Aun cuando los años pasen como un río imparable, la verdad se abre paso como un rayo de luz entre la tormenta, para revelar lo que se creía sepultado en las profundidades del silencio.
Así recaería, con el peso de una tormenta anunciada, la sombra de la verdad sobre la familia Al Jaramane Hilton. Enemigos de antaño, armados con secretos y rencores, volverían a tambalear la paz aparentemente inquebrantable de este sagrado linaje, intentando desenterrar uno de los misterios más sagrados guardados con celo... Desatando así una nueva guerra entre el futuro y el pasado de los nuevos integrantes de este núcleo familiar.
Aithana, Aimara, Alexa y Axel, sobre todo en la de este último, donde la tormenta haría mayor daño.
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CAPITULO 4
Nota:
Mis queridos lectores, "Ángeles y Demonios" 2, es una obra que contará la historia de los cuatro hermanos, es decir, nuestros personajes jóvenes. Es importante resaltar, para quienes hayan leído algunas de mis otras historias, que estas se entrelazarán en cuanto a los personajes juveniles de ellas.
Esta segunda entrega vendrá cargada de emociones, ya que se revelarán secretos, se harán sacrificios y se llevarán a cabo enfrentamientos entre nuestros queridos Anna y Axel contra los intrusos que entorpecieron su camino en el pasado y que ahora quieren hacerlo en los de sus hijos.
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5 de Junio
Anna
La brisa fría de la recién terminada madrugada me sacude el cabello y me acaricia la piel, trayendo consigo un aire de nostalgia que me envuelve como un manto. Mi corazón está justo ahora en una batalla de emociones; por un lado, lleno de felicidad y, por el otro, angustia y tristeza.
Un día como hoy, hace 23 años, mi vida dio un giro enorme. Me convertí en madre, tuve a mis mellizas, y un día en el que también nació el niño de mis ojos, mi precioso hijo. La alegría de recordar su llegada al mundo se mezcla con la tristeza de no poder saber cómo fue su nacimiento, bajo qué condiciones llegó a este mundo mi pequeño.
Suena absurdo que también me sienta triste, pero me es inevitable no hacerlo. No cuando días como este me martirizan al no saber cómo fue su llegada. Intento convencerme de que no importa eso, sino el hecho de que llegó a mis brazos y está bien, siempre lo ha estado. Pero sigo llorando a escondidas, consciente de que su madre, aquella chica a la que no me alcanzará la vida para agradecerle por habernos dejado a mi pequeño Axel, también hubiese disfrutado y amado verlo crecer, verlo convertirse en lo que es ahora, en lo que será.
Pero muy en el fondo, en ese lado oscuro que todos tenemos y que muy poco sale a la luz, ese que no me gusta reconocer, agradezco todo lo que pasó, porque de no haber sido así, yo no hubiese podido tener a mi adorado hijo a mi lado.
Quizás suene egoísta y parezca malvado pensar así, pero es la realidad, la cruda realidad que a veces me somete a una presión mental.
Por años me he cuestionado tanto la decisión que tomé hace años...
Flashback
—¿Se lo dirán? —pregunta el papá de Axel mientras ambos observamos en dirección al pequeño pelinegro que juega en mitad del jardín, su risa resonando como música en el aire, llenando el espacio con una alegría contagiosa.
—Aún no lo decidimos, papá —responde mi esposo, mientras yo pienso en todas las posibilidades que pueden presentarse si se lo contamos. La incertidumbre me pesa en el pecho, como una piedra que no puedo soltar.
—Ya tiene edad suficiente, pero entenderé y aceptaré lo que ustedes elijan —asegura este, y reconozco la sinceridad en su voz, un eco de preocupación que resuena en mi corazón.
—No —sentencio, y los dos hombres se giran hacia mí, sus miradas llenas de curiosidad y sorpresa—. No quiero causarle el dolor de saber que su padre cometió muchos errores, y que por esos mismos tuvo que crecer con nosotros y no con ellos. Soy capaz de todo con tal de evitar que mi hijo derrame una sola lágrima o que su bello e inocente corazón se vea empañado por algún tipo de sentimiento negativo.
—Anna... —habla Axel, pero alzo la mano para pedirle que guarde silencio, sintiendo que mis palabras son firmes y necesarias.
—Le hablaré de ella, haré que la quiera y la recuerde como alguien muy especial para nuestra familia. Pero no le diré que no lleva mi sangre; no romperé el corazón que tanto me he esforzado en proteger —digo con determinación, sintiendo el peso de mis palabras y la responsabilidad que conllevan.
—¿Estás segura, Anna? —pregunta mi suegro, su mirada llena de preocupación y amor.
—Sí —no dudo en mi respuesta, y el hecho de que Axel pose su mano en mi hombro me reitera su apoyo, dándome la fuerza que necesito para seguir adelante.
Fin del Flashback
En ocasiones, suelo preguntarme cómo habría sido si le hubiésemos contado la verdad sobre su origen, pero pienso en cómo ha sido todos estos años, llenos de felicidad y tranquilidad, y no me pesa aquella decisión que tomé. La vida ha sido generosa con nosotros, y aunque el pasado siempre deja su huella, el amor que compartimos como familia es lo que realmente importa.
Hoy después de años , mientras miro a Axel con sus hermanas, siento que he tomado la decisión correcta. La risa de mis hijos es la música más hermosa que podría desear, y en este día especial, celebro no solo su existencia, sino también el amor que nos une, un amor que trasciende cualquier secreto.
Mientras el sol comienza a asomarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados, me siento agradecida por cada momento vivido, por cada rayo de luz que ilumina nuestro hogar.
Regreso a la habitación donde mi esposo duerme aún, su respiración tranquila y serena me brinda una sensación de paz.
Aprovecho para ir a la habitación de mi hija menor, quien ya está de pie, como una madrugadora nata, llena de energía y entusiasmo.
—¡Buenos días, mi amor! —saludo a mi pequeña, sintiendo cómo su alegría ilumina la habitación.
—¡Buen día, mamá! —me saluda Alexa con una sonrisa que es un reflejo de la de su padre—. Ya he comenzado a envolver los regalos —dice con emoción, sus ojos brillando como estrellas.
—Vale, mi amor. Esperaremos a que tus hermanos se despierten y, como cada año, vayan a felicitar a su padre —me siento a la orilla de la cama y le ayudo a terminar de organizar los obsequios que hemos preparado para los cuatro.
—¿Qué les obsequiará papá? —pregunta mi hija, y por muy raro que parezca, ni yo misma lo sé.
—Lamento decirte que no lo sé, Alex, tu padre no ha querido decirme nada —respondo con sinceridad, sintiendo un ligero cosquilleo de curiosidad.
—Conociéndolo, creo que los dejará con la boca abierta como cada año —asegura ella con una hermosa sonrisa, llena de confianza en su padre.
Ambas terminamos de armar todas las cajas, llenas de entusiasmo por dárselas ya. La emoción en el aire es palpable, y no puedo evitar sonreír al pensar en la sorpresa que les espera.
Axel (padre)
Me muevo entre las gruesas sábanas cuando, a lo lejos, siento risas que son melodías para mis oídos.
—¡Vamos, despierta! —escucho decir a mi preciosa Aimara, su voz llena de energía.
—Anda, papá, levanta —sigue mi adorada Aithana, con un tono que no puedo resistir.
—¡Venga, viejo! Ya ha salido el sol —la voz de mi maravilloso hijo termina por espabilarme.
Abro los ojos del todo y lo que veo me enciende el pecho de alegría. Mis tres hijos están sobre la cama, aún en pijamas, y la nostalgia quiere invadirme cuando caigo en cuenta de lo grandes que están. Ya no son esos niños que se sentaban en mi regazo y que llevaba en brazos; ahora son unos adultos.
—¡Feliz cumpleaños, mis pequeños demonios! —suelto, abriendo los brazos en su dirección.
No tarda en abalanzarse sobre mí, y como puedo, los envuelvo a los tres en un abrazo cálido y lleno de amor.
—Feliz cumpleaños también para ti, papá —dice mi pequeño Axel, con una sonrisa enorme que ilumina su rostro.
—¡Te amamos mucho! —asegura Aimara, su voz llena de sinceridad.
—No tienen una idea de cuánto los amo yo a ustedes, hijos míos —les digo, y ellos sueltan una risa que me convence una vez más de que el demonio que habita dentro de mí haría cualquier cosa por preservar para siempre esa sonrisa en ellos.
—¡Feliz cumpleaños para ustedes! —retumba la dulce voz de la mujer más hermosa que he podido conocer, mi amada esposa y mi fiel compañera—. Los amo con mi vida.
Mi pequeña Alexa se une a las felicitaciones mientras deja las cajas de regalo que ha traído junto a su madre sobre la cama.
Axel, Aithana, Aimara e incluso yo comienzo a rasgar el papel de las cajas que llevan nuestros nombres.
—¡Oh, mamá! Es precioso —exclama Aithana al ver el vestido rojo que le regala su madre, sus ojos brillando de emoción.
—¡Son iguales! —suelta Aimara, sacando el suyo, que es igual al de su hermana.
—Gracias, mamá —Axel se le va encima a la madre, y los ojos de ella están rebosando de felicidad.
—Papá —suelta Alexa—. ¿Qué les has comprado? —pregunta, con la misma curiosidad que tenía su madre a su edad.
—¡Deja que papá mire su regalo! —la reprende Aithana, y Alex mira mal a su hermana, pero la risa en sus rostros es contagiosa.
—Si se dan prisa, podemos verlos ahora mismo —les aseguro, y en menos de nada, salen disparados de la cama, llenos de energía.
Anna me mira con las cejas enarcadas y sonríe con complicidad, siguiéndolos fuera.
—Sus regalos están en el jardín —les digo, y no pierden tiempo en correr fuera de la habitación.
Salgo de la cama y, antes de seguirlos, me giro hacia mi esposa y la beso suavemente.
—Feliz cumpleaños, mi amor —susurra cuando la estrecho contra mi pecho, sintiendo su calidez.
—Te amo —digo y vuelvo a besarla antes de tomarla de la mano y salir detrás de nuestros hijos.
Bajamos las escaleras, y cuando llegamos al porche, mis hijos comienzan a brincar de emoción. Sin embargo, es Aimara la que me mira un poco desencantada.
—Yo me encargaré de enseñarte hasta que te sientas cómoda, mi amor —le aseguro, y su rostro se ilumina con una sonrisa que alegra a cualquiera.
—¡Oh, Dios santo! —exclama Alexa mientras brinca junto a su madre, que me mira con la boca abierta.
Tres McLaren están frente al jardín, con sus moños encima, brillando bajo el sol de la mañana.
Axel se acerca al suyo, uno negro, su color favorito, y su expresión de asombro es impagable.
Aithana, por instinto, ya sabe cuál es el de ella, uno rojo brillante que resplandece con la luz del sol.
Aimara me sonríe cuando se acerca al suyo, el color morado resalta y va tan bien con ella, como si el auto hubiera sido hecho a medida.
—¿No te parece que has exagerado un poco? —pregunta Anna a mi lado, su tono lleno de incredulidad y amor.
—No, cariño —digo seguro—. Estos autos son una maravilla, justo lo que mis hijos merecen.
Bajo el sol de la mañana, me embeleso junto a mi esposa al ver a nuestros hijos probar sus regalos. La risa y la alegría llenan el aire, e incluso Alexa se ha colado en el auto del hermano, disfrutando de la emoción del momento.
La felicidad que siento en este instante es indescriptible. Este cumpleaños no es solo una celebración de un año más de vida, sino un recordatorio de lo afortunado que soy de tener a mi familia a mi lado. Cada sonrisa, cada risa, cada abrazo, son tesoros que atesoro en mi corazón.
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No se olviden de dejar comentarios lindos que me entusiasmen para seguir compartiendo con ustedes esta gran historia.🖤🌹 Saludos...