Sinopsis
Emilia Bernade fue forzada a casarse con el duque Mazheón, quien era descrito por todos como alguien cruel y de corazón frío, ella atemorizada por el futuro que le esperaba decidió acabar con su vida, no obstante alguien reencarnó en su cuerpo, sin saber absolutamente nada de su anterior vida, cargando consigo pequeños fragmentos de como había muerto. Esa nueva Emilia para no estar sola decidió aferrarse al duque a pesar de sus rechazos.
¿Se ganará su amor o su odio?
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Lluvia
Después de varios días de prácticas al fin había conseguido hacer algo delicioso, antes de servirlo le pedí al mayordomo su opinión y luego de su crítica tuve la seguridad suficiente de mandárselo al duque a través de Ian.
Mi corazón estaba latiendo a gran velocidad mientras esperaba el regreso de Ian, quería saber si al duque le había gustado, estaba tan nerviosa. Sentía que los minutos eran eternos y ante mi ansiedad, Katelyn tuvo que prepararme un té para relajarme.
Mientras bebía a sorbos el té, Ian hizo acto de presencia en la cocina, me paré buscando su mirada. Sabía la respuesta, su rostro lo reflejaba; pero aún así quería escucharlo.
—¿Qué dijo?
—Lo siento, mi señora, el duque dijo que no quería comer algo preparado por usted… comentó que no confiaba en los Bernade. —Sentí mi corazón achicarse, mi garganta ardía; no quería llorar frente a ellos, pero no pude evitarlo, las lágrimas salieron por si solas. Katelyn corrió a abrazarme.
—¿Cómo se atreve? El duque es una mala persona.
—Mide tus palabras, esta mansión está llena de oídos, ¿o quieres ser despedida? —Ian habló con frialdad hacia Katelyn y noté como el corazón de ella se sobresaltó inquieto.
—Lo siento, no debí hacer nada. Iré a mi habitación.
Me alejé de Katelyn y caminé arrastrando los zapatos, ella me siguió luego de despedirse de los demás. Al llegar a mi cuarto me tiré en la cama hundiendo mi rostro en la almohada, Katelyn me retiró los zapatos con cuidado.
—¿Cómo pudo rechazar lo que usted preparó con tanto cuidado y amor?
—Supongo que no le caigo bien, —dije con la voz entrecortada. No era como si mi vida dependiera de la atención del duque, pero me sentía tan sola que buscaba refugiarme en él, sin embargo; yo solamente era un estorbo para él, no me quería cerca para nada. ¿Entonces, que debería hacer? Si huyera de él, mi padre mandaría a buscarme y me mataría por deshonrar el nombre de la familia.
—Él no sabe ver las virtudes que usted tiene, no se ponga triste por ese hombre. —Katelyn acarició mi espalda con suavidad y eso me fue calmando poco a poco hasta que me dio sueño, cerré los ojos intentando descansar un momento.
Esa noche desperté debido a un estruendo, estaba lloviendo muy fuerte afuera, bajé de la cama yendo al guardarropas para sacarme ese incómodo vestido, mis tripas explotarían en cualquier momento debido al corsé tan ceñido y apretado. Después de ponerme un vestido de noche, abrí las puertas de mi habitación asomando mi cabeza un poco, no divisé a nadie en el pasillo, entonces salí del cuarto.
La lluvia me daba algo de nostalgia, él día del accidente también estaba cayendo agua de esa manera. Cuando hallé el balcón me acerqué estirando una mano para sentir las gotas frías chocando contra mi palma. Sin miedo alguno me aproximé más dejando que mi cuerpo sintiera la lluvia recorrer toda mi piel, mi cabello se pegó a mi rostro, así que; acaricié desde la parte delantera, acomodando mejor mi pelo.
—¿Qué estás haciendo? —Casi caía abajo por el susto, pero el duque fue rápido sosteniendo mi mano. —¿No sabes que eres la señora de esta mansión?
Su mirada bajó a mi pecho, el vestido mojado marcaba mi forma por completo. No me avergoncé como la otra vez, lo miré sin apartar la mirada.
—No soy la señora de aquí, es simplemente una fachada, usted no me ama. —Arrebaté mis manos y me giré volviendo a disfrutar de la lluvia. Sentí su cuerpo cerca del mío, su respiración estaba a centímetros de mí oreja y eso provocaba que una corriente eléctrica me recorriera el cuerpo, desde los cabellos hasta esa zona íntima. Mi corazón no paraba de latir con locura.
—Emilia… —me paralicé al escuchar mi nombre, él puso sus manos sobre mis hombros y los acarició lentamente mientras seguía detrás de mi espalda. —No vuelvas a seducirme o puedes arrepentirte de ello. —Alejó sus manos, y yo me giré a verlo, su mirada era fría y dura. —Te dije que no quería verte cerca de mi habitación.
—No iba a su habitación, solamente quería jugar en la lluvia. —Él me observó sin creerme mucho, así que, intenté convencerlo. —Es la verdad, no me di cuenta de que su habitación estaba ahí. Además, ya entendí que usted no confía en mí, me mantendré en la distancia.
Él arrugó su expresión, y luego suspiró.
—¿Estás molesta porque no probé tu comida? Martha debería habértelo dicho, soy muy quisquilloso a la hora de comer. —la voz del duque se escuchaba más suave, o la lluvia no me permitía percibir la dureza en sus palabras.
—¿Y cómo sabe que no le iba a gustar? Ni una cucharada probó, —me apoyé contra el balcón, el duque se acercó de nuevo, me miró unos segundos antes de pasar una mano por mi cabello.
—No hagas esa expresión, —fruncí las cejas sin saber a qué se refería. —La próxima vez que hagas algo tráemelo personalmente. —Mi corazón dio un vuelco, él me estaba permitiendo seguir cerca de él. —Te vas a enfermar, sígueme. —Alejó su mano poniéndose en marcha, yo le seguí en silencio.
El duque empujó las puertas de su habitación como si no fueran para nada pesadas, él entró primero pero yo no pude, recordé la noche de boda y su rechazo, me daba miedo volver a ser avergonzada de esa manera.
—Está bien, puedes entrar hoy, solamente por hoy. —Dijo mientras sostenía la puerta, ingresé algo nerviosa mirando en derredor; el cuarto estaba algo oscuro apenas iluminado por unas velas, observé un cuadro enorme allí, no le presté tanta atención, más bien me centré en él dirigiéndose al armario, sacó de ella lo que parecía ser una bata. —Toma, cámbiate. —Me mostró la cortina (era como una pequeña habitación formada por las cortinas), me dirigí allí con el corazón latiendo a tope. Cuando terminé de cambiarme quería irme, pero él me detuvo. —No puedes salir de esa manera, mañana enviaré a llamar a tu dama de compañía para que te traiga algo que ponerte.
—¿No se sentirá incómodo?, no quiero molestar. —Él me miró seriamente, palmeó la cama invitándome a acostarme a su lado. No lo podía creer, el duque parecía descompuesto esa noche, no parecía ser el mismo de siempre.
—He dicho que solo es por esta noche, sube ¿O dormirás en el suelo frío?
Asentí acercándome con timidez, me acosté toda rígida en la cama y me sentí incómoda porque él no apartaba la mirada.
—Tú padre nos engañó a ambos, —él suspiró, yo me volteé a verlo curiosa. —Te dije que no me miraras de ese modo. —Me puso una mano en la cara alejándome un poco de él. —Si roncas, te echo a patadas de la cama.
—¿Sería capaz?
Él me miró fijamente y me pareció verle embozar una pequeña sonrisa, o tal vez era mi mente ilusionándome para que cayera en su juego. Pero desde el principio había caído, en el momento que observé sus ojos, ya había sido tragada por un abismo sin fin.
En ningún momento el estuvo enamorado de Elena, solo le gustó
sigue sin gustarme el duque, por qué no aclara las cosas desde el principio y se hace la víctima
Debe salir conocer mejor donde está, seguir con sus negocios, aprender magia y combate cuerpo a cuerpo, entrenar físicamente.
Salir de ese matrimonio, que lo único que hace el duque es actuar de manera inmadura. ni el sabe que siente..
Cuando va dejar al duque, se deja envolver por él