ASERE

MARIANO

Mario intenta sacarme de ahí, porque fue testigo de la humillación pública que me hizo Loretta y sabe lo mucho que me afectó. Él no es un amigo recién conocido, es un venezolano como tantos otros descendientes de emigrantes, sus padres llegaron desde Portugal muy jovenes y montaron la panadería que surtió por muchos años a mi urbanización, luego nacieron él y su hermano Joaquín; desgraciadamente la crisis hizo a muchos volver a sus paises de origen y a otros salir del nuestro.

—Ciao Mariano, è da tanto che non ci vediamo (Hola Mariano, hace tiempo que no nos vemos)— se acerca hasta nosotros tratando de llamar la atención.

—No tanto como quisiera— contesto con molestia dándole la espalda.

—Parlami in italiano, sai che non parlo spagnolo (Háblame en italiano, sabes que no hablo español)— me pide, pero no le respondo.

—Scusi, sei tu Mariano Márquez quello che vuole comprare la vetreria da Gianni Vitti? (Disculpe ¿eres Mariano Márquez el que le quiere comprar la cristalería a Gianni Vitti)— miro a la mujer que me habla, pero guardo silencio, no estoy para trepadoras.

Loretta no puede creer lo que escucha, a su juicio es imposible que el hombre que despreció ahora tenga tanto dinero como para comprar una de las fábricas de botellas más grande de Italia.

—Non penso che tu sia ricco (No creo que seas rico)— Habla incrédula.

—E io (Y yo)— se señala a sí mismo —non penso nemmeno che tu possa convincere qualcuno ricco a metterti un anello al dito e tu sei già vecchia. (ni siquiera creo que puedas conseguir que alguien rico te ponga un anillo en el dedo y ya estás vieja)— le sostiene la mirada de forma retadora, toma el resto de su cerveza para luego dejar el lugar y aunque quedó allí humillada, no se compara a lo que le hizo ella.

YAIMARA

Ahora sí viene lo bueno, desde temprano estoy tratando de encontrar ropa que se vea acorde y ni siquiera sé cómo debo vestir, me siento totalmente frustrada. <¡Ay ya!, no voy a coger lucha> me digo a mi misma y elijo un jeans ajustado, una blusa de algodón, chaqueta y tenis; ya me dirán en la agencia si hay un código de vestimenta.

Le doy gracias a Dios que es verano, porque si no, no tendría que ponerme.

Me presento en la recepción e inmediatamente me hacen pasar a la oficina del señor Nurzia.

—Buenos días Yaimara, iba a mandar al hotel por tí— me dice mi jefe.

—Tranquilo señor yo tomé un taxi— le respondo, él levanta la mano y camina hacia mí, por un momento me pone nerviosa la manera como me mira, pero enseguida me reprendo mentalmente por malinterpretar el gesto, este señor ha sido muy respetuoso conmigo.

—Primero vamos a que comiencen a hacerte el portafolio y segundo, llámame Liborio per favore ti prego (por favor, te lo ruego)— concluye sonriendo y abre la puerta para ir junto a mí al departamento creativo...

Son las tres de la tarde y ya tengo hambre, desde que me llevaron al estudio de fotografía, hace más de cuatro horas, he perdido la cuenta de las veces que he cambiado de ropa y cuánto me han maquillado, quien piense que esto es fácil no conoce la realidad.

—Finiamo per oggi (terminemos por hoy)— escucho la voz del jefe y doy gracias a Dios —vamos a mi oficina, no has comido aún.

Caminamos hasta el lugar que me dijo, a lo largo del recorrido me presentó a algunas personas que se mostraron amables, estamos a mitad de comida cuando entra la guanaja de la Loretta con un humor de perros, reclamando que le quitaron una promoción que había pedido para ser la imagen, me mantengo en mi lugar sin molestarme nisiquiera a mirar la discusión que tienen hasta que escucho.

—Capisci, hanno chiesto una modella giovane (Entiende pidieron una modelo joven).

—¡Ño!*— me cubro la boca con ambas manos por lo que se me escapó y ambos me miran, pero Liborio suelta la risa.

Yo mejor voy echando .**

Mientras la cubana se aleja de la oficina dejando a ese par enfrentados, Loretta se siente no solo furiosa porque en menos de veinticuatro horas ha sido llamada en público vieja dos veces, si no también por el recordatorio que le hizo su ex, de que aún no ha logrado su meta de casarse con un millonario.

MARIANO

Termino de peinarme para bajar a la fiesta de cierre de la convención, un pantalón azul Marengo, con una camisa blanca dejo dos botones sin cerrar y un blazer beige así conformo mi atuendo, tomo las llaves y salgo listo a ver qué me trae la noche.

Junto con llegar al salón me reúno con Mario, compartimos con los demás un rato esperando el momento preciso para perdernos por las calles de Roma.

Vamos a un bar cerca de la piazza di Trevi, para ponernos al día con lo que ha sido nuestras vidas, después de unas cuantas copas y escaparnos de un par mujeres ebrias que no dejaban de insistir en seguir la fiesta en privado, salimos a deambular un poco antes de retirarnos al hotel.

—¿Alguna vez piensas sentar cabeza?— pregunta mi amigo, inhaló porque no me lo he planteado, no desde que quedé como el imbécil más grande de todos los tiempos.

—Cuando encuentre a una mujer piel canela, de ojos verdes, labios carnosos y muy sensual en la Fontana di Trevi pidiendo un deseo— respondo pensando en la muchacha del aeropuerto, lo cual es imposible que la vea nuevamente.

—¡Qué específico!— dice con sarcasmo mirando en dirección a la fuente —pero creo que estás de suerte, aunque no se si tiene los ojos de ese color— dice señalando con la boca.

Giro y la veo ahí, a la misma hembra del aeropuerto, con los ojos cerrados lanzando una moneda hacia la fuente, camino hacia ella a paso decidido, cuando estoy a escasos tres metros, abre sus ojos de la impresión, me mira y me fijo que muerde su labio inferior. Así que sin mediar palabras la tomo del rostro con ambas manos y le planto un beso en los labios.

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Glosario del capítulo.

(*) Ño: cubanismo utilizado como expresión de asombro, diminutivo de coño.

(**) Voy echando: me voy.