Un Mundo Diferente. [JEON.JK.] #SRMDJ

—¿Cómo pudieron dejar a la princesa a solas con esa intrusa? —caminaba el Rey, más alterado que antes, por los pasillos hacia la habitación de su hermana con varios criados detrás de él.

Al estar frente a la habitación de su hermana entró de golpe encontrándose con cierta escena que sus ojos masculinos no debían ver.

Su hermana se encontraba ayudando a vestir a la chica junto a otra criada mientras reía a carcajadas. Todo se congeló por unos segundos hasta que su hermana, la primera en reaccionar, se puso delante de la chica cubriendo, al menos un poco, la poca vestimenta de la “intrusa”, el Rey cerró la puerta sintiendo su corazón latir velozmente una vez más, a ese paso le iba a dar algo.

Miró a NamJoon, al mayordomo y a otras empleadas además de la princesa SooJin, quienes lo miraban fijamente, se sonrojó aún más. Se puso derecho y tras raspar su garganta frunció el ceño.

—¿Qué hacen ahí parados? —se refirió a los empleados—. Traigan al curandero real ya.

Decía aquello para desviar la atención. Sin decir más se encaminó a su habitación dejando desconcertados a su escolta, al mayordomo y a la princesa Kim SooJin, quienes hicieron reverencia hacia el Rey mientras se alejaba.

──────────────────🏰

—¿Me pueden dejar a solas con el señor Han? —pidió el Rey un poco cansado de ser observado. Se estaba cansando ya de la presencia de la princesa Kim.

El mayordomo y el líder de la guardia real se quedaron mirando más tiempo, dudosos de retirarse o no. El Rey levantó una deja y con sus ojos señaló la puerta indicándoles que se retirasen de la habitación. Ambos se dieron una mirada, aún dudosos, y tras hacer una reverencia se fueron, el mayordomo cerró la puerta dándole un Ana última mirada a su señor.

El Rey soltó un suspiro con sus ojos cerrados haciendo que el curandero soltase una risita.

—¿Siempre son así, mi señor? —inquirió. El Rey lo miró.

—¿Así de pegajosos? —dijo con burla—. Se sorprendería de cómo pueden llegar a ser. —se tomó el puente de su nariz con dos.

—No lo vería como una molestia señor —dijo el curandero al tiempo que buscaba algo en su bolso—, solo se preocupan por su Rey.

—Oh, pero llegan a ser más agobiantes que mis deberes como Rey.

—¿Tanto así? —finjió sorpresa, pues solo quería hacerle conversación para ver si respiración y su pulsos normales.

—Ya le digo, se sorprendería.

El curandero al denotar los signos vitales del Rey decidió preguntar:

—Entonces ¿es solo dolor de cabeza?

—Oh sí. —respondió el rey de inmediato

—Y ¿desde cuándo? —preguntó buscando otras cosas en su bolso.

—Desde la tarde. Desde que... —hizo una pausa al recordar lo que sucedió, con pequeños flashbacks que hicieron agitar a su corazón en cuanto pensó en esos ojos grises, aquello no pasó por alto por el curandero—.. desde que mi estatua.

—Oh sí, me he enterado en el pueblo, de camino aquí.

El curandero no quiso preguntar la razón por la que el corazón del Rey se aceleró tanto, y aunque se daba una idea, no quería levantar falso testimonio cuando no estaba seguro de si era correcto su pensamiento.

—Mire, tómese ésto señor. —le dió un frasco con tres plantitas dentro, y le entregó una más para que se la tomase allí mismo, le dió agua y el rey se tragó la hoja luego de masticar la un poco, indicación del curandero.

—Es amarga. —dijo el Rey con el ceño fruncido por el mal sabor de la hoja.

—Lo sé —le restó importancia el médico—, debe hacer lo mismo con estas tres, cada ocho horas.

—Muy bien señor Han, gracias por venir. —dijo el Rey poniéndose de pie de su cama. Lo pensó unos segundos y decidió preguntar—. Curandero —lo llamó, el hombre de aproximadamente cincuenta y tantos años lo miró por sobre sus gafas redondas y pequeñas—, este... yo, quisiera preguntarle algo más.

El curandero se puso frente al Rey para prestarle más atención.

—Verá, tengo un primo —comenzó—, sí, y él... me ha contado que... cada vez que ve a alguien —señalaba con sus manos mientras las observaba—, su corazón late como loco dentro de su pecho —se tocó este, en la zona del corazón y miró al hombre quien tenía algo parecido a una sonrisa en sus labios.

—¿Alguien? Es decir, cada vez que ve a todas las person-

—No no, solo una persona.

—¿Una chica? —al Rey le saltó el corazón de solo asociar a “una chica” con “esa chica”

—No no, un chico. —mintió.

—Oh, bueno, me atrevería a decir que está enamorado, aunque si es un chico, no estaría seguro.

—¿Enamorado?

—Sí, pero si su corazón late muy rápido por un chico, no sabría que decirle mi Rey. —concluyó el curandero dejando pensativo al Rey.

¿Enamorado? No podía estar enamorado de esa chica, era muy pronto para decir que estaba “enamorado”. Miró al curandero.

—No puede estar enamorado señor Han, él recientemente conoce a ese alguien.

—Rey Jeon —colocó su avejentada mano sobre el hombro del muchacho— ¿Ha escuchado hablar del amor a primera vista? Quiero decir, cuando dos personas se encuentran y hay una especie de click entre ellos, comienzan a sentir atracción y luego vienen las sonrisitas cómplices, o las sonrisas de solo pensar en esa persona. El amor inicia desde el segundo en el que esas dos personas se ven, en ocasiones florece después, pero quiero que entienda esto su majestad, no siempre debe pasar el tiempo para que dos personas se gusten, como ya dije el enamoramiento inicia...-

—Desde el segundo en el que esas personas se ven —repitió el Rey en voz baja. El curandero satisfecho sonrió asintiendo.

—Si no tiene algo más para decirme, me retiro. —dijo luego de observar al Rey pensar durante unos segundos.

—Por supuesto. —señaló la puerta y caminó detrás del curandero.

—¿El curandero? ¿Le sucede algo a su majestad? —se escuchó la voz asustada de la princesa desde el pasillo.

Una vez el Rey salió, que levantó los ojos del suelo se encontró una vez más con los ojos grises de la “intrusa” quien lo miraba desde atrás de la princesa y por sobre algunos hombros.

Sus corazones saltaron en sus pechos al intercambiar miradas y en medio de todo lo que pasaba fuera de su burbuja alguien los observaba entendiendo que ese alguien no era un hombre y que de quién habían hablado no era de un primo.

El curandero tenía razón desde que tomó el pulso del Rey, él estaba enamorado, solo faltaba que se diera cuenta y se dejase llevar por el amor.

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