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Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Omegaverse / ABO
Popularitas:2.2k
Nilai: 5
nombre de autor: GEMINI_K

Jay y Gio llevan juntos tanto tiempo que ya podrían escribir un manual de matrimonio... o al menos una lista de reglas para sobrevivirlo. Casados desde hace años, su vida es una montaña rusa de momentos caóticos, peleas absurdas y risas interminables. Como alfa dominante, Gio es paciente, aunque eso no significa que siempre tenga el control y es un alfa que disfruta de alterar la paz de su pareja. Jay, por otro lado, es un omega dominante con un espíritu indomable: terco, impulsivo y con una energía que desafía cualquier intento de orden.

Su matrimonio no es perfecto, pero es suyo, y aunque a veces parezca que están al borde del desastre, siempre encuentran la forma de volver a elegirse

NovelToon tiene autorización de GEMINI_K para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

###**Capítulo 23: El Comienzo de una Conversación **

Las luces del salón brillaban con elegancia, reflejándose en las copas de cristal y en las joyas sutiles de algunos invitados.  Después del brindis, la gala siguió como si nada.

Las conversaciones retomaron su curso.

Los invitados volvieron a enfocarse en sus propios temas.

El murmullo de conversaciones flotaba en el aire, acompañado por las risas ocasionales y el tintineo de los cubiertos contra la porcelana. Todo se desarrollaba con la armonía esperada en un evento de ese calibre.

Pero Gio apenas lo notaba.

Sostenía su copa con delicadeza, pero no había dado un solo sorbo en varios minutos. La conversación en su mesa giraba en torno a los negocios, a las colaboraciones entre empresas, a temas que normalmente le parecían interesantes o, al menos, dignos de fingir atención.

Esta vez, no podía hacerlo.

Sus pensamientos estaban en otro lado.

Su mirada se perdía entre la gente, saltando de un rostro a otro sin enfocarse en ninguno. Pero Jay lo veía. Sabía reconocer cuando Gio estaba atrapado en su propia cabeza. Era sutil, pero claro para él: la forma en que giraba el tallo de la copa entre sus dedos sin darse cuenta, la ligera presión en su mandíbula, la falta de emoción en sus expresiones cuando alguien decía algo gracioso.

—Gio.

La voz de Jay lo sacó de su trance. Gio parpadeó y giró la cabeza, encontrándose con la mirada  perspicaz  de su esposo.

—¿Hm?

Jay entrecerró los ojos, analizándolo.

—Estás en otro planeta.

Gio parpadeó de nuevo y soltó una sonrisa automática.

—Estoy bien.

Jay no le creyó ni por un segundo.

Pero no insistió. No aquí.

Se limitó a darle un pequeño apretón en la pierna debajo de la mesa, un gesto que nadie más notó.

Gio le sonrió con un poco más de naturalidad esta vez, pero la sombra en su mirada no desapareció.

Y Jay lo notó

Y eso…

Le molestó.

No porque se sintiera ignorado.

Sino porque odiaba no saber qué estaba pasando en la mente de su esposo.

Y sabía que no lo iba a descubrir aquí.

No en la gala.

Así que esperó.

Y esperó.

Hasta que la noche terminó.

Hasta que finalmente se despidieron de todos, tomaron el auto y regresaron al penthouse.

Y cuando Gio cruzó la puerta, todavía con esa expresión seria en el rostro…

—Bien. Ahora dime qué carajo te pasa.

La puerta del penthouse se cerró suavemente detrás de ellos.

El silencio fue inmediato.

Jay no se movió de su lugar.

Solo cruzó los brazos y se apoyó contra la puerta, observando.

Gio por su parte, hizo lo que mejor podía hacer en ese momento: fingir que no había escuchado nada.

Se quitó el abrigo con calma.

Lo colgó en su lugar con una precisión innecesaria.

Luego se inclinó, desabrochando sus zapatos con una paciencia exagerada.

Jay parpadeó lentamente, mirándolo.

Gio se enderezó y caminó hacia la habitación, quitándose los gemelos de la camisa con el mismo aire distraído.

—Voy a cambiarme.

—No. Vas a decirme qué carajo te pasa.

Gio hizo como que no escuchó.

Siguió caminando hacia el vestidor.

Jay lo siguió, sin apresurarse.

—Gio.

Silencio.

—Gio.

Más silencio.

—Giovanni.

Gio suspiró, pero no se giró.

—No es nada.

Jay ladeó la cabeza con incredulidad.

—¿Nada?

—Nada.

Jay soltó una risa seca.

—Ajá. Claro. Y yo soy el maldito Papa.

Gio se quitó la camisa y la dobló con una precisión casi absurda.

—Fue un día largo. Solo estoy cansado.

Jay no se tragó esa mentira ni por un segundo.

—Mentiroso.

Gio no respondió.

Jay dio un paso más cerca, observándolo con los ojos entrecerrados.

—Estuviste raro toda la noche. Pensativo. Callado. No me jodas con que “solo estás cansado”.

Gio exhaló, pasándose una mano por el cabello.

—Jay, en serio. No es importante.

Jay frunció el ceño.

—Si te tiene jodidamente distraído desde hace horas, sí es importante.

Gio apretó la mandíbula, pero siguió doblando su ropa.

Jay lo miró fijamente, analizándolo.

Y entonces, de repente, su expresión cambió.

Se relajó.

Pero no porque estuviera dejando el tema.

Sino porque de repente entendió.

La forma en que Gio había estado observando a Hyun y Nate.

La forma en que su expresión cambió cuando se anunció el embarazo.

El silencio que mantuvo el resto de la noche.

Oh.

Jay parpadeó lentamente, como si todo hiciera clic en su cabeza.

Y entonces…

Sonrió con incredulidad.

—Dios, ya entendí.

Gio se tensó de inmediato.

Jay lo miró con los ojos afilados y una sonrisa torcida.

—Quieres un bebé, ¿no?

Gio se quedó inmóvil.

Y en ese momento, Jay supo que lo había atrapado.

El silencio se alargó unos segundos más de lo normal.

Gio se quedó quieto.

Jay no apartó la mirada de él, expectante.

Esperando.

Porque ya lo había descubierto.

Ya lo sabía.

Ahora solo quería escucharlo de la boca de Gio.

Gio cerró los ojos por un segundo, inhalando lentamente.

Y luego, con la voz más suave de lo habitual, habló.

—Sí.

Jay no reaccionó de inmediato.

Solo lo miró, esperando que siguiera.

Gio se frotó la nuca, como si le costara poner en palabras lo que quería decir.

—He estado pensando en eso desde hace un tiempo. No mucho, solo… unos días.

Jay parpadeó lentamente.

Unos días.

Eso significaba que esto no fue solo porque vio a Hyun y Nate hoy.

Esto ya estaba en su cabeza desde antes.

Gio bajó la mirada, aún dudando en cómo expresarse.

—No quiero que pienses que lo quiero para “ya” o que es algo que estoy exigiendo.

Jay se cruzó de brazos, escuchándolo con atención.

—Entonces, ¿qué es?

Gio lo miró a los ojos.

—Es algo que quiero hablar contigo. Que quiero preguntarte.

Hizo una pausa, su expresión tranquila, pero con un leve toque de vulnerabilidad.

—No quiero que sea una decisión apresurada. No quiero que sea porque sí. Si alguna vez tenemos un bebé, quiero que sea planeado. Que sea deseado. Que sea un niño lleno de amor.

Jay no dijo nada.

Solo lo miró.

Porque por primera vez en toda la noche, Gio no estaba bromeando.

No estaba usando excusas ni tratando de evadir el tema.

Hablaba en serio.

Completamente en serio.

Gio soltó una risa baja y algo nerviosa, pasándose una mano por el cabello.

—Sé que has estado estresado últimamente con el trabajo y lo de el cumpleaños de tu papá, lo último que quiero es presionarte con esto.

Jay ladeó la cabeza.

—Entonces, ¿qué esperabas? ¿Hablarlo en seis meses? ¿Un año?

Gio se encogió de hombros.

—Cuando sintiera que era el momento adecuado. Cuando tú también lo quisieras hablar.

Jay exhaló lentamente.

Porque esto era inesperado.

No la idea en sí, sino el hecho de que Gio lo estuviera planteando de una forma tan madura y paciente.

No era un impulso repentino.

No era porque Hyun y Nate estaban esperando otro bebé.

Era algo que Gio realmente quería en su futuro.

Con él.

Y lo decía con la calma de alguien que estaba dispuesto a esperar.

Jay pasó una mano por su rostro, sin estar seguro de qué responder todavía.

Pero sí sabía una cosa.

Que esto…

Esto no era una conversación que podía tomarse a la ligera.

El silencio entre ellos se hizo un poco más denso.

Jay exhaló lentamente, pasándose una mano por la nuca.

Un bebé.

No era que nunca lo hubiera pensado.

No era que le pareciera una idea absurda.

Pero tampoco era algo que estuviera en su lista de prioridades.

Y ahora…

Ahora Gio le decía que él sí lo quería.

No de inmediato.

No con urgencia.

Pero lo quería.

Jay sintió una presión extraña en el pecho. No era miedo. No exactamente.

Su mirada se dirigió a Gio, que lo observaba con esa paciencia infinita. Esperando. Sin presionarlo. Dándole su espacio.

Jay se pasó la lengua por los dientes, incómodo.

Porque lo odiaba. Odiaba que Gio fuera así.

Tan sereno. Tan comprensivo.

Odiaba que no lo empujara. Que no exigiera.

Porque eso significaba que la decisión era completamente suya.

Y si él decía que no…

Gio no lo odiaría.

No se iría.

No lo miraría con decepción.

Pero…

Jay apretó los puños.

No quería ver a Gio con esa expresión de nuevo.

La misma que tuvo toda la noche.

La que vio cuando Hyun anunció su bebé.

Y entonces, sin quererlo, sin buscarlo, algo se coló en su cabeza.

Una imagen.

Gio con un niño en brazos.

Gio sosteniendo una manita pequeña mientras caminan por la calle.

Gio riendo, enseñándole algo, dedicándole esa misma mirada llena de ternura que tenía cuando estaba con sus pacientes.

Porque era diferente tener un hijo con cualquiera.

Diferente a simplemente "ser padre".

Era tener un hijo con Gio.

Y Gio sería un grandioso padre.

Jay lo sabía.

Sabía cuánto adoraba a los niños, cómo les hablaba con paciencia, cómo se agachaba para estar a su altura, cómo recordaba los detalles más pequeños de cada uno de ellos.

Y por primera vez, Jay pensó en cómo sería ver a Gio con su propio hijo.

Con su risa.

Con su forma de mirar el mundo.

Con su calidez.

Jay inhaló profundamente y habló, con un tono más suave de lo usual.

—No te voy a dar una respuesta ahora.

Gio asintió, sin sorpresa.

—Lo sé.

Jay hizo una pausa, eligiendo sus palabras con cuidado.

—Pero eso no significa que no lo haya escuchado.

Gio ladeó un poco la cabeza.

—¿Eso significa que al menos lo vas a pensar?

Jay se cruzó de brazos, su expresión neutral, pero sin la dureza de antes.

—Sí.

Gio sonrió un poco, relajando los hombros.

Jay bufó, dándole un leve empujón con el pie.

—Deja de sonreír como si hubieras ganado algo.

Gio se rió bajo.

—Déjame tener mi momento.

Jay rodó los ojos, pero no discutió más.

Porque sabía que esto…

Esto no había terminado.

Y en el fondo, aunque no lo admitiera en voz alta…

Ya había empezado a considerarlo

El silencio entre ellos se asentó con naturalidad.

No era incómodo ni tenso.

Solo estaba ahí, como si ambos necesitaran procesar la conversación sin prisas.

Jay suspiró, soltando el último botón de su camisa y dejándola caer sobre la cama.

—Voy a dormir. Demasiado drama por un solo día.

Gio lo observó sentándose sobre la cama mientras Jay se desabrochaba el cinturón, quitándose la ropa con la naturalidad de siempre.

Y claro…

Aprovechó la vista.

Porque, vamos.

Era su esposo.

Y Jay lucía ridículamente bien en cualquier estado.

Jay se quitó los pantalones con calma, quedándose solo en su ropa interior por un momento mientras buscaba su pijama.

Y entonces, cuando estaba de espaldas…

Gio habló, con su tono más casual posible.

—¿Así que te gusta la idea?

Jay se detuvo solo un segundo.

Después, sin apurarse, tomó su pantalón de pijama y se lo puso con absoluta calma, como si no hubiera escuchado nada.

Gio se recostó totalmente en la cama con una sonrisita.

—Eso significa que sí.

Jay rodó los ojos y se sentó frente al tocador.

—Eso significa que voy a dormir.

Gio chasqueó la lengua, fingiendo decepción.

—Lástima. Pensé que podíamos practicar primero.

Jay se quedó completamente inmóvil.

Gio casi podía escuchar la forma en que contenía la respiración.

Luego, con la lentitud más dramática del mundo, Jay se giró para mirarlo.

—Giovanni —dijo, con la expresión más plana del universo—. Cállate.

Gio soltó una risa baja, victorioso.

Pero no insistió más.

La luz tenue del tocador iluminaba suavemente el reflejo de Jay en el espejo.

Deslizaba un algodón húmedo sobre su rostro con precisión.

Primero los ojos.

Luego los labios.

Con movimientos calculados, meticulosos.

Gio lo observaba desde la cama, con el mentón apoyado en sus manos.

Esperando.

Porque después de los labios, vendría el cuello.

Y Jay, por supuesto, lo dejó para el final.

Cuando finalmente mojó otro algodón y lo pasó sobre la piel de su garganta, las primeras sombras de los chupetones comenzaron a aparecer.

Rojos.

Oscuros.

Evidentes.

Jay soltó un respiro lento, mirándose en el espejo con el ceño levemente fruncido.

Y sin necesidad de que dijera nada, Gio se movió.

Tomó un algodón limpio, lo empapó con desmaquillante, y se inclinó detrás de él.

—Déjame.

Jay no discutió.

Solo inclinó un poco la cabeza, dándole acceso.

El algodón frío rozó su piel con suavidad, limpiando los restos de base con paciencia.

Gio trazó cada marca con cuidado, revelándolas completamente.

Su toque fue más delicado de lo necesario.

Sus dedos, rozando apenas la piel caliente.

Jay cerró los ojos un momento, disfrutando la sensación sin decir nada.

El silencio era cómodo.

Ligero.

Familiar.

Jay se atrevió a romper la burbuja.

— Ve a cambiarte.

Gio sonrió, apenas. No demasiado, solo lo suficiente para que la curva de sus labios fuera perceptible en el reflejo del espejo.

Jay lo notó, claro.

Rodó los ojos, pero no apartó la cabeza de su mano.

—Ya terminaste —dijo, con la voz arrastrada por el cansancio.

Gio pasó el algodón una última vez sobre su piel y lo dejó a un lado.

—Ajá.

Jay parpadeó lentamente y le dio una mirada plana a través del espejo.

—Entonces muévete.

Gio soltó una risa baja, pero obedeció.

Se estiró para sacar su pijama de debajo de la almohada y se desvistió con su naturalidad habitual, sin apurarse demasiado.

Jay, por su parte, terminó de guardar sus cosas en el tocador y se deslizó bajo las sábanas con un suspiro.

El colchón se hundió suavemente cuando Gio hizo lo mismo a su lado.

El silencio se acomodó entre ellos con naturalidad.

Jay estaba a punto de cerrar los ojos cuando Gio se giró hacia él, con esa expresión que significaba que estaba a punto de decir algo.

Jay sintió la mirada sobre él antes de escuchar la voz.

—No dijiste que no.

Jay abrió un ojo y lo miró sin moverse.

—Tampoco dije que sí.

Gio apoyó la cabeza en su mano, observándolo con tranquila satisfacción.

—Lo sé.

Jay exhaló lentamente y cerró los ojos de nuevo.

—Duerme, Giovanni.

Gio soltó una risa baja y, sin prisa, deslizó un brazo bajo las sábanas, apoyando la mano en la cadera de Jay con una cercanía que no pedía permiso porque nunca lo necesitó.

Jay no dijo nada.

No lo apartó.

No protestó.

Solo se quedó ahí.

Porque por alguna razón, con ese simple toque…

No le pareció tan aterrador pensar en el futuro.

No cuando Gio lo sostenía así.

No cuando sabía que, sin importar lo que decidiera…

Él siempre estaría ahí.

Siempre.

Gio lo sostuvo con la misma certeza con la que siempre lo hacía. Y por primera vez, Jay se preguntó si, quizás, solo quizás… eso era suficiente.

Y con ese pensamiento, Jay cerró los ojos por completo y se permitió descansar.

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Lucero Solorzano
hay me encanta espero más capítulos por favor me que de con expectativas que dirá GIO...aaaaaaa que emoción
Lucero Solorzano
hola espero con ansias más capítulos espero y no lo dejes a la mitad...
Lucero Solorzano
Guau excelente hasta donde voy me gusta no es la clásica novela donde hay odio.amor o divorcio.aunque también me encantan muchas gracias tienes otras novelas me puedes dar los nombres.👍👍
Nidia Mojica
Gio quiere ser papá.
Nidia Mojica
Jajaja ese Gio es tremendo, traumados los suegroa de Jay.
Nidia Mojica
Jajajaja esos dos no aprenden.
Nidia Mojica
Huy ese señor si que da miedo.
Sofi
me encanta
Muriel
Quiero más aventuras🎈
Sayuri//acuario
Después de leer tu historia, me he quedado con ganas de más. Necesito saber qué pasa después. 😫👀
ZodiacKiller
😍Es genial, sigue así.
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