Esther renace en un mundo mágico, donde antes era una villana condenada, pero cambiará su destino... a su manera...
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
** Todas novelas independientes **
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Despedida
Esther caminaba por los pasillos de la mansión, con la mente aún agitada por los últimos sucesos. Cuando vio a Arturo acercarse con un gesto serio, pero en sus ojos brillaba algo diferente: una chispa de alivio y satisfacción.
—Esther —comenzó Arturo, tomando un momento antes de hablar—. Tengo buenas noticias.
Ella lo miró con curiosidad y un hilo de esperanza.
—¿Buenas noticias? —repitió, intentando no dejar que su voz temblara.
Arturo asintió, con una sonrisa contenida. —Toda la red criminal… ha sido capturada. Fabio y sus secuaces ya no volverán. Nadie más podrá hacerte daño.
El corazón de Esther dio un salto. La sensación de alivio fue inmediata, casi como si pudiera sentir que cada sombra que la había perseguido desaparecía de golpe. Una sonrisa radiante se dibujó en su rostro y, por un momento, los recuerdos de miedo y desesperación parecieron lejanos.
—Entonces… —susurró, con la voz cargada de emoción—. Mi destino… finalmente pudo cambiarse.
Arturo se acercó un paso más, tomando sus manos entre las suyas. —Sí, Esther. Has luchado mucho… y por fin todo ese miedo quedó atrás. Ahora puedes vivir tu vida sin cadenas.
Ella lo miró fijamente, sintiendo que cada palabra era real, y no un sueño imposible. —Gracias, Arturo… gracias por todo.
—No hace falta que me agradezcas —dijo él, con suavidad—. Lo importante es que esto es solo el principio. Tú mereces ser feliz, y ahora nadie podrá impedírtelo.
Arturo sostuvo las manos de Esther, sonriendo con suavidad, pero sus ojos parecían mirar más allá, evitando la intensidad del momento. La noticia de que la red criminal había sido desmantelada traía alivio, sí, pero también una verdad que pesaba en el aire: él tendría que marcharse del ducado.
—Arturo… —dijo Esther, con un hilo de voz, sintiendo cómo un nudo se formaba en su garganta—. Esto… significa que tú tendrás que irte, ¿verdad?
Él la miró un instante, sus labios apretados, y luego asintió con calma. —Sí… —contestó—. Mi trabajo aquí ha terminado.
Esther sintió cómo la alegría de la noticia se mezclaba con un profundo vacío. No podía evitar que sus ojos se llenaran de tristeza. —No quiero que te vayas… después de todo lo que hemos pasado… no quiero que me dejes ahora.
Arturo la observó, su expresión seria, casi distante. —Entiendo… pero ha llegado el momento de irme —dijo, con voz firme, aunque sin un dejo de emoción evidente—. No es por ti, Esther. Es solo… —se detuvo un instante, como buscando las palabras—. No estoy listo para enfrentar lo que siento.
Ella lo miró, sorprendida. Su corazón quería aferrarse a él, pero las palabras de Arturo le revelaban una realidad que no había previsto: él aún no reconocía del todo sus sentimientos por ella.
—¿No… me quieres? —preguntó, intentando que su voz no traicionara el dolor que sentía.
Arturo negó con suavidad, sin apartar la mirada. —No es eso… No estoy listo para eso todavía. Pero debes saber que esto no borra lo que hemos compartido. Es solo… que mi camino ahora sigue otro rumbo, y debo cumplirlo.
—Está bien… —susurró finalmente, con un hilo de voz—. Entonces… vete.
Arturo asintió, y por un instante, sus miradas se encontraron, cargadas de emociones no dichas. Ambos sabían que este adiós no era simple, que dejar el ducado no borraba lo vivido, pero que el futuro, por ahora, tendría que escribirse separado.
Los días pasaron rápidamente, y el momento de la partida de Arturo finalmente llegó.
El día de la partida de Arturo finalmente llegó. Durante toda la mañana, su mente se llenaba de imágenes de Esther devastada, llorando desconsoladamente, mientras él se marchaba. Estaba convencido de que su presencia era el centro de su mundo, que sin él todo se derrumbaría.
Sin embargo, cuando llegó al salón donde Esther lo esperaba, lo que encontró lo dejó completamente sorprendido. Ella no estaba llorando, ni aferrándose a él, ni mostrando la más mínima señal de desesperación. Por el contrario, se movía con entusiasmo, revisando papeles y haciendo planes, hablando de nuevos negocios y de salidas que quería organizar por el ducado. Su rostro brillaba de emoción y determinación.
Arturo se quedó inmóvil, sintiendo cómo un golpe de orgullo herido le atravesaba el pecho. —¿Cómo… cómo puede estar así? —murmuró para sí mismo, incapaz de ocultar la mezcla de sorpresa y dolor—.
Esther levantó la vista, ajena al impacto que causaba, y lo miró con una sonrisa cálida:
—Arturo, mientras estás fuera, quiero organizar las nuevas rutas de comercio y algunas mejoras para las tiendas del ducado —dijo, con entusiasmo—. Finalmente puedo concentrarme en lo que siempre quise hacer, sin tener que depender de nadie más.
El orgullo de Arturo se sintió herido, pero también había un atisbo de admiración mezclado con confusión. Esa reacción inesperada de Esther lo hizo dudar de lo que creía saber sobre ella. Por primera vez, comprendió que su vida no giraba únicamente en torno a él; ella tenía su propio mundo, su propia fuerza, y no necesitaba de su presencia para brillar.
—Nunca… imaginé que reaccionarías así —dijo finalmente, con la voz un poco más baja, casi sin querer admitirlo—. Pensé que estarías… devastada.
Esther se rió suavemente, sin arrogancia, solo con esa seguridad que lo desconcertaba:
—Al principio tal vez sí sentí miedo… pero ahora sé que puedo seguir adelante. No puedo dejar que tu partida me detenga, Arturo. Tú eres importante para mí, sí, pero mi vida no depende de ti.
Arturo respiró hondo, aceptando, aunque con un dejo de dolor, la verdad que le estaba mostrando. La mujer frente a él no necesitaba girar su mundo alrededor del suyo. Y aunque no comprendía del todo sus propios sentimientos hacia ella, algo dentro de él sabía que esta independencia lo dejaba fuera de su control… y eso le dolía más de lo que esperaba.
Finalmente, abandono el ducado Spencer… desde el salón Esther lo miraba en silencio…
[Arturo es importante para mí, sí, pero mi vida no depende de él. No soy una santa que espera pasivamente a que alguien decida si puede o no estar conmigo. Tampoco soy una villana que destruye todo a su paso para que se doblegue ante mí. Y definitivamente no soy una estúpida que lo pierde todo porque un hombre dice que “no está listo” para afrontar lo que siente. Mi mundo no gira alrededor de sus decisiones ni de sus tiempos. Si él no puede reconocer lo que siente ahora, eso no me obliga a quedarme atrapada en un corazón ajeno ni a detener mi vida. He pasado demasiado tiempo dependiendo de otros, luchando por un destino que no era mío. Ahora sé que puedo tomar las riendas, construir mi camino y decidir mi propio rumbo. No voy a negar que duele, que me gustaría que todo fuera diferente, pero eso no me quita la fuerza. Tengo sueños, planes, y ambiciones que no esperan a nadie. Arturo puede ser parte de mi vida, sí, y lo será mientras su presencia me sume, no mientras me reste. Porque no voy a dejar que la indecisión o el miedo de un hombre determinen mi felicidad. Si él no puede estar conmigo de la manera que yo necesito, seguiré adelante. No con resentimiento, sino con la certeza de que mi valor no depende de su reconocimiento ni de su amor. Mi vida es mía, y siempre lo será.]