ENCANTO SOMBRÍO

Ya al día siguiente me aventuré a la cuidad para conseguirle ropa al chico.

Él no podía estar desnudo por siempre y además no toleraba la idea de verlo cada vez que cambiaba su vendaje.

Era un hecho que él no despertaría por un tiempo así que tuve que organizar mi tiempo para atenderlo sin descuidar mi trabajo y no levantar sospechas de mis movimientos.

Por lo tanto opté en vigilarlo dejando una serpiente que monitorearía su estado, avisándome por cualquier cosa que pasara.

No siempre podía quedarme en la choza con él, que ya que cada fin de semana o final del mes, regresaba al Inframundo para entregar mis observaciones y faltas de algunos demonios que cometían delitos sin estar calificado para hacerlo.

El control entre los demonios era un contraste en los planes maliciosos de otros.

Yo era parte de llevar ese control como vigilante; no era un trabajo difícil de hacer.

Desde luego que me sentía “libre” por explorar un mundo diferente al nuestro.

Sin embargo, había momentos en que la monotonía oscurecía más mi vida que incluso llegaba agobiarme.

Estaba cansada de hacer siempre lo mismo.

Anhelaba ser reconocida a cualquier modo, como mis antiguos compañeros que ascendieron y yo, no pude crecer como ellos.

Tuve que conformarme siendo una vigilante a pesar de ser parte de un clan espléndido y honorable.

Por eso mis padres (un par de demonios de rango medio) me recordaban que tenía que ser más avariciosa y aferrarme con fuerzas a lo que me proponía.

De mi parte hacia lo posible para lograrlo pero con el poder de mi invocación y aún la falta de poder controlarlo al cien por ciento, era inútil lograrlo.

Ansiaba ascender a ser la mejor; lo quería con ganas para poder superarme pero mi tormentoso pasado no me dejaba avanzar como tal.

Quería rendirme pero algo cambió de repente.

“El hecho de conocerlo me perturbó por completo, cambiando mis ideales sobre mí.”

***

Otra semana pasó.

Cuando tenía la oportunidad, visitaba al chico para ver el avance de su recuperación.

Quité los vendajes.

De hecho todo marchaba bien; las heridas de su cara y cuerpo cicatrizaron sin ningún problema.

Todavía me causaba curiosidad lo renegrido que se seguía viendo la parte de su clavícula.

Conseguí un ungüento especial y se lo esparcí por su piel para ver si mejoraba.

Sin embargo, empezaba a preocuparme de cierta manera, ya que él seguía sin abrir los ojos.

‹Espero no estar perdiendo tiempo en él›, pensé mientras lo miraba antes de irme.

Tuve que dejar otra serpiente a su cuidado.

Cuando me dirigía a mi puesto de vigilancia, recibí una notificación en el celular.

Era un citatorio del Líder mayor especializado en crímenes de los demonios.

Un escuadrón Elite, muy reconocido en todo el inframundo.

Debía presentarme lo antes posible.

Mientras volvía al Inframundo me imaginé que alguien había reportado el acontecimiento que había ocurrido aquella noche lluviosa.

No me importaba en lo absoluto si fuera así.

Y en efecto, se me había citado para responder ante mis acciones imprudentes en hora del trabajo.

Aquel demonio tuvo el valor de acusarme, a pesar de los días que pasaron pero lo que me causó gracia fue que él no se encontraba presente.

(Supiste tener miedo m@ldito.›

Cuando llegué al lugar uno de los demonios pidió que esperara mi turno.

Suspiré frustrada.

(El encantamiento de mis palabras pueden que ya no funcionen.›

—Es tu turno Irina. —escuché mi nombre al fondo.

Me levanté perezosa; caminé por un largo pasillo hasta llegar a una puerta aparentemente vieja (no lo era en si, porque la perilla estaba bañado en oro puro.)

Toqué la puerta un par de veces.

—Entra. —escuché una engrosada voz.

La puerta se abrió.

Sin más preámbulos, entré.

Percibí una atmósfera gélida.

La tenue iluminación de la sala lo hacía parecer un lugar tétrico.

Apenas pude ver la cara del Líder llamado: Vlad Ross.

De inmediato, sus orbes esmeraldas me fulminaron, haciéndome sudar.

—¿Qué esperas para arrodillarte? —espetó.

Sin rechistar me puse de rodillas, inclinando mi cabeza en señal de respeto.

—La acusación que llegó sobre ti es grave.

No me moví ni un centímetro al escuchar.

Ni siquiera mi respiración delató mi mirada de atónita.

—¿Por qué peleaste con otro demonio? Aquí dice que tú interferiste en su camino, que lo humillaste…

Mientras escuchaba al Líder, yo estaba pensando cuál sería la mejor excusa, mentira o lo que fuera para no recibir ningún tipo de castigo.

No era por miedo, sino por mi orgullo.

No quería escuchar más rumores sobre mi vida que pudieran afectar mis propósitos.

—Tus padres ya han sido notificados por este hecho delictivo.

‹¡¿Acaso ya me trata como una criminal?! Esto es inaudito.›

—Tsk. —inconscientemente chasquee los dientes.

No solo me trató como criminal sino que mis padres me darían el sermón de mi vida.

—Levanta la cabeza. Ahora quiero escuchar tu versión de los hechos.

Entonces levanté la cabeza.

No sabía que tipo de expresión tenía en ese instante.

Suspiré profundamente.

Lista para declarar.

Suprimiendo mi enojo.

—Con todo respeto que se merece pero me suena absurdo la acusación. Nada de lo que se plantea allí y con esos detalles irrelevantes son ciertos. —le dije con total serenidad.

—Excepto una parte. —agregué fríamente.

—¿Entonces quieres decir que son calumnias, mentiras sin sentido?

Asentí con la cabeza.

—¿Y qué parte si es verdad? Explícate.

No me inmuté ante su poderosa voz.

Sin titubeos, le respondí lo siguiente:

—Es verdad que no tenía nada que hacer en esa zona, no obstante, fue mi culpa desviarme de mi camino. Hay una buena razón sobre ello.

—¿Y cuál es?

—Perdí un anillo que es muy importante para mí; lo busqué por todos lados que no ví por dónde caminaba. Entonces apareció ese demonio y de la nada empezó hacer todo un alboroto, cuestionándome por mi trabajo como vigilante. Para no hacer largo el asunto decidí ignorarlo y darme la media vuelta pero no fue suficiente. Él fue quien me atacó primero; los vigilantes no tienen permitido luchar a menos que se vean amenazados.

Tuve que sacar de último momento esa regla para sonar coherente y concisa.

Continúe hablando.

—Ese demonio no dejó de hostigarme, provocándome pero… aún así me resistí. No quise luchar…

—Sin embargo, aquí dice que tú empezaste, invocaste a tus serpientes, lo atacaste y todo por un humano que tú reclamabas como tuyo.

Sin duda la última parte me dejó perpleja.

No podía mostrar mi verdadera molestia y angustia.

Tenía que ser lo más neutral posible en el asunto.

—Como dije, no todo es cierto y lo que digo ahora es veraz pero no puedo permitir que se me acuse falsamente. Es ilógico que se involucre a un humano aquí; he perdido un objeto valioso e irremplazable. Fui acechada por otro demonio y ahora me acusa a mí por algo que no hice.

Mis emociones estaban a punto de explotar.

—¡ESTO ES UNA BLASFEMIA!

Me puse de pie, totalmente indignada.

—Cálmate Irina.

—No puedo tolerar algo como esto.

Tragué saliva.

Me puse firme ante él sin perder la compostura.

—Como parte del Clan Vermid, solicito inmediatamente una audiencia.

Usaría todo mi poder para salir de ese embrollo.