Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
NovelToon tiene autorización de the legend of the moon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 23
Capítulo 23
La calidez del día me envolvía mientras el carruaje avanzaba por las calles empedradas del Ducado. A lo lejos, la ciudad se desplegaba ante mí como un lienzo pintado con los colores de la época: edificios de piedra con techos de tejas rojas, calles angostas llenas de mercados y tiendas que ofrecían desde especias exóticas hasta joyas brillantes. Había algo mágico en este lugar, como si en cada esquina pudiera sentir el eco de historias antiguas. La arquitectura no solo era imponente, sino que las calles parecían vibrar con una energía inconfundible, con los murmullos de los comerciantes, el crujir de las carretas y el tintineo de los pequeños objetos mágicos que adornaban las tiendas de pociones o amuletos.
A mi lado, Diana estaba concentrada en observar los alrededores mientras dos caballeros escolta nos seguían de cerca. Aunque había decidido darme un respiro y salir, no estaba lista para darme completa libertad. La vigilancia, por más discreta que fuera, seguía presente. Aunque me dijeron que es por seguridad, que tantas cosas malas me pueden pasar yendo a comprar unos vestidos…
Mientras recorría las calles, mis ojos no dejaban de admirar la mezcla de lo antiguo con lo mágico. Los carruajes que cruzaban la ciudad eran más sencillos que los de la nobleza, pero al mismo tiempo, había algo encantador en ellos. El brillo de los pequeños amuletos de protección en las tiendas, las luces suaves que parpadeaban de manera casi imperceptible a medida que caminábamos... la magia se respiraba en cada rincón.
Pasamos por varias boutiques que, lamentablemente, no ofrecían la ropa que buscaba. La mayoría de los vestidos estaban llenos de adornos pesados y telas gruesas que me resultaban incómodos, nada que ver con lo que yo quería. Me sentía atrapada entre un estilo que no era el mío y una época que todavía no comprendía completamente.
De repente, al final de la calle central, vi una tienda pequeña y sencilla, con una vitrina modesta pero llamativa. Las piezas que se asomaban me dieron una sensación de frescura. Me giré hacia Diana.
—¿Qué es esa tienda? —pregunté, intrigada.
—Es una boutique que lleva solo un año abierta, pero no tiene mucha clientela —me respondió, como si pensara que me desviaba hacia un lugar sin importancia.
La miré con determinación.
—Vamos allí, ahora mismo. —
Al entrar, la tienda me sorprendió. Había pocos vestidos en exhibición, pero algo me atrajo de inmediato. Eran similares al que yo llevaba puesto, pero con una simplicidad que no había visto en ningún otro lugar. Lo que más me llamaba la atención era la tela, más ligera, más fluida, y los cortes mucho más modernos. Me giré hacia Diana.
—¿Aquí compró el Duque este vestido? —pregunté, mientras observaba detenidamente la tienda.
—No sabría decirle, Duquesa, él solo apareció con el vestido —respondió Diana con algo de incredulidad.
Antes de que pudiera preguntar más, del fondo de la tienda apareció un hombre, con el cabello azul recogido en una coleta baja. Era esbelto y más alto que yo, y su rostro no dejaba lugar a dudas, era muy guapo. Lo observé con detenimiento, y por un instante me sentí como si estuviera en un pequeño paraíso visual.
—Veo que la Duquesa tiene puesto uno de mis modelos —dijo él, sorprendiendo con su tono amable pero curioso.
—¿Sabes quién soy? —le pregunté, medio divertida.
—Por supuesto, todos conocen a la gran Duquesa, pero... ¿qué haría una noble como usted en un cuchitril como este? —contestó, un poco intrigado.
—Me halaga, señor —respondí, sonriendo—. Solo busco ropa. Quiero algo cómodo, pero no he encontrado lo que buscaba.—
El hombre me miró sorprendido y asintió.
—Por supuesto, mi señora, pase, por favor. —
Me senté en un sofá grande y algo gastado que había cerca de una mesa. Mientras me acomodaba, él me sirvió una taza de té y me presentó un libro con sus diseños. Antes de tomar un sorbo, Diana me susurró al oído.
—Señora, ¿quiere que lo pruebe por usted? —
Reí por lo bajo, sin darle mucha importancia.
—No te preocupes, no creo que me envenene a la vista de todos —dije, divertida. Me dirigí a los caballeros que nos acompañaban—No chicos, no dejarían salir con vida, al responsable, si algo me pasa. —
Ellos solo respondieron a coro.
—Sí, mi señora. —
El dueño de la boutique, visiblemente nervioso, se disculpó.
—Perdón, si fue de mal gusto ofrecerle té de tan baja calidad... yo... yo... —
—No es eso —respondí tranquilamente, mientras saboreaba el té y hojeaba el libro con los diseños—. Es que ya me envenenaron. Por eso está un poco preocupada. —
El hombre, aún más nervioso, se apresuró a disculparse.
—¡Oh, señora, no sabía nada de eso! Disculpe, no fue mi intención... —
—No importa, cambiemos de tema —respondí, mientras seguía hojeando el libro. Luego, levanté la vista—. Quiero encargar algunos vestidos. —
El hombre parecía sorprendido, pero me escuchó atentamente.
—¿Cuánto tiempo necesitarías para hacerlos? —le pregunté.
—Depende de la cantidad, los diseños... —me respondió con timidez.
—Mira, quiero cambiar mi armario completamente. Quiero un modelo de cada uno de tus diseños, y también quiero que me hagas un diseño especial para entrenar. Es un poco molesto entrenar con un vestido, ya sabes. —
Me miró sorprendido, casi sin poder creer lo que escuchaba.
—¿Pantalones, señora? —preguntó, titubeante.
—Sí, exacto. Lo dejo a tu criterio e imaginación. Y tienes prioridad con ese diseño. Por ahora, me llevaré los tres vestidos que tienes exhibidos. No te apures, pero ten en cuenta que solo cuento con cuatro vestidos para todo mi armario, y soy la Duquesa. Si quieres convertirte en mi diseñador personal, trabaja duro —dije con una sonrisa juguetona.
El hombre se quedó en silencio durante un largo rato, como si estuviera asimilando lo que acababa de escuchar. Lo miré con una expresión inquisitiva y, finalmente, pasé una mano por delante de su rostro.
—Oye, ¿estás vivo? —dije con diversión. Miré a Diana—. ¿Algo le pasa a este? —
De repente, el hombre reaccionó con un chillido.
—¡Me está hablando en serio! ¡Señora, yo... yo no estoy a la altura! Usted es la gran Duquesa Ravenshade... —
—Pues ponte a la altura, rápido—le respondí con una sonrisa—Si necesitas algo, me avisas—
El hombre parecía completamente abrumado, pero asintió rápidamente. Entonces, balbuceó:
—Necesito tomar sus medidas, señora... pero no tengo ninguna criada que me ayude. Trabajo solo. Todas mis empleadas se fueron porque esto fue un fracaso... —
Pensé por un momento, y luego le ofrecí una solución.
—Hagamos esto; mañana ven al Ducado y tómame allí las medidas. Estaré con mi criada y algunas doncellas, así podrás estar tranquilo. ¿Te parece? —
El hombre, con una expresión de asombro, aceptó sin dudar.
—Sí, señora, sí... ¡está bien! —
—Perfecto. Diana, paga esos vestidos, por favor. Nos vemos mañana. Y trae tus honorarios por todo lo que pedí. Tendrás la mitad como adelanto. —
—Sí, mi señora. —
Mientras Diana realizaba el pago, el dueño de la tienda seguía mirándome con admiración. No podía creer lo que acababa de suceder. Hace poco más de un año, había abierto su negocio con la esperanza de algo innovador, pero había sido casi un fracaso. Ahora, todo había cambiado. Le estaba dando una oportunidad única, y no pensaba dejarla escapar.