quedo y tú ayudas a mi madre.

Él sonrió y me miró, me fastidiaba esa mirada que tenía, una mirada de victoria, como si hubiera ganado, aunque debo admitir que si, si ganó.

—Que buena decisión tomaste—dijo con orgullo—Ahora come, que se te va a enfriar.

Agarre el tenedor y el cuchillo, luego comencé a cortar el filete, mis pensamientos rondaban en que quería hacerme ese tipo, y que pasaría conmigo.

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Mi habitación era extraña, con muchas cosas de lujo y finas, pero sentía la extraña vibra de que alguien más hubiera estado ahí, no por un momento, si no, que hubiera estado ahí viviendo por varios días.

Me senté en la cama y luego mire a todos lados, el silencio invadió la habitación y así, invadiendo mi cerebro, dejando de pensar y solo escuchando la nada, o tratando de hallar algún sonido que me distrajera.

Oí unos pasos afuera de la habitación acercándose, mi corazón comenzó a latir más rápido, algo me lo decía, yo sabía que era él, Erick.

La puerta se abrió y sí, era él, tenía puesto una pijama azul, no tenía camisa, lo que le hacía ver su musculoso y tonificado cuerpo, yo me acomode un poco, poniendo mi espalda en el respaldo de la cama, mientras lo miraba con una expresión de miedo.

—Hola—dijo—Espero no haberte asustado.

—¿Qué quieres?—le pregunté con tono distante

—Desearte las buenas noches—dijo con una sonrisa.

Yo apenas pude soltar una sonrisa amarga, esto era un maldito juego para él

—Señor, primero me secuestra, me obliga a quedarme y quiere darme las buenas noches, usted es un idiota—dije con voz de enfado.

El camino hacia el lado de la cama de donde yo estaba, me tocó la cabeza y me acaricio el pelo suavemente.

—Sé que al principio no te va a gustar... pero te acostumbraras—dijo con voz gentil—todos se acostumbran...

¿Todos? ¿A qué se refería con eso?, mi expresión cambio a una de horror, él había secuestrado a más personas, y tal vez las...

Él acercó su rostro a mí y me dio un beso en la cabeza, yo estaba tan, tan confundido, no sabía quién era él realmente, con pasos lentos, comenzó a caminar hacia la puerta y luego salió, no sin antes darme un último vistazo y decirme algo.

—Levántate temprano—dijo con voz demandante—Quiero desayunar contigo antes de irme.

Yo asentí, él cerró la puerta y se fue, dejándome solo, dijo que se iba a ir, la curiosidad me invadía y quería saber, quería escapar, pero... mamá, ella necesita mucho esos cuidados, y si me escapó y me matan, mi hermana no podrá sola y madre terminara muriendo, estaba atrapado.

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En la mañana, me desperté lentamente, alguien había entrado y abierto la cortina, haciendo que el sol me golpeara justo en el rostro, voltee a mirar aun somnoliento, vi como gloria estaba sacudiendo un pequeño sofá, me volteo a mirar y me sonrió cálidamente, me hacía recordar a mi abuela.

—Ay, joven, ya despertó—dijo mientras se acercaba a mí—Rápido, vaya y se ducha y luego baje a desayunar.

Yo me frote las sienes de los ojos y luego bostece

—¿Qué pasaría si decido no ir a desayunar?—pregunte amargamente

—Bueno, al señor Andrews no le gustaría y se enfadaría—dice con una sonrisa nerviosa—Créame, se enfadaría muchísimo.

Me levanté de la cama y luego camine hacia el baño, gloria se quedó ahí parada, esperando a que entrara

—Ya le traigo su ropa—dijo y se fue con rapidez

Yo rodé los ojos y entre al baño, cerrando la puerta con fuerza, después de todo tenía que obedecer e ir a desayunar...

Con ese bastardo.

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