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El Loto Blanco —La Maldición Del Emperador Jade—

El Loto Blanco —La Maldición Del Emperador Jade—

Status: En proceso
Genre:Reencuentro / Amor en la guerra / Batalla por el trono / Reencarnación / Mundo mágico
Popularitas:315
Nilai: 5
nombre de autor: Xueniao

Tres reinos fueron la creación perfecta para mantener el equilibrio entre el bien y el mal.

Cielo, Tierra e Infierno vivieron en una armonía unánime durante millones de años resguardando la paz.

Pero una muerte inocente, fue suficiente para desatar el verdadero caos que amenazara por completo el equilibrio y, la existencia de todos los seres en el planeta.

NovelToon tiene autorización de Xueniao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Siempre supe que seras mi perdición

—¡Su Alteza! ¿Qué hace usted allí?—

Había sido mi día libre, pero ya habían transcurrido dos semanas desde que llegó a mis oídos un extraño rumor. No era algo fuera de lo común escuchar a las damas del palacio divagando y propagando chismes a la velocidad de la luz.

A lo largo de los años que había servido como guardia real del príncipe, había escuchado demasiado, desde rumores risibles hasta absurdos. Sin embargo, hace dos semanas, aquel rumor, aquel cotilleo, se clavó en lo más profundo de mi ser. Las palabras angustiantes resonaban en mi mente y me privaban del sueño en los últimos días. Después de más de dos años de aceptar y luchar contra mis sentimientos, al estar cerca de él, la situación se volvía cada vez más difícil de sobrellevar.

...~○~...

Todo comenzó aquel día en medio del festival de primavera, cuando las luces flotantes deslumbraban el cielo como si fuera de día. En ese momento, Su Alteza Real, el príncipe heredero de WūYā, haría la ofrenda a los dioses delante de todo el pueblo, con una gran linterna decorada con los más finos hilos y pergaminos, hecha por sus propias manos de jade.

Como su guardia personal, tenía que vigilarlo de cerca, aunque realmente odiaba hacerlo. Ese día me dirigí de mala gana a ver si ya estaba listo. Faltaba solo una hora para que saliera, pero había estado oculto en su cuarto todo el tiempo. Me dio tiempo de disfrutar de la festividad de la ciudad, que es realmente una obra digna de apreciar en la gran WūYā.

Sabía que él odiaba salir frente al público, por lo que en cada evento social se ocultaba hasta que fuera su momento de salida, evitando a toda costa permanecer más de lo necesario en el lugar.

Disipando el gran disgusto por ir a verlo, me encaminé lentamente hacia su habitación. En cuanto estaba a punto de entrar, escuché un fuerte golpe desde adentro. Abrí la puerta con rapidez y lo vi, su cara sudada, su agitada respiración y sus ojos completamente rojos daban indicio de su lamentable condición.

Lo miré fijamente por un tiempo, intentando ordenar mis emociones al ver su estado. Él intentaba pararse con todas sus fuerzas, pero su cuerpo entero temblaba de una manera incomprensible.

Tardo un momento en darse cuenta de mi presencia, para cuando lo hizo solo sonrió y con todas sus fuerzas se sentó en aquel suelo frío, sosteniendo su pesado cuerpo como si nada pasase. —Lo siento Liú Xin, yo estaré listo en un momento, no necesitas esperarme. Te prometo que estaré allí, no causaré problemas innecesarios—.

Sonrió cálidamente mirando fijamente a mis ojos, él me dedicó una sonrisa tan cálida, a mí, dijo que no causaría problemas mientras se mantenía con todas sus fuerzas sentado lo más recto posible.

Un nudo se estancó en mi garganta y fue en ese momento que no pude negarlo más, esos horribles sentimientos, ese supuesto odio infantil, aquel irritante dolor en el pecho que siempre aparecía cuando le miraba, todas aquellas sensaciones. No eran más que excusas de lo que realmente me pasaba.

Desde el primer momento que lo vi, cuando solo tenía once años, me enamoré perdidamente de él. Pero ¿qué sabe un niño de amor? Me dolía verlo, me dolía porque siempre se veía tanta tristeza y desolación en sus ojos, tanta fragilidad. Siempre que sus ojos conectaban con los míos, podía ver el miedo y el dolor que estaba siendo su vida. Pero lo que más punzaba en mi conciencia y en mi pecho, era el hecho de que no me dejaba acercarme.

Para un niño que no tenía ni una sola comprensión del amor, aquel rechazo fue el desprecio más grande en mi corazón, y lo más fácil fue confundir aquella ira y angustia con aquel sentimiento de odio infantil.

Ese odio me ayudó a soportar y apaciguar la inquietud en mi corazón durante mis días de infancia. Pero no servía de mucho cuando él intentaba acercarse a mí de manera inocente, con sus mejillas sonrosadas², sus ojos esperanzados y hablando de manera vulnerable. Ese odio se convirtió en miedo, un miedo que me paralizaba y me confundía tanto que no supe cómo actuar cuando finalmente estuvo cerca de mí después de rechazarme.

Cuando me di cuenta, ya había arruinado la única oportunidad que me había dado de acercarme a él de la manera correcta.

Con el tiempo descubrí que nuestra separación era tan profunda como un abismo. Él dejó de buscarme, se limitó a obedecer desde lejos, a mantener su palabra de no complicar mi estancia en el palacio. Desde aquel día en nuestra infancia, cuando lo rechacé de manera tan cruel, nunca me pidió que lo sirviera a menos que fuera estrictamente necesario, nunca volvió a cruzar mi camino, incluso cuando tenía que seguir sus pasos de cerca.

Aunque lo observaba desde lejos, sentado en aquel árbol de cerezos dentro de su pabellón, sabía que esa distancia era lo más cerca que podía permitirme estar después de cometer aquel error, después de dejar que esas palabras venenosas salieran de mi boca tres años atrás.

Suspiré, tratando de alejar esos pensamientos. No había vuelta atrás. Caminé lentamente y me posicioné frente a él, me arrodillé³ involuntariamente y le tendí la mano.

Él simplemente me miró perplejo por unos segundos, totalmente confundido ante mi acto. Pero cuando se dio cuenta, como era de esperar, entró en pánico, se dio media vuelta y trató desesperadamente de levantarse apoyándose en su cama.

Mi corazón se apretó con fuerza ante su inocente rechazo, y no supe cómo controlar esos sentimientos. A pesar de ello, mi cuerpo siguió moviéndose involuntariamente. Agarré su cintura suavemente, apenas rozando sus ropajes⁴, y lo levanté con facilidad, sintiendo cómo el nudo en mi garganta se hacía cada vez más grande. Lo dejé caer suavemente en la cama, sin pronunciar una sola palabra, mis manos temblaron al sentir el calor ardiente de su piel.

Sabía que la fiebre lo estaba consumiendo, estaba en un estado lamentable, pero aún así intentaba con todas sus fuerzas mantenerse digno. Quería reír ante su actuación, reír de mí mismo por mis actos, años en los que lo llamé débil, resaltando su cobardía. Pero ¿y yo? ¿Acaso no había ignorado estos sentimientos durante tantos años? ¿No era yo el cobarde más grande?

Aquel ser temblaba entre mis brazos y no estaba seguro de que la fiebre fuera la única razón. Él me temía, ni siquiera podía mirarme a los ojos o decir una palabra frente a mí. Él era mi Alteza, el futuro gobernante, pero se humillaba ante mi insignificancia.

Me sentí imponente, pero antes de poder articular una sola palabra, su suave y quebrada voz llegó a mis oídos con gran esfuerzo. —Lo siento, Liú Xin, no sé por qué me desperté así. Ayer me encontraba bien. Otra vez te estoy causando problemas—.

Sus ojos se mantuvieron fijos en los míos mientras las lágrimas se acumulaban. No sabía si era la fiebre en su cuerpo o el miedo hacia mi presencia, pero una pequeña gota salada recorrió su pálida mejilla. Cualquier otro no se habría percatado, pero yo, yo vi cómo esa traicionera gota se deslizaba sobre su piel.

Quería sonreírle, quería decirle que todo estaba bien, que no era un problema, pero las palabras no salían de mi boca. Era tan cobarde que ni siquiera podía enfrentarme a mí mismo.

Una mirada fría se asentó en mi rostro, un reproche hacia mí mismo. Pero, incapaz de aceptarlo, volví a lastimarlo sin darme cuenta, hasta que escuché un pequeño susurro tembloroso. Una voz tan triste que apretó mi corazón con fuerza. —Lo siento, puedo hacerlo solo. Puedo hacerlo—.

Mi boca se quedó seca, sin palabras, sin conciencia de la herida que le infligía. Observé cómo él luchaba por ponerse de pie con todas sus fuerzas.

No pude moverme, estaba petrificado. Simplemente me quedé allí, siguiéndolo con la mirada mientras lo veía tambalearse. Intentaba ignorar mi presencia, dispuesto a cumplir con todas mis responsabilidades como su guardián personal. Se recompuso lentamente, entre caídas y pasos débiles, pero jamás pronunció mi nombre para pedir ayuda.

Mis puños se apretaron con fuerza. No había forma de actuar debido a mi estúpido orgullo. Solo lo observaba, deseando correr hacia él cada vez que su cuerpo amenazaba con caer. Pero, ¿con qué derecho? ¿Cómo podía ponerme frente a él y mostrarle mi corazón después de tanta discordia?

Mi mente era un caos total. Su mirada me condenaba y, cuando finalmente mi garganta se liberó del nudo angustioso, solo fue para herirlo aún más, en mi mundo de inconsciencia. —Alteza, debería cuidar más de su propia salud. Si ni siquiera puede hacer eso, ¿cómo espera cuidar a su pueblo? Recuerde que usted es el ejemplo para cada ciudadano en esta nación—.

Mordí mi lengua con fuerza después de que aquellas palabras venenosas salieran de mi boca. Había hablado sin siquiera pensar, pero esa ira dentro de mí florecía mucho antes de ser consciente de su existencia.

Mordí con fuerza mi lengua luego de que aquel veneno saliera de mi boca. Había hablado sin siquiera pensar, pero aquella ira dentro de mí florecía mucho antes de estar consciente de su existencia.

Él se paró frente a mí y sonrió con sus ojos llenos de tristeza. Había miles de palabras en aquella mirada, pero simplemente desvió lentamente sus ojos de los míos mientras hablaba con total calma y suavidad. —Liú Xin tiene razón, no soy un buen heredero. Por favor, disculpa nuevamente a este incompetente príncipe. Tendré más cuidado en el futuro—.

Sus temblorosas manos se apretaban fuertemente aferrándose a la seda blanca que lo envolvía. Estaban tan apretadas que se tornaban rojas. Mordía su labio inferior tratando con todas sus fuerzas de mantener su impecable conducta. Simplemente respiraba con calma y se aferraba a toda aquella frustración sin decir palabra alguna.

No hubo reprimenda por mi insolencia y no entendía por qué. Tampoco intenté entender. Si las palabras seguían fluyendo, habría más daño.

Carraspeé la garganta y señalé la salida. Antes de que cruzara la puerta, quise disculparme, pero sabía que era en vano. Apreté mis puños mirando su pulcritud y dejé salir aquellas palabras sin valía. —Siento... mi impertinencia hace un momento, Alteza. Este sirviente ha faltado el respeto a su Alteza. Merece la muerte. Este acepta su castigo cuando el evento termine—.

Él solo sonrió y negó lentamente. Caminó recto e imponente, aún cuando sus manos temblaban. Su porte era digno y no se dejó caer en todo el camino. Se paró frente a todo el pueblo y, durante la duración del festival, se presentó como la estrella más deslumbrante de la nación.

Sus pasos no bailaron, su sonrisa no se desvaneció en ningún momento. Pero fue cuando todo terminó, entrando al ala norte, justo en la puerta de su habitación, que cayó. Cayó como una pluma fuera del plumaje. Su cabeza golpeó el suelo fuertemente, justo frente a mis ojos. Corrí instintivamente a socorrerlo, pero cuando toqué su mano, esta hervía, tan caliente como todo su cuerpo. Incluso sus ojos eran sangre viva, pero ni un solo quejido salió de su boca.

Fue la primera vez que sentí terror, la primera vez que tomé conciencia de su situación y lo grave que parecía ser.

Él únicamente me miraba pestañeando, sin decir nada. Realmente no estaba seguro si estaba consciente de ello, pero repitió una y otra vez las mismas palabras, aquellas que rompieron mi corazón una y otra vez: «Siento decepcionarte, Liú Xin. Quiero ser un buen rey para ti y para esta nación».

Me aferré su mano con fuerza, sin decir una palabra, manteniendo mi mirada fija en él. Incluso cuando el médico llegó, no quería separarme de su lado. Esa noche, me quedó claro que era imposible ignorar ese amargo latir en mi pecho, la angustia y la desconfianza. Porque durante todo este tiempo, el verdadero cobarde había sido yo.

...~○~...

—¡Alteza! ¿Qué hace usted aquí?—

Solo quería asegurarme de que estuviera bien. Desde que escuché aquel rumor, no he podido conciliar el sueño. Aunque hoy era mi día libre, mi mente no dejaba de pedirme que fuera a verlo. Sentía la necesidad de asegurarme de su bienestar, tenía que hacerle algunas preguntas, necesitaba saciar esa curiosidad que atormentaba mis pensamientos. Tenía que saber si el rumor era cierto o si no podría encontrar la paz.

Pero cuando entré al pabellón y lo vi, con las manos alzadas bajo la lluvia, sus ojos ya enrojecidos encontraron los míos, llenos de lágrimas, mi corazón se detuvo por un momento.

Me sentí traicionado y como un idiota por no haberlo notado antes, pero al ver sus lágrimas, mi corazón se estremeció y no pude reaccionar.

Él se adentró rápidamente y cerró la ventana, mientras yo me quedé parado bajo la lluvia. Pero cuando me di cuenta, estaba corriendo hacia mí con un paraguas en la mano.

Finas gotas de agua caían por su rostro y sus ojos no dejaban de llorar. Por alguna razón, aparté la mirada. Era la primera vez que lloraba tan abiertamente en mi presencia, y eso me dolía aún más.

"¿Qué es lo que lo aflige tanto como para no poder ocultarlo de mí?"

Él estaba sufriendo de verdad, sufriendo mucho. Pero corría hacia mí con una sonrisa tan cálida que se clavaba en mi corazón como una daga. Y antes de que me diera cuenta, mi cuerpo dejó de lado la razón y, por primera vez, dejé que mi instinto más primitivo se apoderara de mí, rodeándolo con fuerza entre mis brazos.

Lo sujeté tan fuerte contra mi pecho que podía sentir sus latidos, y estoy seguro de que él podía sentir los míos de la misma manera. Su cuerpo frágil estaba frío, tan frío como un cadáver, y solo la idea me helaba la sangre. Pero su latido constante calmaba la angustia punzante que había estado reprimiendo. Suspiré negando con la cabeza, aunque ya conocía la respuesta, necesitaba escucharla de él. —¿Por qué? ¿Por qué siempre me miras así? ¿Por qué siempre tienes que sonreírme cuando lo único que hago es alejarte? Dime, Alteza, ¿por qué me torturas de esta manera? ¿Por qué estás sufriendo tanto que ni siquiera puedes ocultar tus lágrimas ante mí? ¿Por qué guardas a este inepto en tu corazón? Por favor, respóndeme. Estoy tan confundido, lo he estado durante tantos años. Necesito que me digas, necesito saberlo. No puedo dormir y ese rumor me está asfixiando. Si es cierto, dime qué debo hacer, Alteza.—

Mi mente estaba llena de preguntas, y sin dar un respiro, todas ellas salieron de golpe. Sin saber cómo, mi cara estaba escondida en el hueco del cuello de mi alteza, y mis lágrimas, que había estado reprimiendo durante tantos años, se desataron. Sentí miedo, como un niño que se enfrenta a una realidad que hasta ahora había estado oculta por su propio orgullo. —Por favor, dime que no es cierto, Alteza, por favor— supliqué.

Su cuerpo tembló entre mis brazos mientras posaba sus pequeñas manos sobre mis hombros. Me apartó de él suavemente y me sonrió cálidamente como siempre, pero sus ojos tristes revelaron una verdad que había estado oculta durante años. Solo yo no había querido verla.

Tomó mi mano y me guió hacia su habitación. Me quedé parado en la puerta, y él corrió a buscar un par de mantas y ropa seca. Después de un rato, se sentó junto al fuego que calentaba un té humeante. Me tendió una taza y se sentó tranquilamente, como si todo lo que estaba sucediendo fuera algo que había esperado durante mucho tiempo.

Y para aumentar el dolor de mi conciencia, no había ni un ápice de rencor en su mirada, como si esa enorme grieta entre nosotros nunca hubiera existido. Con solo su mirada y sus delicados actos, pude darme cuenta de cuánto había estado ciego todo este tiempo. A pesar de su silencio, solo podía esperar el momento adecuado para escuchar sus palabras. Y cuando menos lo esperé, su suave voz se hizo presente. —Nunca pensé que llegaría el día en que quisieras compartir una taza de té conmigo, su señoría— dijo suavemente, más para sí mismo que para mí. Me miró y me entregó una sonrisa cálida antes de hablar de nuevo. —Bien, ¿por dónde empezamos? Realmente, nunca quise ocultarte nada; simplemente no había tenido la oportunidad.

Lo miré fijamente, y antes de que pudiera reaccionar, mi boca ya se había adelantado. —¿Por qué llorabas hace un momento, Alteza?— pregunté.

Él me miró y bajó la mirada con las mejillas sonrojadas. En un susurro suave, dijo: —Recuerdos. A veces, me atormentan, o tal vez soy demasiado cobarde para enfrentarlos—. Sus labios se curvaron en una falsa sonrisa llena de nostalgia y dolor que oprimió mi corazón. Volví a preguntar sin pensar: —¿Por qué siempre huías de mí? ¿Me temes tanto?—

Mi corazón soltaba todo lo que había retenido, sin pensar, sin detenerse. Él mordió su labio con nerviosismo, como si también fuera un recuerdo que lo oprimía, pero negó frenéticamente antes de responder. —No, no te temo. Pero pensé que tú... simplemente no creí que fuera correcto acercarme después de aquel día. Sé que lidiar conmigo es complicado, no soy precisamente el prospecto de un gran gobernante — su risa suave brotó, recordando el pasado. Rascó tímidamente la parte trasera de su cabeza y prosiguió —¿Recuerdas el día en que te pregunté si querías ser mi amigo? En ese momento, realmente te di la respuesta —.

Lo miré confundido, intentando recordar con frustración. —Solo me dijiste que no estaba permitido, pero estabas a punto de ser mi guardián personal. Aquellas palabras no tenían sentido. Creí que solo eran una excusa — repliqué.

Él sonrió y negó suavemente. —No se me permitía hablar con nadie que no estuviera autorizado por el rey. En aquel entonces, mis restricciones eran aún más estrictas. Cuando era más joven, siempre intentaba escaparme para jugar con los niños del palacio, pero cada vez que mi padre se enteraba, me prohibía salir del salón blanco que está detrás de esta ala. A los niños los enviaba a otro palacio lejos de mí. No quería que él hiciera lo mismo contigo, así que simplemente corría y me alejaba. Supongo que habría sido menos complicado habértelo dicho en aquel momento, pero había mucho que ni siquiera yo entendía entonces — negó entre recuerdos nostálgicos y me miró con una sonrisa nerviosa. —Pero estoy seguro de que hoy no has venido a preguntar sobre eso, ¿verdad, su señoría? —.

Lo miré perplejo, respiré profundamente y le dediqué una mirada, percatándome del temblor en sus manos. Aclaré mi garganta y hablé con todas mis fuerzas en ese momento, solo quería saber la verdad. —¿Los rumores de la profecía son reales, Alteza? ¿Puedo conocer la verdad? —.

Vi amargura y aceptación en sus ojos. No necesitaba una respuesta después de esa mirada. Mordió sus labios y noté cómo intentaba ordenar sus pensamientos antes de hablar. —¿Ya te has enterado, su... su señoría? —.

Mi respiración se cortó con la confirmación de sus palabras, pero mis manos se volvieron ágiles y rápidas, más rápidas que mi conciencia. Cuando me di cuenta, ya tenía mi mano derecha en su mentón, obligándolo a mirarme fijamente a los ojos.

Sus ojos estaban desmesuradamente abiertos, las lágrimas traicioneras fluían de ellos. Coloqué mi otra mano en su mejilla y con suavidad acaricié sus lágrimas con mi pulgar. Su piel blanca resaltaba en la tenue luz de las velas, incluso la luna se eclipsaba ante su presencia. Reuniendo todas mis fuerzas, le pregunté con la mayor calidez posible: —¿Acaso su Alteza me ha ocultado todo este tiempo, solo a mí?—

Rogué a los dioses que no fuera así, rogué con todas mis fuerzas por no aceptar que mi orgullo me había mantenido alejado de mis propios sentimientos.

Y es que saber que él lo ha sabido durante todos estos años y yo... yo lo he tratado de tal manera, viviendo en completa ignorancia. No podía, no quería aceptarlo. Sentía como si me apuñalaran repetidamente en el pecho.

Pero él simplemente cerró los ojos y susurró con suavidad esas crueles palabras: —Lo siento, Liú Xin. Tengo miedo. Si me voy, ¿cómo puedo dejarte atrás?—

Las lágrimas caían, rompiendo en mis manos, y sus pequeñas manos temblaban como un pajarito entre las mías. Él lo sabía, había soportado su sufrimiento durante tantos años y nunca me detuvo, nunca me reprochó ni me silenció, incluso cuando lo lastimé de manera tan evidente. Nunca dijo nada pensando en mi bienestar...

Lo herí, lo lastimé, ignorando durante tanto tiempo la realidad, simplemente por cobardía, por orgullo, simplemente... por egoísmo.

Luego de eso, cada palabra de mi madre resonaba en mi cabeza: "incluso el ser más silencioso puede guardar un gran secreto".

Mi corazón se heló y se hizo añicos, las lágrimas brotaron sin poder encontrar palabras. Intenté de todas las formas posibles calmar mis lágrimas, incluso traté de consolar mi amargura, burlándome de mi propio estado, pero solo atormentaba más mi corazón.

No sé en qué momento mi cuerpo no pudo aguantar más, mis brazos lo rodearon y lo mantuve fuertemente, aferrándome a él con todas mis fuerzas y lloré, lloré como un niño pequeño en el regazo de su madre. Él no dijo nada, solo acarició mi cabello y me envolvió entre sus brazos, frotando mi espalda con su otra mano. Incluso cuando mi llanto se calmó, él siguió acariciando tranquilamente mi cabello, como una madre consolando a su pequeño hijo.

La noción del tiempo se desvaneció en ese momento. Él no hizo preguntas y en lo más profundo de mí rogué para que no dijera nada. Sería demasiado difícil explicarlo en ese momento y realmente era demasiado cobarde para hacerlo. Así que simplemente nos quedamos allí, en la cálida intimidad de dos corazones desnudos. Él no me soltó y yo no pretendí querer soltarlo. Ya no había razón alguna para ocultar lo evidente y no lo har ía nunca más.

Esa noche se volvió interminable y efímera al mismo tiempo. Perdí por completo la noción del tiempo y, cuando me di cuenta, me encontraba dormido, apoyando mi cabeza en sus piernas. El suelo frío se había vuelto cálido en ese momento. Me levanté lentamente, sin intención de despertarlo, y lo observé durante un rato. Había ordenado mis pensamientos a lo largo de la noche y sabía que debía hacer las cosas bien, era mi última oportunidad de enmendar mis errores. Lo amaba y lo sabía con certeza. Haría todo lo posible por romper esa trágica profecía, no permitiría que sufriera ni un solo día más, incluso si eso significaba protegerlo de mí mismo.

Pasé suavemente mi mano por su cintura y sus piernas, lo levanté con cuidado y lo recosté suavemente en la calidez de su cama. Le di un pequeño beso en la frente y luego me alejé lentamente, sin saber que ese día sería el comienzo de nuestra gran condena.

"¿Quién puede conocer la magnitud de los caprichos de los dioses y la profundidad de su ira?"

Glosario:

Divagando: Hablando o pensando de manera dispersa o sin un rumbo fijo.

Sonrosadas: De color rosado o enrojecido.

Arrodillé: Ponerse de rodillas.Rozando sus ropajes: Tocando ligeramente su ropa.

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Libny Aylin Rodríguez
Que bien vas...continua
Xueniao: Muchas gracias por el apoyo, espero que la historia sea de tu agrado. Sientete libre de corregir o brindar cualquier aopinion, siempre estoy abierta a las aopiniones, para poder mejorar.❤️
total 1 replies
~abril(。・ω・。)ノ♡
Esta historia me hizo recordar por qué me encanta leer. ¡Gracias por hacerme feliz! 😘
Xueniao: Gracias por el apoyo a mi pequeña historia, me alegra inmensamente que sea de tu agrado y espero que siga gustándote.❤️
total 1 replies
Felipa Bravo
Debería escribir más
Xueniao: Gracias por darle apoyo a mi historia, espero que sea de tu agrado a medida avanza.❤️
total 1 replies
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