Mis Tres Vidas

Le prometí a Karla regresar a casa luego de que conociera la ciudad Esmeralda. También le pediría a Arón que fuera conmigo a casa, no quería separarme de él, estaba perdidamente enamorada. A Karla no le gustó mucho mi sugerencia, alegó que en casa jamás dejarían entrar a un humano y mucho menos que nos mezclaríamos con ellos, por todo lo ocurrido siglos atrás.

Yo también lo creía, pero lo amaba y no lo dejaría por nada en el mundo. Entonces ordené a Karla regresar a casa y consultarlo con mi padre, si no era bienvenido en casa yo tampoco, me quedaría aquí con él y asumiría las consecuencias. Karla marchó al amanecer, deseaba mucho volver y alejarse de los humanos.

Arón y yo seguimos nuestro romance, yo no le confesé mi procedencia, no tenía el coraje de decirle aún . Cada vez iba en aumento nuestro amor y no quería que nada cambiara entre nosotros, decirle lo que era podía cambiar lo que sentía por mí. Ese era un riesgo que no quería correr, al menos por el momento, lo amaba eso era seguro y él a mí.

Nos casamos al día siguiente de Karla marchar, su abuela y nosotros fuimos a la capilla del pueblo y celebramos después en una pequeña taberna con conocidos de él. En realidad él era pobre así que lujos no teníamos, aunque estábamos prosperando gracias a mis dones sutilmente para no llamar la atención de nadie.

Cada noche dormíamos juntos, sus brazos eran mi mundo entero, su cariño mi pasión. Jamás había sido tan feliz en la vida. No le confesé de mi condición de elfa, no porque no confiara en él, más bien para no asustarlo. Para ellos eramos brujos y brujas antiguos. Sobre envejecer lo resolveríamos en el camino, con fe mi padre nos dejaría entrar en el bosque Buery y vivir juntos allí, entonces le diría.

Ya faltaba poco para hacer nuestro viaje a la ciudad, teníamos bastante mercancía para vender. Suficiente lana, queso y carne. Con ese dinero podríamos vivir bien el resto del año. Su abuela no quiso ir con nosotros, así que se quedó a esperar por Karla en caso de que regresara. Les comenté que había marchado a explorar el mundo, que era su ilusión pero volvería.

Marchamos a la ciudad Esmeralda él y yo solos. No sospechaba nada raro sobre mí, yo sentía que debían contarle, pero esperaría a nuestro regreso. Quería seguir disfrutando su cariño un poco más. Temía que me temiera y fuera rechazada por los perjuicios e historias pasadas de nosotros.

Llegamos a la ciudad luego de una semana. En la entrada había un enorme muro protegido por unos guardias los cuales revisaron nuestra mercancía y preguntaron nuestro origen. Como no había nada extraño nos dieron permiso para entrar, una vez dentro un empleado del mismo rey Claudio verificó la calidad de nuestra mercancía y al ver tan buena calidad nos pidió ir directo al castillo.

Resulta que él mismo rey se encargaba de catalogar las mercancías, decidía que iba hacia el mercado para el pueblo y que debía ir a la bodega del castillo. Los que tenían la suerte de ir directo castillo eran más recompensados, Arón estaba muy feliz. Yo en realidad no estaba adaptada a necesitar dinero, siempre viví con lo que la naturaleza y de lo que ella me brindaba, también nosotros teníamos otros dones, pero verlo feliz me dio placer.

Detrás de esos enormes muros había una gran variedad de casas, todas de piedra, muy bien estructuradas. Había gran cantidad de personas, demasiadas de todas las formas posibles. A Karla le hubiese dado un gran dolor de cabeza todo esto, por suerte se había marchado.

Llegamos al castillo donde nos volvieron a inspeccionar. Claramente pasamos la inspección, entonces nos llevaron a dentro a un gran patio de lajas. El rey y sus hijos querían revisar nuestros productos en persona para verificar que el dinero no fuese malgastado en vano y quedarse con la mejor parte para ellos, lo que no quieran hacia un salvoconducto para destinar y permitir el comercio en el pueblo y así cobrar impuestos a los comerciantes.