"Fueron muchos años de maltratos y humillaciones, pero ya no más, hoy, voy a ser todo lo que yo quiera ser".
Viviana es una chica abandonada por su madre, y en quien su padre descarga todas sus frustraciones. Pero un ángel dará luz a su vida y le ayudará a cruzar las más densas tinieblas.
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Decidida
Al pasar de los años, un sentimiento de culpa y remordimiento comenzó a crecer en mi interior, me di cuenta de que no estaba siendo justo con mis hijos, pues estos se esforzaban por agradarme y nunca objetaban por nada, excepto Vicente. Eran mis propias desgracias las que me hacían un ser despreciable. Me di cuenta de que no podía seguir así.
Pero cuando estaba dispuesto a cambiar, a ser un padre mejor, Vicente me traicionó, no solo se fue de la casa, sino que se llevó a la niña y para empeorar las cosas, me robó, ese mocoso se atrevió a robarme. Eso me lleno de sentimientos negativos y solo quería encontrarlo para partirle todos los huesos.
No era el dinero ni el hecho de que él se fuera, sino que se llevó con él a Viviana y ella solo puede estar en esta casa, donde yo la pueda ver y controlar.
—¿Qué pasa papá? ¿Por qué estás acabando con toda la casa?
— Vicente, ese desgraciado se fue y se llevó a su hermana.
— ¿Qué? ¿Y para donde?
— ¿Eres idiota?, si supiera a donde se fue, ya estaría yendo por él.
Cruz era el más manipulable de todos, lo cual lo hacía un completo idiota.
— Quiero que cada uno se ponga a buscarlos, averigüen a donde pudieron ir esos dos, yo mientras tanto iré a la comisaría para poner el denunció.
Salí furioso de la casa, y mientras manejaba mi camioneta pensaba en ese par. Vicente había ido muy lejos esta vez, y por supuesto que esto no se quedaría así.
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Soy Julia Montero, y lo peor que he podido hacer en mi vida, fue casarme con un tirano. Conocí a Rafael Alvarado cuando apenas tenía 18 años, él era hijo del señor Ignacio, el hombre con más posición económica del pueblo. Todos querían estar en gracia con los Alvarado, incluyendo a mis padres.
En el pueblo se rumoreaba que tenía un hijo que había sufrido un tipo de accidente y que por eso no se le veía, y pues era cierto, nadie veía al hijo de ese señor por ninguna parte. Hasta que a mi papá se le ocurrió pedirle trabajo, y aquel hombre nos invitó a una comida en su casa, allá le dijo a mi papá que le daría el trabajo, y luego se fueron a hablar por allá solos.
Nunca imaginé que el hecho de darle trabajo a mi papá tenía un precio, y ese era yo. Ignacio Alvarado convenció a mi papá que me diera para mujer de su hijo, y mi papá ni corto ni perezoso me entregó a ese señor como si fuera un objeto sin sentimientos.
Llore mucho el día que me llevaron a esa casa, porque nadie me dijo nada antes, solo cuando me dejaron allí con mi maleta, la cual ni siquiera supe que me habían empacado. Ese fue el comienzo de mi infierno. Conocí a Rafael cuando llevaba una semana en esa casa, cuando lo vi supe que no iba a quererlo nunca, tenía mala cara y estaba amargado.
Sin embargo, me casé con el porque no tuve de otra, apenas pasó lo de la boda, él me tomo y nos fuimos del pueblo, llevándome a una pequeña ciudad, allí me esclavizo en la casa, tenía que hacer todos los oficios y no podía salir a ningún lado, y así fue como empezaron a nacer mis hijos. Después de tener a mi tercer hijo, a quien llame Cruz, quise cancelar allí, no quería tener más hijos, pero luego resultó que estaba embarazada otra vez, y así nació mi Vicente, y luego de ese embarazo y tomando anticonceptivos, llegó mi princesa. Sin proponérmelo, le di a luz cinco hijos a Rafael.
Pero mi mundo se derrumbó aquel día cuando furioso me enfrento, diciéndome que él había quedado estéril desde muy joven y que sabía que ninguno de mis hijos era suyo. Me aventó a la cara esos papeles que daban constancia de lo que me decía, y yo enmudeci, estaba tan aterrada que no pude ni refutar, lo que seguramente le dio a él la razón. Cuando intenté defenderme me golpeó, yo le tenía miedo porque siempre me golpeaba, desde que nació Ronald.
Nunca antes podía comprender por qué era tan malo con los niños, la manera como los castigaba, como los humillaba, y hasta ahora entendía qué era por eso, porque creía que no eran sus hijos, pero si lo eran, todos eran sus hijos. Por los años de maltrato, mi mente estaba débil, yo no tenía armas ni valor para pelear, sabía que ese hombre sería capaz de matarme, y solo corrí cuando me dijo que me vaya, estaba afectada mental y físicamente, y no supe que hacer.
Sé que muchas mujeres me juzgarán por irme y dejar atras a mis hijos, pero solo quien vive la violencia sabe lo que se siente. Cuando eres víctima de maltrato, todos tus sentidos están como atascados, eres incapaz de tomar decisiones, te sientes tan vulnerable y sola, que no sabes ni que hacer. Yo solo deseaba morirme, y luego de salir de esa casa, vague por las calles, intenté matarme un par de veces, hasta que unas personas de una fundación me recogieron y me internaron en un centro, donde pase 3 años turbada mentalmente.
Luego, poco a poco fui recuperando mi lucidez, lo que me tomo dos años, y luego otro más, mientras aprendía un oficio y encontraba un trabajo, para así poder tener las armas para pelear a mis dos hijos menores. Y también para presentarme segura ante mis demás hijos y que se averiguara la verdad. Yo le iba a demostrar a Rafael, que estaba equivocado, que él si podía tener hijos y que se arrepintiera de todo lo malo que nos hizo.
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Por otro lado.
— Patrón, tenemos un problema, me informaron que sus nietos menores se marcharon de la casa de su hijo, al parecer el joven Vicente y la niña Viviana escaparon.
— ¿De que estás hablando? ¿Y porque nadie está buscando a mis nietos?
— Ya envié hombres a buscarlos señor, los jóvenes no deben estar muy lejos, ellos no conocen a nadie.
— Todo esto es culpa de ese animal de Rafael, el miserable nunca debió ser tan cruel con los chicos, me va a tener que escuchar.
— ¿Va ud a la casa del señor Rafael?
— Si, voy a enfrentar a ese energúmeno de una vez y por todas.