En un mundo devastado por un virus que desmorono la humanidad, Facundo y Nadiya sobreviven entre los paisajes desolados de un invierno eterno en la Patagonia. Mientras luchan contra los infectados, descubre que el verdadero enemigo puede ser la humanidad misma corrompida por el hambre y la desesperación. Ambos se enfrentarán a la desición de proteger lo que queda de su humanidad o dejarse consumir por el mundo brutal que los rodea
NovelToon tiene autorización de Tomás Verón para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 6
— Entonces, bonita... -El hombre con tatuajes en el rostro se sienta frente a mí en una silla, inclinándose ligeramente hacia adelante-. Te propongo algo: o te matamos aquí mismo, o serás nuestro nuevo juguete.
Su voz penetrante y seria me pone en alerta. Este hombre no es alguien para tomarse a la ligera.
— ¿A qué te refieres con "juguete"? –pregunto, tratando de mantenerme seria y esconder el miedo que recorre mi cuerpo como un veneno.
El hombre sonríe de una forma vil, repulsiva, como si disfrutara del control que ejerce sobre mí.
— No eres de aquí... Ese acento... ¿Rusa? –dice, estudiándome mientras se inclina un poco más hacia adelante.
— No. Soy ucraniana. Ahora dime, ¿qué es eso de "juguete"?
El hombre ríe suavemente, un sonido que me eriza la piel. Se levanta, saca una navaja de su bolsillo y se acerca. Se pone en cuclillas frente a mí, con sus rodillas casi tocando las mías. Su cuchillo roza mi piel, acariciando mis mejillas y mi boca.
— Hace tiempo que no vemos a una mujer. Y tú eres hermosa... y fuerte. Serías el "juguete" de satisfacción para nosotros en nuestro pueblo. –Su cuchillo se posa sobre mi cuello mientras me habla con una voz helada–. Estoy generoso hoy, dándote a elegir: puedes ser nuestra esclava... o morir.
Sus palabras y su tono me revuelven el estómago. El sudor corre por mi cuerpo. Tengo miedo, un miedo que paraliza. ¿Cómo terminé aquí? ¿Qué sentido tiene seguir luchando en este mundo?
— Mátame. Prefiero eso antes que permitir que me toquen, malditos enfermos. –El odio estalla en mi voz mientras trato de contener las lágrimas que amenazan con brotar.
El hombre ríe, como si disfrutara de mi respuesta. Con un movimiento rápido, gira la navaja y me golpea con el mango. El impacto es fuerte; siento el sabor metálico de la sangre formándose en mi boca. Escupo la sangre hacia su rostro, desafiándolo.
Él se limpia lentamente con la mano, cerrando los ojos. Cuando vuelve a mirarme, su sonrisa ha desaparecido. Ahora solo hay furia en su expresión.
— Perfecto. No te mataré, linda. Estás decidida a ser nuestro nuevo juguete. No importa cuánto resistas, terminarás como la última que encontramos.
Me agarra de los brazos y me tira sobre la cama con fuerza. Su rostro sigue rígido, serio, sin rastro de compasión.
— Por favor... no... –las palabras salen de mi boca como un susurro desesperado.
Él se acerca, su rostro rozando el mío.
— Qué rico se siente cuando tienen miedo. Ya no eres tan valiente, ¿verdad?
Antes de que pueda tocarme, un estruendo sacude el aire.
— ¿¡Qué carajo están haciendo estos idiotas ahora!? –grita, alejándose de mí para mirar por la ventana.
Aunque no puedo ver, escucho claramente. Gritos inhumanos de infectados se mezclan con disparos y los alaridos de hombres aterrorizados.
El hombre maldice y sale apresurado de la habitación. Desde mi posición en la cama, veo mi mochila a la derecha. Dentro está mi única esperanza: el hacha.
Con las manos atadas, me arrastro hacia la mochila. La vuelco hasta que el hacha cae al suelo con el filo hacia arriba. Paso las cuerdas por el filo y comienzo a frotarlas con desesperación. Después de varios intentos, las cuerdas ceden y mis manos quedan libres.
Pero antes de que pueda moverme, una suela impacta contra mi rostro con fuerza, lanzándome hacia atrás. Mi nuca golpea la cabecera de la cama y caigo al suelo con un gemido de dolor.
— Rata asquerosa. Ya estabas pensando hacer una idiotez, ¿verdad? –El hombre con tatuajes está furioso. Su mirada es una mezcla de odio y desprecio-. Ahora verás, maldita zorra.
Su navaja atraviesa mi mano izquierda. El dolor es insoportable; grito con todas mis fuerzas mientras él retuerce la hoja, desgarrando la carne.
— Con lo fácil que hubiera sido si te comportabas... –dice mientras sigue moviendo la navaja.
Estoy agotada. El golpe en la cabeza ha entumecido mi cuerpo, y el dolor en mi mano me roba las pocas fuerzas que me quedan. Las lágrimas brotan de mis ojos mientras el mundo se vuelve borroso.
De fondo, los disparos y gritos en el hotel han cesado. Todo lo que queda son mis propios lamentos.
"¿Es este mi final? ¿Todo este esfuerzo para sobrevivir ha sido en vano? Escapé de Ucrania cuando empezaron los rumores de guerra en 2022... ¿y para qué?"
El hombre retira la navaja de mi mano, que ahora gotea sangre sobre el suelo. Su respiración es pesada, como si estuviera disfrutando del caos que ha creado.
— Escúchame bien, zorra –dice, acercándose con calma, aunque su rostro aún muestra rabia–. Ahora vas a desear haber muerto. Rogarás como la sucia y...
No termina su frase.
De repente, siento un líquido caliente salpicarme la cara y los ojos. Parpadeo, confundida, y lo veo: el hombre con tatuajes está inmóvil, con los ojos abiertos de par en par. Un machete sobresale de su cabeza, partiéndola casi en dos.
El machete se retira lentamente, y el hombre cae muerto a un lado.
Frente a mí, un hombre encapuchado con una bufanda cubriéndole el rostro sostiene el arma ensangrentada. No puedo distinguir su expresión, pero su presencia me resulta tan intimidante como salvadora.
Mi cuerpo no aguanta más. La oscuridad me envuelve mientras pierdo el conocimiento.