- ¿Victoria, que piensas hacer?
Una pregunta que le hacen últimamente, y la respuesta no la sabe, ya que tiene un deber como asistente del fiscal y llevar al hombre que ama ante la justicia o decide salvar el amor de su vida y padre de su hermoso hijo.
Su deber será más fuerte que su amor, o dejará todo por amor y se volverá al lado oscuro.
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Capítulo 5
Tomo aire y con paso seguro se fue acercando al hombre que le hablo, este mostró una sonrisa haciendo que sus demás compañeros se detuvieran, mientras más se acercaba a él, ella ya tenía un plan uno que involucraba una carrera atlética así que cuando vio que no estaba tan acorralada por todos, dejo sus zapatos y salió corriendo.
No es que fuera muy rápida, era cinco contra ella, lo único que pudo hacer era meterse por callejones que conocía bastante bien, era un vecindario peligroso, un vecindario en el cual paso tiempo.
Sus padres la dejaban al cuidado de una señora, muy amorosa y que le hablaba sobre la vida, sobre las decisiones que la gente tomaba y la llevaban a cometer errores o a salir adelante. Esa señora falleció, pero Victoria se quedó con sus enseñanzas y sus palabras. Esa señora era su abuela paterna una mujer que le dio todo a su hijo, pero que este a medida que salía adelante la abandono, solo la busco para que cuidara de mí.
Muchos niños salieron de ese vecindario, pero muchos se rindieron y se quedaron.
- Ya no... Puedo... más.
Victoria paro un momento para descansar, pero sabía que no podía quedarse le estaban siguiendo los pasos.
- No puede estar muy lejos, es una maldita mujer.
- Si el jefe se llega a enterar nos mata.
La conversación se fue alejando y esa era la señal de que tenía que salir de su escondite, a lo lejos vio un auto estacionado, los pasos de sus captores la seguían y ella sin mediar palabra abrió el auto y se metió.
Agradecía a dios que la puerta no estuviera cerrada, su cuerpo temblaba y su corazón estaba a punto de salirse de su cuerpo, los hombres que la seguían llegaron al lado del auto.
- ¿Qué hace subiéndose así a un auto?
Ella pegó un brinco al escuchar una voz profunda al lado suyo, no se había dado cuenta de que había alguien en el asiento de atrás.
- Por favor señor se lo pido, me están buscando y...
Sus palabras murieron al escucharlos cerca al auto.
- Donde demonios se metió, si no la llevamos nosotros vamos a estar muertos para mañana.
- Preguntemos le a los de aquel auto, de pronto la vieron o...
- Piensas que está dentro…
- Puede ser.
Unos golpes en el vidrio del conductor sobresaltan a Victoria y está se quita el saco del vestido, se suelta el cabello y sin espera se apodera de los labios del hombre a su lado.
Este no responde inmediatamente pero hay algo en ella que lo hace seguirle la corriente, un olor familiar que lo transporta a años atrás.
Mientras ellos están en un beso apasionado el conductor es el que se hace cargo dé la situación, nunca había visto a su jefe besar a una aparecida y menos en esta situación más rara.
- En que puedo ayudar a los caballeros.
- Estamos buscando a una mujer, va con traje en falda, corre sin zapatos y el pelo lo tiene recogido.
- No he visto a nadie con esa descripción.
- Podemos revisar el auto. - el hombre muestra un arma, con un intento fallido de ser amenazante ante un hombre que conoce muy bien estás situaciones.
- Primero tendrán que obtener el permiso del señor Novikov.
Los hombres al escuchar ese apellido dieron un paso atrás alejándose del vehículo, y este a su vez abrió la ventana trasera.
- No puede estar tranquilo.
- Lo sentimos señor.
Con una reverencia los hombres se retiraron sin decir una sola palabra, Anton Novikov, ciudadano ruso poderoso y multimillonario hermano menor, de tres hermanos, con tan solo 25 años lleva la batuta de todos los negocios de la familia Novikov.
Su estatura es de 1:85, ojos oscuros, cabello negro, tatuaje en la espalda, cuello y brazos, un hombre que muchos le temen y más en los bajos mundos.
Pero eso no lo sabía la mujer que se encontraba en su auto, Victoria era inocente, no sabía que estaba metida en la boca del lobo. A pesar de haber seguido el juego a la mujer que se habia subido a su auto sin permiso, había algo en ella que le llamaba la atención, no sabía si era el atrevimiento de haberlo besado o la cara que había puesto después de que había terminado.
Tenía las mejillas sonrojadas, sus labios hinchados por el beso, el pelo suelto y un poco despeinado, pero la veía bastante hermosa.
- Muchas gracias.
- No pensará salir así.
Antón señaló el estado en el que ella se encontraba, era algo de lo que ella no se había percatado, no hasta que la adrenalina empezó a disminuir y el dolor a aparecer.
- Me pueden acercar a un lugar en donde pueda abordar un taxi.
- ¿Dónde vive?.
- Acostumbra a llevar a personas desconocidas a sus hogares.
- Y usted acostumbra a subirse en ceros desconocidos y besar a sus ocupantes.
- Tushe
- No voy a dejarla botada, así que por favor dígale a Walter la dirección.
Agotada de la situación, decidió seguirle el juego, saia que era peligroso, nadie se iría así no las solo con escuchar su apellido.
De que se estaba perdiendo Victoria, por su mente pasaban miles de escenarios, unos eran con los hombres que la seguían y otros con el hombre que compartía el auto, ninguno era un buen escenario, uno peor que el otro pero igual de malo.
Sus ojos se cerraron por un minuto, tratando de entender quién podría ir tras ella, quería llamar Patrick, pero sabía que se metería en problemas, ya que había prometido no meterse en la investigación de los Orlov.
- Ya llegamos señorita.
Asustada se despertó por un momento no sabía dónde se encontraba, se encontraba más cansada de lo que imaginaba.
- Gracias.
Al abrir la puerta del auto, se dio cuenta de que había personas con traje en la entrada de su casa, ahora temía por su tía y su hijo. Busco en su bolso y saco el celular, sin darse cuenta de que había dejado ver una credencial de identificación.
Marco apresuradamente el número de su tía, la primera llamada se fue a buzón, un terror la invadió y sus manos comenzaron a temblar.
- Cálmese, si no, no podrá llamar a la persona.
Unas manos grandes, tomaron las de ella y la calmaron por un instante.