El Vaivén De La Vida

 Hacía como 2 horas aproximadamente que estaban ahí, con el auto roto, bajo el rayo del sol, con un calor impresionante. Sin solución aparente, Tadeo se recorría el camino, del auto hasta unos árboles en busca de señal en su celular, pero nada.

 La temperatura se estaba convirtiendo insoportable, y la situación ya estaba preocupante. ¡No podía ser tanta su mala suerte! De todos los lugares que visitaron, ¿Por qué no les sucedió esto en otro sitio más habitado? ... O tal vez había sido por culpa de los caminos tan arenosos de la Pampa... Todo podía ser posible. El tema es que ya no sabían que hacer, estaban preocupados, no pasaba ni un alma...

 En un momento, a lo lejos, Romina logro ver cómo se acercaba una figura, cómo de un animal o algo parecido. Alerto a su esposo que también comenzó a ver, a medida que se acercaba, pudieron notar que se trataba de un jinete a caballo. Cuando estuvo cerca, Tadeo salió a su cruce, se trataba de un muchachito de unos 15 años, luciendo un gran sombrero.

-Hola, ¿cómo está? ¿Podrás ayudarnos?- pregunto el esposo de su prima.

-Hola, Don. ¿Que le anda pasando?- pregunto el joven, con toda la inocencia y humildad de un muchacho criado en el campo.

-No sabemos que le pasó al auto, y acá estamos con mi esposa, mi pequeña hija y prima de mi esposa, quien usa silla de ruedas, no sabemos que hacer.- explico Tadeo.

-No se preocupe, don. Yo soy de un paraje acá cerca, voy a traer ayuda...- dijo el joven.

-¿Harías ese favor?- pregunto más aliviado Tadeo.

-Claro que si, don. Solo deme tiempo pa' llegar con el tobi...- aclaro el muchacho.

-¿Tobi?- pregunto sin entender.

-Pos si, el tobi, mi tobiano...- explico dando palmaditas al cuello de su caballo.

-Ahh, entiendo... Nombre original...- comento Tadeo.

-Bueno... Esperen un ratito...- dijo el chico y se marchó al galope sobre su tobiano.

Ahí se quedaron, esperando, no sé por cuánto tiempo, tal vez una hora, pero parecía una eternidad. Tomaban un poco de agua, pero ya estaba muy caliente.

katri se hacía viento, con un abanico que se había fabricado con un trozo de papel, para ella era complicado bajarse del auto y refugiarse debajo de la sombra de un árbol. Su prima preguntaba a cada rato si se encontraba bien y, aunque, respondía que si, la verdad que por momentos se sentía desfallecer.

Tadeo se acercó hacia la puerta de atrás, en donde estaba katri con Romy y la mantenían abierta, con un mal semblante.

-¿No será que esté chiquito nos engañó?- pregunto haciendo una mueca.

-Ojalá no...- respondió afligida Romy.

En ese momento escucharon acercarse un vehículo que hacía bastante ruido. Era un tractor que freno delante de ellos. Eran un hombre mayor y el muchacho quien descendió.

-Íbamos a venir en la camioneta del doctor del pueblo, pero mi abuelo pensó que era mejor el tractor...- comento el chico.

-Muchas gracias por llegar... chico... No sé tu nombre...- dijo efusivo Tadeo.

-Mi nombre es Juan, cómo mi abuelo...- dijo señalando al hombre en el tractor, a quien Tadeo saludo con la mano -Juan Miguel.- específico -Me dicen Juanito.-

-Bueno, Juanito, te agradezco mucho...- Sonrió Tadeo dándole la mano.

Ahí nomás engancharon el auto al tractor y salieron de a poco hacía el paraje. Katrina se sentía feliz de poder moverse, con la ventanilla baja del auto algo de viento entraba, pero al parecer la estadía prolongada debajo del sol no le había caído para nada bien, ya que de momentos sus ojos le pesaban y su rostro hormigueaba.

-¿Te sentís bien, madrina?- preguntaba por momentos Lupe, notando su mal semblante.

-Si, mi amor...- le mentía Ella para no preocuparla.

Luego de unos 25 minutos, más o menos, llegaron a un lugar, con una 5 o 6 casas, organizadas cómo en forma de U, rodeadas de árboles. En medio un gran patio con una mesa rústica de madera y largos bancos, como las que suele haber en los parques, aparentemente para que toda la comunidad, puedan reunirse allí, era un sitio muy bonito, con flores, una larga casa en el medio de una sola planta y una gran galería.

Al llegar, aparentemente Katrina se sintió mejor, porque pudo notar cada detalle. Todos bajaron. Abrió la puerta, algo mareada, logro ver un hombre de Sobrero, jeans y camisa a cuadros bajar de un caballo, su respiración se aceleró.

-Romy...- llamo a su prima y luego ya no supo más.

Rato más tarde, abrió despacio sus párpados pesados de a poco y lo primero que vio fueron unos hermosos ojos azules, rodeados por unas pestañas rubias... Bueno, más bien, cobrizas en un rostro que no sabía si era lindo porque llevaba barbijo. El hombre le estaba tomando la presión.

-katri... ¿Estás bien?- pregunto la voz calmada de su prima.

Entonces desvío la mirada y la vio parada junto a la camilla en donde estaba.

-¿Que?.. Que me pasó?- pregunto torpemente ella.

-Se desmayó...- dijo el hombre con voz grave -Tiene la presión baja...-

-Está bien... Estoy bien...- dijo ella intentando levantarse, así que ambos la ayudaron para sentarse en la camilla, ahí se dio cuenta de que estaba en un consultorio.

-Despacio, señora...- dijo en doctor.

-Ay... Señora... Por favor...- respondió katri.

-Bueno, no lo sé.- agrego él quitándose el barbijo. ¡Ay por Dios!, ¿Que hace un doctor como ese en medio de la nada? Nariz recta, mandíbula fuerte, con una sutil barba y algunas canas en ella...

"¿En qué estás pensando, Katri?", se pregunto.

-Disculpen lo del barbijo, sepan entender, venimos de una pandemia, nosotros estamos aislados...- comento y ambas asintieron con una sonrisa, cómo gemelas -¿Puedo hacerle algunas preguntas?-

-Claro...- asintió ella un poco atontada aún.

-Nombre y edad...-

-katrina Poscopoli, 36 años...- respondió.

-¿Puede que esté embarazada?- pregunto el doctor.

-Imposible.- Río ella, callo de repente al darse cuenta de lo que había dicho -No, doctor.- continuo más seria.

Miro sus pies y frunció en seño.

-¿Y mis sandalias?- pregunto sería.

-No te preocupes, las tiene Tadeo.- respondió su prima, sabiendo que esas sandalias las guardaba hace años con mucho cariño, ya que se las había regalado Roger. Eran bajitas así que ahora las usaba más que nunca.

-Bueno, quiero subirme a la silla...- comento ella.

-No se preocupe, ahí la ayudo...- se ofreció el hombre.

-No, que soy pesada...- quiso advertir, ya que desde su accidente había aumentado unos kilos, no eran muchos, pero ella se sentía acomplejada.

El médico ignoró por completo lo que ella dijo y la tomo entre sus brazos con total avidez y si hacer esfuerzo. Ella lo miro asombrada y él también noto esto, se observaban cuando de repente, la puerta se abrió.

-Papi...- lo llamo una pequeña niña rubia de unos 4 años.